Cuenta la historia que, un día, un monje recibió una llamada urgente: debería encontrarse con Dios en la cima de la montaña en que vivía, antes de ponerse el sol. Rápidamente el monje se puso en marcha montaña arriba... ¡No podía llegar tarde a semejante cita!
Pero a mitad de camino se encontró con un herido que pedía socorro. El monje casi sin detenerse le explicó que en ese momento no podía ayudarle, que Dios le esperaba en la cima de la montaña antes del atardecer. Volvería después de encontrarse con él y le ayudaría.
Poco después se encontró con un niño de la calle, más adelante con una anciana que vivía sola, y más tarde con un parado que no tenía nada que llevar a su familia. Todos necesitaban ayuda, y a todos dijo lo mismo, que no podía entretenerse porque tenía un encuentro con Dios en la cima de la montaña y no debía llegar tarde bajo ninguna excusa. A todos les dijo que volvería un poco más tarde...
Unas horas después, cuando el sol todavía brillaba en el horizonte, el monje llegó a la cima de la montaña... y desde allí sus ojos se pusieron a buscar desesperadamente a Dios.
Pero Dios no estaba...
Algunos dicen que Dios se había ido a ayudar a aquel hombre que pedía socorro