31 de diciembre de 2016

SIGUE ADELANTE

Era un humilde leñador que siempre cortaba madera en el mismo bosque, desde hacía años. Vivía muy pobremente y apenas podía alimentar a los suyos, a pesar de que trabajaba desde el amanecer hasta el anochecer. Cierto día, apareció un ermitaño y le dijo:
—Amigo leñador, sigue adelante.
En aquel momento el leñador no prestó especial atención a esas palabras, pero al día siguiente, al acudir al bosque, las recordó y decidió penetrar un poco más. Así encontró un bosque de árboles de madera de sándalo, la madera más cara y preciada de las existentes, exquisita y olorosa. Pero dos días después recordó otra vez el consejo del ermitaño, siguió adelante y encontró una mina de plata. Así consiguió medios para alimentarse mejor a sí mismo y a su familia.
Una semana después, otra vez vinieron a su mente las palabras del ermitaño y decidió internarse aún más en el bosque. Halló entonces una mina de oro. Se hizo un hombre rico. Pero he aquí que todavía un mes después volvió a recordar la advertencia: «Sigue adelante». Así lo hizo y fue a dar con una mina de diamantes que le hizo fabulosamente acaudalado.
 
  • REFLEXIÓN: No te dejes vencer por la pereza, la desidia, la falta de confianza y la insuficiente motivación. Siempre hay que «seguir adelante», superando carencias emocionales, profundas contradicciones anímicas o condicionamientos, que son sólo obstáculos que te impiden seguir adelante y sacar lo mejor de ti mismo en cada situación.

20 de diciembre de 2016

¿LEÑADOR O JARDINERO?

Una vez había un arbolito de la familia de los frutales. Los árboles de esta familia suelen ser muy pobrecitos durante sus primeros inviernos.
Aún sin fruta para el fin del verano, el otoño los desnuda de todas sus hojas, y quedan así que parecen secos. Tan pobres que ni siquiera pueden dar sombra, ni albergar un nido. El arbolito del que hablamos era de esta familia. Sus ramas se abrían hacia el cielo como una mano sin nada dentro, en signo de esperar algo que tendría que venir de arriba. Parecía que, como no tenía nada que ofrecer, tampoco nadie le daba nada. 
Algún que otro pájaro a veces detenía su vuelo, pero sólo por algunos momentos; y entonces el arbolito soñaba que entre sus dedos arrugados por el frío, tenía por fin una fruta de colores. Pero sabía bien que eso era sólo un sueño y que el pájaro abriría sus alas, se marcharía y que él quedaría de nuevo solo. 
Ocurrió que una mañana alguien vino a visitarlo. Una mañana de frío, de esas en que todos los hombres buscan leña para defenderse de la intemperie.
Y el arbolito tuvo miedo. Miró con susto a su visitante que traía en su mano una podadera y un serrucho. Presintió que venía a cortarle parte de sus ramas.
Pensó que se trataba de un leñador. Él sabía, por los cuentos escuchados a otros árboles, que los leñadores son hombres con miedo del invierno. Que roban a los árboles la leña para quemarla y así defenderse de los atropellos del frío. Y tuvo miedo.
Creyó que el leñador estaba cometiendo un error. Que al verlo así, tan sin hojas, el leñador lo había tomado por un árbol seco y que pensaba sacarle todas sus ramas para hacer con ellas fuego. 
Tuvo ganas de llorar. Pero no pudo y, aunque hubiera llorado, nadie habría entendido su lenguaje.
El arbolito descubrió en el visitante una mirada buena, y guardó silencio cuando sintió que cantaba. Intuyó que quien canta no puede ser malo; y por eso se entregó en silencio para escuchar mejor lo que decía el canto. 
...Entonces descubrió que el visitante no era un leñador, sino un jardinero.
La copla del jardinero era una copla sencilla. De esas que se repiten tarareando, como quien rumia algo despacio para encontrarle más gusto: «No tengas miedo a la poda cuando es verde tu madera, yo no busco lo que saco, me interesa lo que queda». Y entonces el arbolito comprendió la diferencia que hay entre un leñador y un jardinero. 
Al leñador le interesa lo que saca del árbol, porque es un hombre con miedo al invierno y necesita defenderse de él quemando ramas secas. Mientras que el jardinero es un hombre con fe en la primavera. Le interesa lo que deja al árbol. Por eso lo poda con cariño para entregarlo en plenitud de vida al otoño.
Al jardinero le interesan las ramas verdes porque es un hombre con fe y esperanza.
 
  • REFLEXIÓN: En ocasiones nosotros también podemos ser como el arbolito del cuento que tenía sus ramas abiertas pero no tenía hojas, igualmente nosotros podemos tener los brazos del corazón y del cuerpo abiertos pero sin nada dentro que ofrecer; aun así podemos tener la esperanza, la disponibilidad y el deseo de aceptar el fruto que pueda llegar, las ganas de recibir y dar, por lo menos, el calor de la compañía. Se puede añadir que todos vivimos en la tarea de buscar la armonía entre ser leñadores y jardineros. Somos leñadores cuando buscamos cortar, mutilar y quemar, y somos jardineros cuando lo que buscamos es cuidar, regar y ayudar a fructificar.

1 de diciembre de 2016

EL VUELO DEL HALCÓN

Un rey recibió como obsequio, dos pequeños halcones, y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el maestro informó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente pero que al otro no sabía qué le sucedía, no se había movido de la rama donde lo dejó desde el día que llegó a palacio.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores para que vieran al halcón, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. 
Al día siguiente por la ventana, el monarca pudo observar, que el ave aún continuaba inmóvil. Entonces decidió comunicar a su pueblo que ofrecería una recompensa a la persona que hiciera volar al halcón. A la mañana siguiente, vio al halcón volando ágilmente por los jardines.
El rey le dijo a su corte: 
—Traedme al autor de ese milagro. 
Su corte rápidamente le presentó a un campesino.
El rey le pregunto:
—¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago, acaso?
Sorprendido el campesino le dijo al rey: 
—Fue fácil mi rey, sólo corté la rama, y el halcón se dio cuenta que tenía alas y voló.
 
  • REFLEXIÓN: Cada persona tiene el deber de desarrollar su propia personalidad, siempre que los demás le ayuden a sentirse él mismo, y a confiar en sí mismo y en sus potencialidades. Podemos ayudar a alguien si le ponemos en el camino correcto para que pueda desplegar sus cualidades, su personalidad. Todos podemos volar por encima del sufrimiento y de las limitaciones, descubrir nuevos mundos si estamos dispuestos a arriesgar y dejar la seguridad de lo conocido. Para poder volar sólo necesitamos un sueño, una tarea, un proyecto.

20 de noviembre de 2016

AVARICIA

Un hombre que llevaba muchas horas de camino empezó a sentir un hambre acuciante. A la vuelta de un recodo vio a un hombre sentado junto a una canasta de frutos. El caminante, sin pensarlo dos veces, sacó una buena cantidad de monedas y le dijo al hombre:
—Te compro toda la canasta. La canasta entera por estas monedas.
El aludido aceptó y se marchó satisfecho de la venta mientras el hambriento viajero se disponía a devorar la comida.
Al rato pasó por allí otro caminante que vio cómo aquel hombre comía aquellos frutos totalmente rojo, sudando a mares y llorando sin parar.
—¿Qué haces? –le preguntó–, ¿no sabes que esos frutos deben tomarse siempre en pequeñísimas cantidades por su fortísimo picor?
—No me hables –contestó–, los compré creyendo que se trataba de dulces.
Y como seguía llevándose aquellos frutos a la boca, el otro le dijo:
—Bueno, pero ahora ya sabes que son muy picantes y no dulces. ¿Por qué sigues comiéndolos?
Y aquel hombre contestó:
—He invertido mi dinero en ellos, no los voy a tirar, así que no estoy comiendo frutos picantes, me estoy comiendo mi dinero.
 
  • REFLEXIÓN: A lo largo de nuestra vida invertimos en muchas cosas inútiles e incluso perjudiciales, pero hay un momento en el que hay que acabar con ello. La vida es demasiado corta y no podemos seguir encadenados a aquello que nos perturba o nos roba el bienestar, por mucho que hayamos invertido en ello. Seguro que hemos consumido esfuerzos, tiempo, bienes e ilusiones en muchas necedades, pero hay que saber poner punto final a lo que nos perturba y no acarrearlo por más tiempo. Además la avaricia es un mal que puede llegar a hacernos perder la razón y la cordura; y lo peor del sentimiento de avaricia es que nos hace perder el sentido de la medida de las cosas. La codicia nunca satisface al que la padece.

9 de noviembre de 2016

HURACÁN O BRISA

Sopló Eolo y creó el viento. Y le dio libertad. El viento libre recorrió el espacio sideral y llegó a la Tierra. En la Tierra fue durante mucho tiempo brisa, pero al encontrarse con las montañas y no poder atravesar las rocas, se convirtió en vendaval. 
Como vendaval llegó hasta el mar y, al no poder penetrar en el agua, se transformó en huracán y asoló las playas y todo el litoral. 
Al ver lo sucedido, Eolo llamó al viento y lo convirtió en ser humano. Y, aunque ahora es un ser humano, no olvida que es viento. Y cuando abre su boca, unas veces es brisa agradable; otras, huracán de palabra, hechos y gestos que arrasa y asola.
Eolo, que lo sabe, nos da un sabio consejo: «Procura ser brisa: ésa es tu misión como viento».
 
  • REFLEXIÓN: Sé con tus hechos, gestos y palabras suave brisa que a todos llegue, sin ofender, sin violentar, siendo amable y comprensivo. Piensa cuántas veces tus gestos o palabras llegan a los demás de forma hiriente, cortante, como huracanes que todo lo arrasan a su paso, y sé para todos suave y dulce brisa.

27 de octubre de 2016

EL CABALLERO DE LA MESA REDONDA

El joven rey Arturo fue sorprendido y apresado por el monarca del reino vecino mientras cazaba furtivamente en sus bosques. El rey pudo haberlo matado en el acto, pues tal era el castigo para quienes violaban las leyes de la propiedad, pero se conmovió ante la juventud y la simpatía de Arturo y le ofreció la libertad, siempre y cuando en el plazo de un año hallara la respuesta a una pregunta difícil. La pregunta era: «¿Qué quiere realmente una mujer?».
Semejante pregunta dejaría perplejo hasta al hombre más sabio y al joven Arturo le pareció imposible contestarla. Con todo, aquello era mejor que morir ahorcado, de modo que regresó a su reino y empezó a interrogar a la gente. A la princesa, a la reina, a las prostitutas, a los monjes, a los sabios y al bufón de la corte... En suma, a todos, pero nadie le pudo dar una respuesta convincente.
Eso sí, todos le aconsejaron que consultara a la vieja bruja, pues sólo ella sabría la respuesta. El precio sería alto, ya que la vieja bruja era famosa en todo el reino por el precio exorbitante que cobraba por sus servicios.
Llegó el último día del año convenido y Arturo no tuvo más remedio que consultar a la hechicera. Ella accedió a darle una respuesta satisfactoria a condición de que primero aceptara el precio: Ella quería casarse con Gawain, el caballero más noble de la Mesa Redonda y el más íntimo amigo de Arturo.
El joven Arturo la miró horrorizado: era jorobada y feísima, tenía un solo diente, despedía un hedor que daba nauseas a cualquiera, hacía ruidos obscenos... Nunca se había topado con una criatura tan repugnante.
Se acobardaba ante la perspectiva de pedirle a su amigo de toda la vida que asumiera por él esa carga terrible. No obstante, al enterarse del pacto propuesto, Gawain afirmó que no era un sacrificio excesivo a cambio de la vida de su compañero y la preservación de la Mesa Redonda.
Se anunció la boda y la vieja bruja, con su sabiduría infernal, dijo:
—Lo que realmente quiere la mujer es: «¡Ser la soberana de su propia vida!»
Todos supieron al instante que la hechicera había dicho una gran verdad y que el joven rey Arturo estaría a salvo. Así fue: al oír la respuesta, el monarca vecino le devolvió la libertad. Pero, menuda boda fue aquella,... asistió la corte en pleno y nadie se sintió más desgarrado entre el alivio y la angustia, que el propio Arturo.
Gawain se mostró cortés, gentil y respetuoso. La vieja bruja hizo gala de sus peores modales, engulló la comida directamente del plato sin usar los cubiertos, emitía ruidos y olores espantosos...
Y llegó la noche de bodas. Cuando Gawain, ya preparado para ir al lecho nupcial aguardaba a que su esposa se reuniera con él... ¡ella apareció con el aspecto de la doncella más hermosa que un hombre desearía ver!...
Gawain quedó estupefacto y le preguntó qué había sucedido. La joven respondió que como había sido cortés con ella, la mitad del tiempo se presentaría con su aspecto horrible y la otra mitad con su aspecto atractivo.
Entonces le preguntó cuál prefería para el día y cuál para la noche.
¡Qué pregunta tan cruel!... Gawain se apresuró a hacer cálculos...
¿Querría tener durante el día a una joven adorable para exhibirla ante sus amigos y por las noches, en la privacidad de su alcoba, a una bruja espantosa? O, por el contrario, ¿prefería tener de día a una bruja y a una joven hermosa en los momentos íntimos de su vida conyugal?...
¿Vosotros qué habríais preferido...? ¿Qué hubierais elegido...?
Gawain, tras mucho pensar, decidió que la dejaría elegir por sí misma.
Al oír esto, ella le anunció que siempre sería una hermosa dama, tanto de día como de noche, lo haría porque él la había respetado y le había permitido ser dueña de su vida.
 
  • REFLEXIÓN: Debemos respetar siempre el espacio individual de cada persona. Ser respetuosos con la personalidad y dignidad de cada ser humano. Cada persona tiene su propia valía por lo que es. Sólo somos dueños de nuestra propia existencia, pero no de la de los demás.

5 de octubre de 2016

LA VIOLETA Y EL CARDO

Cuentan de un santo que, al amanecer, comenzaba a hacer oración y para orar se ponía en una mano un cardo y en la otra una violeta.
Un día preguntaron al santo cuál era la razón de tal práctica. Y el santo contestó:
—El cardo me recuerda el orgullo. La violeta, la humildad.
—¿Por qué? –le volvieron a preguntar.
El santo respondió:
—El cardo es grande y se eleva altivo. No da frutos, tan sólo pinchos que se clavan como flechas hirientes cuando intentamos acercarnos a él. La violeta, en cambio, es una flor pequeña, sencilla, insignificante, pero muy olorosa. Lo mismo que la humildad: no se ve, pero se nota en el decir y en el obrar.
 
  • REFLEXIÓN: Todos deberíamos tener en cuenta al actuar estas dos posibles actitudes que pueden ayudar o destruir a una persona. Cada día tenemos que hacer el esfuerzo de no olvidar el disminuir nuestro orgullo para que pueda crecer la humildad.

30 de septiembre de 2016

UN LUGAR EN EL BOSQUE

Esta historia nos habla de un famoso rabino llamado: Baal Shem Tov.
Baal Shem Tov era muy conocido dentro de su comunidad porque todos decían que era un hombre tan piadoso, tan bondadoso, tan casto y tan puro que Dios escuchaba sus palabras cuando él hablaba.
Se había creado una tradición en aquel pueblo: todos los que tenían un deseo insatisfecho o necesitaban algo que no habían podido conseguir, iban a ver al rabino.
Baal Shem Tov se reunía con ellos una vez por año, en un día especial que él elegía. Y los llevaba a todos juntos a un lugar único que él conocía, en medio del bosque.
Y, una vez allí, cuenta la leyenda, Baal Shem Tov encendía con ramas y hojas un fuego de una manera muy particular y muy hermosa, y entonaba después una oración en voz muy baja, como si fuera para sí mismo.
Y dicen... Que a Dios le gustaban tanto aquellas palabras que Baal Shem Tov decía, se fascinaba tanto con el fuego encendido de aquella manera, amaba tanto aquella reunión de gente en aquel lugar del bosque... que no podía resistirse a la petición de Baal Shem Tov y concedía los deseos de todas las personas que allí estaban.
Cuando el rabino murió, la gente se dio cuenta de que nadie conocía las palabras que Baal Shem Tov decía cuando iban todos juntos a pedir algo.
Pero conocían el lugar del bosque y sabían cómo encender el fuego.
Una vez al año, siguiendo la tradición que Baal Shem Tov había instituido, todos los que tenían necesidades y deseos se reunían en aquel mismo lugar del bosque, prendían el fuego de la manera que habían aprendido del viejo rabino y, como no conocían sus palabras, cantaban cualquier canción o recitaban un salmo, o sólo se miraban, se daban la mano y hablaban de sus cosas en aquel mismo lugar alrededor de fuego.
Y dicen... Que a Dios le gustaba tanto el fuego encendido, le gustaba tanto aquel lugar en el bosque y aquella gente reunida sólo por amistad... que aunque nadie decía las palabras adecuadas, porque ya nadie las sabía, igualmente concedía los deseos a todos los que allí estaban.
El tiempo ha pasado y, de generación en generación, la sabiduría se ha ido perdiendo...
Y aquí estamos nosotros.
Nosotros no sabemos cuál es el lugar en el bosque. No sabemos cuáles son las palabras... Ni siquiera sabemos cómo encender el fuego como lo hacía Baal Shem Tov... Sin embargo, hay algo que sí sabemos.
Sabemos esta historia. Sabemos este cuento...
Y dicen... Que Dios adora tanto esta historia, que le gusta tanto, que basta que alguien la cuente y que alguien la escuche para que Él, complacido, satisfaga cualquier necesidad y conceda cualquier deseo a todos los que están compartiendo este momento.

  • REFLEXIÓN: Muchas personas unidas en un mismo deseo tienen la fuerza suficiente para mover el corazón de Dios. Cuando nos reunimos, en sinceridad y con amor, con otras personas nuestros deseos más íntimos llegan a Dios que es misericordioso y nos escucha. Esta unión de deseos, de inquietudes compartidas, de intereses comunes, nos sirve igualmente para luchar por cualquier causa social justa. Y sólo así, juntos, podemos mover el mundo y cambiarlo desde sus raíces.

21 de septiembre de 2016

LA VASIJA AGRIETADA

Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban en los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros.
Una de las vasijas tenía varias grietas, mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua al final del largo camino a pie, desde el arroyo hasta la casa de su patrón, pero cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del agua. 
Durante dos años completos, esto fue así diariamente. 
Desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines para los que fue creada. 
Pero la pobre vasija agrietada... estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque sólo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía que era su obligación. 
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguatero diciéndole:
—Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo puedes entregar la mitad de mi carga y sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir.
El aguador apesadumbrado, le dijo compasivamente: 
—Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.
Así lo hizo la vasija...
Y en efecto vio muchísimas flores hermosas a lo largo del sendero; pero de todos modos se sintió apenada porque al final, sólo quedaba dentro de sí la mitad del agua que debía llevar. 
El aguador le dijo entonces: 
—¿Te diste cuenta que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a todo lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado, y por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi maestro. Si no fueras exactamente como eres, incluidos tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza.
 
  • REFLEXIÓN: Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas, sus propios defectos. Todos somos como vasijas agrietadas, pero debemos saber que siempre existe la posibilidad de aprovechar nuestras grietas para obtener buenos y hermosos resultados. No te avergüences de tus defectos pues te hacen un ser único.

6 de septiembre de 2016

DESTRUIR O CREAR

Cuenta la tradición que en cierta ocasión un bandido llamado Angulimal fue a matar a un sabio. El sabio le dijo: 
—Antes de matarme, ayúdame a cumplir un último deseo: corta, por favor, una rama de ese árbol.
Angulimal le miró con asombro, pero resolvió concederle aquel extraño último deseo, y de un tajo el bandido hizo lo que el sabio le pedía. Pero luego el sabio añadió:
—Ahora, vuelve a pegar la rama al árbol para que siga floreciendo.
—Debes estar loco –contestó Angulimal– si piensas que eso es posible.
—Al contrario –repuso el sabio–, el loco eres tú, que piensas que eres poderoso porque puedes herir y destruir. Eso es cosa de niños. El verdaderamente poderoso es el que sabe crear y curar.
 
  • REFLEXIÓN: La bondad es infinitamente más poderosa que la violencia y la maldad. Lo realmente difícil es amar a quien nos hace daño. Hacer cosas positivas y generosas por los demás es más difícil, aunque más gratificante, que dedicarnos a difamar, destruir y hundir a otros.

1 de agosto de 2016

EL GRAN REGALO DEL REY

Había una vez un rey sabio y amado que se preocupaba mucho por sus súbditos y deseaba sólo lo mejor para ellos. Los súbditos sabían que el rey tenía un interés personal en sus asuntos y trataba de comprender cómo afectaban éstos a las decisiones de sus vidas.
De manera periódica, el rey se disfrazaba y vagaba por las calles, tratando de ver la vida desde la perspectiva de ellos.
Un día se disfrazó como un pobre aldeano y fue a visitar los baños públicos. Muchas personas allí disfrutaban de compañía y relajación. El agua de los baños se calentaba en un horno en el sótano, donde un hombre era responsable de mantener el nivel de comodidad del agua.
El rey llegó al sótano para visitar al hombre que, incansable, atendía el fuego.
Ambos hombres comieron juntos y el rey se hizo amigo del solitario encargado. Día tras día, todas las semanas, el rey iba a visitar al fogonero.
El hombre del sótano pronto se convirtió en algo muy cercano para su extraño visitante, porque bajaba al sótano donde se encontraba. Nunca nadie le había mostrado tanta preocupación y cuidado.
Un día el rey reveló su verdadera identidad a su amigo. Fue algo arriesgado, ya que temía que el hombre le pidiera favores especiales o un regalo. En lugar de eso, el nuevo amigo del rey lo miró a los ojos y le dijo: 
—Dejaste tu cómodo palacio para sentarte conmigo aquí, en este sótano caliente y húmedo. Comiste mi humilde comida y me mostraste de manera genuina que te preocupabas por lo que me ocurre. A otras personas podrías darles ricos regalos, pero a mí me has dado el mayor de todos. Me diste el regalo de ser tú mismo.
 
  • REFLEXIÓN: La preocupación y el desvelo por los demás nos hacen realmente seres maravillosos. Se trata de empatizar, de ponernos en la situación de otros, de sentir de verdad los problemas de los demás. Sólo en esos momentos es cuando ofrecemos nuestro mejor y mayor regalo: la autenticidad de ser nosotros mismos, de poder mostrarnos como somos realmente y dar con generosidad lo que hay de bueno en nuestro interior.

20 de julio de 2016

EL SATÉLITE

Giranto era un satélite y, como todos los satélites, giraba y giraba alrededor de su planeta sin mayor preocupación.
Cierto día sintió una fuerte atracción. Giranto no resistió, se dejó llevar y fue a parar a la órbita de otro planeta. Como Giranto nunca oponía resistencia, iba siguiendo la estela de todos los planetas. Al fin y al cabo, Giranto era un satélite, y girar y girar, su misión. A él que más le daba.
Giranto aún sigue girando y girando. El satélite ignora que no todos los planetas son iguales y que hay planetas buenos y planetas malos. O como dijo un afamado astrónomo: «siempre hay que seguir la estela del mejor astro».
¿Encontrará Giranto algún día su planeta?
 
 
  • REFLEXIÓN: En la vida no todo da lo mismo, hay que saber escoger un camino, aquél que te ayuda a seguir mejor tu vocación o misión. No te dejes llevar por cualquiera que aparezca en tu vida.

8 de julio de 2016

EL CUERVO Y EL CIELO

Una vez volaba un cuervo por el cielo llevando en su pico un trozo de carne. Otros veinte cuervos se pusieron a perseguirle y le atacaron sin piedad.
El cuervo tuvo que acabar por soltar su presa. 
Entonces, los que le perseguían le dejaron en paz y corrieron, graznando, en pos del trozo de carne.
Y se dijo el cuervo:
—¡Qué tranquilidad...! Ahora todo el cielo me pertenece.
 
 
  • REFLEXIÓN: ¿Cuáles son tus prioridades en la vida? Vivimos eternamente agobiados guardando nuestras pertenencias como si hubiera siempre un ladrón al acecho, y no pensamos que es desprendiéndonos de las cosas como encontramos la paz interior y la posibilidad de disfrutar de otras opciones. Esfuérzate por olvidar, o al menos minimizar, tu apego a las cosas.

3 de julio de 2016

EL ENCUENTRO DEL MONJE

Cuenta la historia que, un día, un monje recibió una llamada urgente: debería encontrarse con Dios en la cima de la montaña en que vivía, antes de ponerse el sol. Rápidamente el monje se puso en marcha montaña arriba... ¡No podía llegar tarde a semejante cita!
Pero a mitad de camino se encontró con un herido que pedía socorro. El monje casi sin detenerse le explicó que en ese momento no podía ayudarle, que Dios le esperaba en la cima de la montaña antes del atardecer. Volvería después de encontrarse con él y le ayudaría.
Poco después se encontró con un niño de la calle, más adelante con una anciana que vivía sola, y más tarde con un parado que no tenía nada que llevar a su familia. Todos necesitaban ayuda, y a todos dijo lo mismo, que no podía entretenerse porque tenía un encuentro con Dios en la cima de la montaña y no debía llegar tarde bajo ninguna excusa. A todos les dijo que volvería un poco más tarde...
Unas horas después, cuando el sol todavía brillaba en el horizonte, el monje llegó a la cima de la montaña... y desde allí sus ojos se pusieron a buscar desesperadamente a Dios. 
Pero Dios no estaba...
Algunos dicen que Dios se había ido a ayudar a aquel hombre que pedía socorro. Que le habían visto junto al niño, y junto a la anciana y también junto al parado.
Y hay quien dice que Dios era incluso el mismo herido, el mismo niño, la anciana, y el mismo parado que pedía ayuda.
 
  • REFLEXIÓN: ¿Dónde buscamos nosotros a Dios? Buscamos a Dios donde no está, porque sin duda él está en cada persona que sufre y lo necesita, justo aquellos a quienes nosotros tantas veces despreciamos. Buscamos a Dios en la oración, en la intimidad y Dios siempre está en las personas, en todo aquel que nos rodea y puede necesitarnos.

29 de junio de 2016

ESFUERZO

Un día, una pequeña abertura apareció en un capullo de gusano. Un hombre se sentó y observó a la mariposa por varias horas y cómo ella se esforzaba para que su cuerpo pasara a través de aquel pequeño espacio. De momento parecía que se había dado por vencida, pues no se veía ningún movimiento, y no parecía hacer ningún progreso. Parecía que había hecho más de lo que podía, y aun así, no conseguía salir. Entonces el hombre decidió ayudarla.
Tomó una tijera y con ella cortó el capullo para que la mariposa pudiese salir. La mariposa salió con una gran facilidad. Pero su cuerpo estaba atrofiado, muy pequeño y con las alas pegadas al cuerpo. El hombre continuó observando a la mariposa porque esperaba que en cualquier momento sus alas se fortalecieran, se abrieran con fuerza y fueran capaces de soportar su peso afirmándose con el tiempo.
Pero nada pasó.
En realidad, la mariposa pasó el resto de su vida arrastrándose con el cuerpo atrofiado y con las alas maltratadas y encogidas. Nunca fue capaz de volar. 
Lo que el hombre, en su gentileza y deseo de ayudar, no comprendía era que el capullo apretado y el esfuerzo necesario para salir por el pequeño agujero era el modo en que Dios hacía que el fluido del cuerpo de la mariposa fuese hacia sus alas de modo que estuviera lista para volar una vez que hubiese salido del capullo. 
 
  • REFLEXIÓN: Es el esfuerzo lo que justamente necesitamos en nuestras vidas. Sin esfuerzo nada que sea valioso se consigue. Si pasáramos por la vida sin ningún esfuerzo, sin ningún obstáculo, quedaríamos "incapacitados", "inválidos". No seríamos tan fuertes como podemos ser. Nunca podríamos volar. Por eso, cuando quieras ayudar a alguien, lo primero que tienes que hacer es respetar el espacio y el tiempo que la persona necesita para poder desarrollarse libremente. Es bueno ayudar, pero dejando que a quien ayudamos vaya desplegando sus alas, vaya formándose, vaya tomándose su tiempo para madurar y luchar por su propia vida.

23 de junio de 2016

SIN MEMORIA

Cuenta una vieja historia china que había una vez un hombre llamado Huan Zi, que había perdido completamente la memoria. Por la tarde, olvidaba lo que le habían dicho por la mañana; a la mañana siguiente, no recordaba lo que había hecho el día anterior. Cuando iba a algún sitio, no se acordaba dónde estaba y se olvidaba del camino de regreso. Había olvidado hasta como caminar o cuando sentarse.
Su familia estaba muy preocupada. No sabía qué hacer. Sufrían porque no los reconocía. Y aunque a Huan Zi se le veía en paz y feliz en su situación, estaban seriamente preocupados por él. Acudieron a adivinos y sanadores de todo tipo. De nada sirvió. El diagnóstico de los más prestigiosos médicos de la época, solía coincidir en que existía cierta desarmonía irrecuperable entre el hígado, los pulmones y el bazo, con afectación de los riñones y el corazón. Se declararon incapaces de curarle.
Un gran filósofo y erudito se ofreció para sanarlo. La mujer y los hijos de Huan Zi le prometieron pagarle lo que les pidiese, a cambio de su curación. El filósofo les dijo:
—No se puede remediar ni con hierbas, ni conjuros, ni con invocaciones, ni recurriendo a las medicinas ordinarias. Es un problema de su mente. Intentaré modificarla, cambiar sus pensamientos. Haré unas pruebas.
Acto seguido hizo que lo desnudaran y el enfermo reclamó la ropa; lo tuvo sin comer y exigió comida; lo dejó a oscuras y pidió la luz. Estas pruebas resultaban muy positivas. El filósofo dijo a la familia:
—Se puede curar la enfermedad. Sin embargo, mi método es caro y secreto.
Tras pactar el precio a cobrar, despidió a todos y se quedó en la casa a solas con el enfermo durante siete días.
Nadie supo qué hizo aquel hombre sabio, ni qué técnicas utilizó, pero lo cierto es que, en la mañana del séptimo día, Huan Zi tenía su mente curada.
Cuando la familia llegó a casa, llamados por el sanador, al verlos Huan Zi se puso a gritar, muy furioso, contra su hijo y contra su mujer. Quiso golpearles con un palo, y salió corriendo detrás del que le había curado, de forma que hubo de ser sujetado por sus vecinos que lo calmaron y le preguntaron por la causa de su gran enfado. 
Huan Zi les explicó: 
—Antes, con mi memoria perdida, estaba feliz, nada me preocupada, ni tan siquiera la existencia del cielo y la tierra. Estaba conmigo mismo, libre y vacío de todo lo demás. Ahora, al recobrarme, han regresado todas mis viejas preocupaciones, todas mis inquietudes, todos mis desasosiegos. Surgen en mi mente todos los logros y pérdidas, éxitos y fracasos, penas y alegrías, amores y odios. Ha desaparecido el silencio de mi mente. He dejado de ver las personas y las cosas como son, como están ahí, sin juzgarlas. Mi mente no se calla, ni un solo momento. 
Y, ya calmado, con lágrimas en los ojos, gritaba: 
—¡Quiero volver a vivir como antes, quiero mi memoria perdida, que alguien me ayude!
 
  • REFLEXIÓN: Un poco triste pero cierto que a veces nos gustaría no tener memoria para no recordar las cosas malas que nos suceden, vivir libres de los recuerdos tristes o angustiosos que en algún momento cargamos como piedras en nuestra espalda. Pero lo malo de perder la memoria es que se irían los malos recuerdos, pero también aquellos que nos hicieron disfrutar o nos proporcionaron un trocito de felicidad. Así que lo mejor será vivir con la memoria intacta, procurando que lo negativo no nos hiera demasiado y lo positivo permanezca siempre fresco en el recuerdo.

15 de junio de 2016

LA OVEJA PERDIDA

Una oveja descubrió un agujero en la cerca y se escabulló a través de él. Estaba feliz de haber escapado por fin. Anduvo errando mucho tiempo y acabó desorientándose.
Entonces se dio cuenta que estaba siendo observada y perseguida por un lobo. Echó a correr y a correr... pero el lobo seguía persiguiéndola. Hasta que llegó el pastor y la rescató, salvándola y conduciéndola de nuevo, con todo cariño, al redil.
Y a pesar de que todo el mundo le instaba a lo contrario, el pastor se negó a reparar el agujero de la cerca.
 
  • REFLEXIÓN: Cada uno tenemos que descubrir por nosotros mismos nuestros errores. Nadie puede andar el camino por nosotros, debemos descubrirlo nosotros, con sus buenos tramos y con sus obstáculos. Y así ir aprendiendo de los errores, de aquellas cosas que nos producen daño o sufrimiento, para en lo sucesivo y en la medida de lo posible, intentar evitar dichas circunstancias o situaciones.

31 de mayo de 2016

LA MANZANA PERFECTA

Apenas había concluido un hombre santo su alocución cuando un bromista sin modales de entre los asistentes le dijo:
—En lugar de tejer teorías espirituales, ¿por qué no nos muestras algo práctico?
El pobre hombre santo quedó absolutamente perplejo.
—¿Qué clase de cosa práctica quieres que te muestre? –le preguntó.
Satisfecho de haber mortificado al hombre santo riéndose de él,  y de causar impresión a los presentes, el bromista dijo con ironía:
—Muéstranos, por ejemplo, una manzana del Jardín del Edén.
El hombre santo tomó inmediatamente una manzana y se la presentó al individuo. 
—Pero esta manzana –dijo éste– está podrida por un lado. Seguramente una manzana celestial debería ser perfecta.
—Es verdad. Una manzana celestial debería ser perfecta –dijo el hombre santo–. Pero, dadas tus posibilidades reales, esto es lo más parecido que jamás podrás tener a una manzana celestial.
 
  • REFLEXIÓN: ¿Puede un hombre esperar ver algo perfecto con una mirada imperfecta? ¿O detectar la bondad en los demás cuando su propio corazón es egoísta?

2 de mayo de 2016

EL ZORRO Y EL LEÓN

En el país de la selva, imperaba la ley del más fuerte, por eso en ella reinaba el León. Carente de virtudes morales, huraño y perezoso, basaba su poder sólo en la fuerza, en sus poderosos músculos, en sus potentes garras, en sus feroces bramidos. Todo ello le servía para tener el control, (cuando rugía, a todo el mundo hacía estremecer). Por eso el alimento era cosa vital, no solo para el cuerpo, sino, básicamente, para sostener su reinado, tarea que día a día se le iba haciendo más difícil, dado que algunos animales, los más lúcidos, poco a poco iban descubriendo sus mañas y ya no eran presas fáciles de caer en sus garras. La realidad era que cada vez le iban quedando menos animalitos para procurarse sustento -entre esos estaban las cándidas cabras-. Ello convertía su necesidad de mantener su trono en un engorro permanente.
Un día caminaba por los montes un Zorro hambriento, relamiéndose los bigotes por unas cabras que a unos pasos veía inocentes jugar. Las cabras eran fáciles de capturar, porque eran tontas y tenían un despiste y curiosidad natural, pero se necesitaba fuerza y velocidad para no dejarlas escapar, cualidades que el Zorro, apesadumbrado reconocía, no las tenía.
En esas tristes cavilaciones se encontraba, cuando a lo lejos divisó al León, que aburrido entre las matas esperaba inútilmente que las cabras se acercaran a una distancia donde él pudiera propinar su zarpazo fatal. 
El Zorro distinguió su aburrimiento viéndolo contar las moscas que le revoloteaban por la nariz. Entonces los ojos se le iluminaron, inspirado tal vez por los silbidos de su panza, se le aguzó la imaginación y puso en marcha su astucia ponderable.
Cauteloso fue acercándose al León.
—¡Hola amigo León... Pobre, qué aburrido se le ve! –dijo, tratando que su voz sonara solidaria.
—¡Ya lo ves!... aquí estoy desde temprano, esperando que esas cabras imbéciles se acerquen hasta aquí! –gruñó el León.
—¡Bueno a mi no me va mejor con ellas... Las tengo cerca pero no tengo la fuerza ni la velocidad que usted tiene!... Por eso amigo, ¡creo que tengo la solución para el problema de los dos! –dijo el Zorro, mientras se le iba arrimando discretamente.
—¿Solución al problema de los dos? ¿Qué estás diciendo Zorro estúpido? –espetó con un bramido el León.
El León se encrespó y preparó las garras para propinar un escarmiento al insolente Zorro, pero se detuvo, pensó un instante, pensó en su hambre, pensó en el aburrimiento que tenía... y reflexionó:
—¿Qué pierdo con escuchar a este insensato? –se dijo para sus adentros– ¡Bueno, habla, que te escucho! -dijo, mientras cazaba al aire una mosca y se la engullía.
—¡Es fácil, muy fácil don León –respondió el Zorro, con tono convincente– ¡Mire, usted se queda quietecito y atento aquí mismo mientras yo me ocupo de llamar la atención de las cabras, las voy atrayendo hacia usted, y cuando las tenga a su alcance, ¡zas, ahí le da el salto y listo!... ¿Qué le parece la idea?
El León pensó un instante y creyó que no perdía nada con intentarlo y le dijo:
—Sólo una cosa más, Zorro, ¿qué pretendes a cambio?
—¡Pero, cómo pregunta eso!... No quiero nada más ni menos que lo que usted quiere. ¡Alimento! Y para mí en especial, el honor de comer de su misma mesa! –contestó muy ufano el Zorro.
—¡De acuerdo, trato hecho! –dijo el León y, con un apretón de garras, formalizaron la alianza.
Entonces el Zorro comenzó a desplegar sus habilidades más sibilinas. Se ubicó a una distancia donde pudieran verlo las cabras y ahí mismo empezó a dar brincos, saltos y más saltos y volteretas al aire. Trepaba hasta un árbol cercano y se dejaba caer colgando la cabeza a tierra mientras lanzaba su grito chillón, y siguió así hasta llamar la atención de todas las cabras que, curiosas, comenzaron a acercarse poco a poco a ver qué ocurría...
Ahí el Zorro arremetió con todo su repertorio, arreció con sus cabriolas mientras calculadamente se acercaba cada vez un poco más a los matorrales donde escondido aguardaba el León. 
Las cabras inocentes, cada vez más intrigadas, aleladas iban siguiendo los jugueteos del pillo Zorro. El León, mientras tanto, sin dar crédito a la astucia que comprobaba tenía su compinche, tensó sus músculos y concentró su atención al máximo, esperando atento el momento infalible. Cuando tuvo a su alcance una hermosa cabra y supo que no podía fallar, dio el salto y de un zarpazo la cazó y comenzó su faena. 
Contento el Zorro dio un aullido de victoria y quiso sumarse al festín, el León con un gruñido que heló la sangre, le dio un zarpazo que lo dejó quieto.
Sólo cuando se hubo saciado a más no poder, dejó unas sobras miserables que el Zorro, humillado, se dispuso a comer.
 
  • REFLEXIÓN: Cuidado con aquellos que hábilmente pretender engañarnos con sus artimañas, apariencias, palabrería, trucos y banalidades, porque, al final, pueden ser ellos los engañados.

23 de abril de 2016

EL PAÍS FLOTANTE

Kalipandia era un país que constaba de muchas islas. Próspero y más avanzado científicamente que sus vecinos, sus habitantes eran muy felices. El único problema parecía ser el congestionamiento, pues la población había crecido rápidamente, pero el mar fijaba límites a una posterior expansión.
Los científicos y planificadores trabajaron mucho, llegando al fin a dar con la solución: se construirían enormes pilares sobre el fondo del mar, lo suficientemente fuertes como para soportar gigantescas plataformas sobre las que se podrían edificar nuevas ciudades. En sólo unos meses los grandes recursos tecnológicos del país habían creado una silueta, tachonada de altos edificios, que comprendían colegios, escuelas, supermercados, fábricas, teatros e iglesias.
—¡Qué suerte tienen nuestros hijos! –exclamó uno de los profesores–. Ahora tenemos las mejores escuelas del mundo. Nuestros alumnos se convertirán en los científicos más avanzados.
—Ahora tenemos los mejores hospitales que existen –declaró uno de los médicos. Pronto se vencerán todas las enfermedades conocidas y nuestro pueblo seguirá siendo el más sano.
—Somos los más felices del mundo –le dijo Ted, uno de los obreros, a su patrono. Nuestro futuro está seguro, y ahora podemos dedicarnos a disfrutar de la vida a tope.
Algunas semanas después de la apertura oficial de varios edificios, Ted se encontraba descansando en playa cuando observó algo extraño. El mar parecía más alto de lo habitual, y las plataformas sobre las que se habían edificado las nuevas ciudades parecían más cerca de la superficie del agua. Temiendo que el fondo del mar pudiera hundirse, Ted corrió a informar a las autoridades. Pero uno de los ingenieros municipales rechazó terminantemente tal sugerencia.
—¡Tonterías! No tenemos absolutamente dato científico alguno que apoye esa absurda eventualidad. Nuestras ciudades han sido proyectadas por los mejores arquitectos del mundo y construidas por los mejores maestros de obras. No perdamos el tiempo, os ruego, hablando tontamente sobre el hundimiento del fondo del mar.
—Pero yo lo he visto con mis propios ojos –insistió Ted.
—Debes haber estado soñando. Haz el favor de dejarnos en paz –fueron las últimas palabras del ingeniero municipal.
Al salir del ayuntamiento, Ted decidió intentar otro procedimiento. Fue a uno de los hospitales, donde pidió a la recepcionista que pusiera en marcha algún tipo de evacuación para los pacientes. Se avisó inmediatamente a un médico. Este declaró que Ted estaba loco.
—¡Qué disparate! ¿Pero qué te ocurre? ¿Te parece que podemos trasladar a pacientes disminuidos como los nuestros sin razones mucho más poderosas que ésa?
Ted intentó entonces salvar a los niños de los colegios. Se le dijo que los colegios eran los mejores del mundo. La enorme cantidad de tiempo y de dinero empleados en ellos hacía inconcebible que pudieran hundirse alguna vez.
—Al menos –pensó Ted–, la gente ciertamente querrá salvar su dinero.
En consecuencia, intentó prevenir al personal de un banco local; pero sospecharon que intentaba crear confusión y pánico para poder cometer un robo. Llamaron a la policía, y Ted fue arrestado.
A la mañana siguiente en todo el mundo millones de personas leían los titulares de los periódicos: «¡Miles de ahogados! ¡Se hunde un país flotante!»
 
  • REFLEXIÓN: La principal enfermedad del mundo moderno es el colapso de la base misma de nuestra sociedad. Hallar remedios a tales males no sería más que una chapuza insostenible, en lugar de ello necesitamos reestructurar la sociedad desde sus mismos fundamentos, antes de que se desmorone por completo. Hay que hacer frente al reto planteado por la sociedad tecnológica, que, llevada sobre la ola de un progreso ilimitado y de la omnipotencia, se aleja hacia su propia destrucción. Necesitamos preparar (para caso de emergencia) los cimientos de un orden social nuevo, justo, equitativo y estable.

15 de abril de 2016

LOS DOS ANACORETAS

Un anciano yogui estaba meditando a la orilla de un río sagrado. Otro yogui más joven quería impresionarlo. Le gritó desde la orilla opuesta y empezó a cruzar caminando sobre las aguas, hasta llegar junto al anciano, que ni siquiera se inmutó.
—¿No te he dejado boquiabierto? –preguntó el joven.
—¿Cómo has conseguido ese poder? –preguntó el anciano.
El joven anacoreta dijo:
—En verdad, no ha sido fácil. He tardado doce años. He practicado mantras muy secretos, poderosos ejercicios de visualización, penitencias sin límite y una gran austeridad. Durante doce años he seguido una rigurosa ascesis en los montes Himalaya. A veces he estado durante varios días apoyándome sobre una sola pierna o he mantenido un brazo en alto durante horas.
—No dejas de sorprenderme –dijo el anciano.
—Luego te sorprendo, ¿verdad? –comentó con arrogancia y vanidad el joven–. Ya sabía yo que te asombraría.
—Sí, amigo mío, me asombra que hayas hecho tantos esfuerzos durante doce años para fortalecer tu ego siendo tan barato alquilar una barca para cruzar el río.
 
  • REFLEXIÓN: Con frecuencia gastamos nuestra energía intentando aumentar nuestra vanidad y nuestro ego con cosas totalmente inútiles. Nos enredamos en la autoimportancia y la soberbia que no produce más que satisfacción a corto plazo, pero insuficiente si verdaderamente se quiere ser feliz. Empleemos nuestro esfuerzo y energía en cosas realmente importantes que nos produzcan sabiduría y crecimiento real y no en banalidades.

21 de marzo de 2016

DE UNA EN UNA

En una puesta de sol, un amigo nuestro iba caminando por una desierta playa. Mientras andaba empezó a ver que, en la distancia, un joven se acercaba.
A medida que avanzaba, advirtió que era un nativo y que iba inclinándose para recoger algo que luego arrojaba al agua. Una y otra vez arrojaba con fuerza esas cosas al océano. Al aproximarse más, nuestro amigo observó que el joven estaba recogiendo estrellas de mar que la marea había dejado en la playa y que, una por una, volvía a arrojar al agua. Intrigado, el paseante se aproximó al joven para saludarlo.
—Buenas tardes, muchacho. Venía preguntándome qué es lo que haces.
—Estoy devolviendo estrellas de mar al océano. Ahora la marea está baja y ha dejado sobre la playa todas estas estrellas de mar. Si yo no las devuelvo al mar, se morirán por falta de oxígeno –dijo el muchacho.
—Ya entiendo –replicó mi amigo–, pero sobre esta playa debe haber miles de estrellas de mar. Son demasiadas, simplemente. Y lo más probable es que esto esté sucediendo en centenares de playas a lo largo de esta costa. ¿No te das cuenta de que es imposible que lo que puedas hacer sea de verdad importante?
El joven sonrió, se inclinó a recoger otra estrella de mar de la arena y, mientras volvía a arrojarla al mar, contestó:
—Por lo menos ¡para ésta sí que es importante!
A la mañana siguiente aquel hombre se dirigió a la playa, se reunió con el joven y los dos juntos continuaron devolviendo estrellas de mar al océano.
 
  • REFLEXIÓN: El mayor de los errores estriba en no hacer nada porque sólo podemos hacer poco. No actuamos porque creemos que con ello no vamos a cambiar el mundo... quizá no ayudamos a alguien en un preciso momento porque con eso no le vamos a solucionar la vida, pero lo realmente importante es lo que la ayuda puntual pueda suponer para esa persona, pues para ella sí es importante. Pensemos en el valor de la compasión y el trabajo en equipo y también en que cada uno es responsable de sus buenas o malas acciones.

3 de marzo de 2016

EL PÁJARO DE LA INDIA

Un comerciante tenía un pájaro de la India, país al que de vez en cuando viajaba para hacer negocios.
¿Quieres algo de la India? –preguntó el comerciante a su pájaro cuando iba a partir para aquel país.—Quiero mi libertad, pero puesto que no me la concedes, por favor, visita la jungla y a los pájaros de mi especie. Anúnciales que me tienes cautivo. Ése es mi ruego, mi súplica.
Aunque no quería desprenderse del exótico pájaro, el comerciante no tenía mal corazón. Quiso satisfacer al pájaro, fue a la jungla y anunció a las otras aves que lo tenía en cautiverio. Ante su extrañeza, un pájaro de la misma especie que el suyo cayó al suelo inconsciente y el comerciante lo dio por muerto y pensó: «Tanto le ha sorprendido el cautiverio de su familiar, que ha muerto de la impresión».
Tras efectuar sus negocios, el comerciante volvió a su país. Ni que decir tiene que, nada más verlo, el pájaro le preguntó si había anunciado su cautiverio a las aves de su misma especie.
—Así lo hice –declaró el comerciante–, pero tristemente uno de tus familiares, al escuchar la noticia de tu cautiverio, cayó muerto.
Apenas había acabado de hablar el comerciante, el pájaro enjaulado cayó sobre el suelo de la jaula.
—¡Pobre animal! –se lamentó el dueño–. Le ha impresionado tanto la noticia de la muerte de su pariente, que también se ha muerto.
Sacó al pájaro de la jaula y lo colocó en la ventana, dándolo por definitivamente muerto.
Entonces el pájaro, que había fingido su muerte (siguiendo el mensaje secreto de su familiar, que también había fingido la suya), huyó volando.
 
  • REFLEXIÓN: Hay que tener firmeza de carácter y habilidad para cuidar de nosotros mismos. Sólo el que sabe cuidarse a sí mismo es capaz de cuidar mejor de los demás; al sentirnos bien, compartiremos ese sentimiento de bienestar con los que nos rodean. Así la persona que se quiere a sí misma y cuida de sí misma no se permite estar a merced de los otros.

27 de febrero de 2016

AMOR, BIENESTAR Y ÉXITO

Una mujer salió de su casa y vio tres viejos con una larga y blanca barba sentados en el jardín. Ella no los conocía. Les dijo: 
—Yo no los conozco, pero deben estar hambrientos. Por favor pasen adelante y coman algo en mi casa.
—¿Está el hombre de la casa? –preguntaron a la mujer.
—No –dijo ella–, está fuera.
—Entonces no podemos entrar –replicaron ellos.
Por la tarde, cuando el marido regresó, la mujer le contó lo que había sucedido.
—Ve entonces afuera y diles que ya estoy en casa, e invítalos a pasar.
La mujer salió e invitó a los viejos a entrar.
—Nosotros no entramos a una ninguna casa juntos –replicaron ellos.
—¿Por qué? –quiso saber la mujer.
Uno de los viejos explicó:
—Su nombre es Bienestar –dijo señalando a uno de sus amigos, y señalando al otro– él es el Éxito, y yo soy el Amor.
Luego, añadió: 
—Ve a tu casa y discute con tu esposo cuál de nosotros quieren ustedes que entre en su casa esta noche.
La mujer entró a su casa y le contó a su esposo lo que los viejos habían dicho. El esposo estaba muy contento. ¡Qué agradable visita! y dijo:
—Siendo así invitemos a Bienestar, dejémoslo entrar y que llene nuestro hogar con riqueza y bienestar. 
La esposa no estuvo de acuerdo y replicó:
—Querido, ¿por qué no invitamos a Éxito?
La nuera de ambos estaba escuchando desde la otra esquina de la casa. Ella hizo su propia sugerencia: 
—¿No sería mejor invitar al Amor? ¡Nuestra casa estaría llena de amor!
—Deberíamos escuchar el consejo de nuestra nuera –dijo el esposo a la esposa–. Ve e invita al Amor para que sea nuestro huésped.
La mujer salió y preguntó a los tres viejos:
—¿Cuál de ustedes es Amor? Por favor, entra y sé nuestro huésped.
Amor se levantó y comenzó a caminar hacia la casa. Los otros dos también se levantaron y lo siguieron. La mujer, sorprendida, le preguntó a Bienestar y Éxito: 
—Yo solo invité al Amor, ¿por qué están ustedes entrando también?
Los tres viejos respondieron a la vez:
—Si hubiesen invitado al Bienestar o al Éxito, los otros dos hubiésemos permanecido fuera, pero como invitaron al Amor, a cualquier lugar que él vaya, nosotros vamos con él.
 
  • REFLEXIÓN: ¡Donde hay Amor, hay también Bienestar y Éxito! Porque el Amor es el don más grande y generoso que hay. Así pues, debes poner Amor en todas las cosas de tu vida y así te llegará el Bienestar y el Éxito... o cualquier otra cosa que necesites.

8 de febrero de 2016

EL GENIO DE LA LÁMPARA

El genio de la lámpara estaba tan harto de las continuas peticiones de su amo que un día se apareció a él y le dijo:
—He decidido concederte las tres cosas que desees pedirme. Después no volveré a concederte nada más.
Lleno de gozo, el amo hizo su primera petición sin pensárselo dos veces. Pidió que muriera su mujer para poder casarse con una mejor. y su petición fue inmediatamente atendida.
Pero cuando sus amigos y parientes se reunieron para el funeral y comenzaron a recordar las buenas cualidades de su difunta esposa, el amo cayó en la cuenta de que había sido un tanto precipitado. Ahora reconocía que había sido absolutamente ciego a las virtudes de su mujer. ¿Acaso era fácil encontrar otra mujer tan buena como ella?
De manera que pidió al genio que la volviera a la vida, con lo cual sólo le quedaba una petición que hacer. Y estaba decidido a no cometer un nuevo error, porque esta vez no tendría posibilidad de enmendarlo. Y se puso a pedir consejo a los demás. Algunos de sus amigos le aconsejaron que pidiese la inmortalidad.
—Pero ¿de qué servía la inmortalidad -le dijeron otros- si no tenía salud?
¿Y de qué servía la salud si no tenía dinero?
¿Y de qué servía el dinero si no tenía amigos?
Pasaban los años y no podía determinar qué era lo que debía pedir: ¿vida, salud, riquezas, poder, amor...?
Al fin suplicó al genio:
—Por favor, aconséjame lo que debo pedir.
El genio se rió al ver los apuros del pobre hombre y le dijo:
—Pide ser capaz de contentarte con todo lo que la vida te ofrezca, sea lo que sea.
 
  • RELEXIÓN: Difícil eso de conformarse y contentarse con lo que la vida nos da, pero una gran lección. No se trata de ser conformistas, es bueno luchar por tener cada día lo mejor, se trata de que la ambición no gobierne nuestra vida y nos haga ser infelices porque nunca estemos contentos con lo que tenemos.

6 de enero de 2016

EL AMOR NO PESA

Había una vez un arqueólogo en África. Vino a la India en peregrinaje; al Himalaya, particularmente a los templos y estructuras antiguas, los cuales son muy difíciles de alcanzar; y en aquellos tiempos mucho más. Mucha gente simplemente no volvía; se llegaba a través de pequeños senderos al borde de precipicios de 3.000 m. de profundidad, con nieves perpetuas. Tan sólo un pequeño resbalón y todo habría acabado. Ahora las cosas están mejor, pero en el tiempo del que estoy hablando era muy difícil.
El hombre iba cansado, aún llevando muy poco equipaje (porque llevar mucho equipaje a esas alturas se hace imposible); según el aire se va volviendo más fino, se hace más difícil respirar.
Delante de él, vio a una niña que no tendría más de diez años, cargando a un niño, muy gordito, sobre sus hombros. Ella iba sudando, respirando pesadamente, y cuando el hombre pasó a su lado le dijo:
—Niña, debes de estar muy cansada. Llevas mucho peso sobre ti.
La niña le respondió:
—Tú eres el que lleva peso. Esto no es un peso, esto es mi hermanito.
 
  • REFLEXIÓN: Ciertamente cuando queremos a una persona no notamos el peso de la responsabilidad que ello nos supone. El amor es el don más generoso y gratificante que existe. Cuando realmente amamos somos capaces de entregarnos sin el mayor esfuerzo, porque realmente el amor no pesa.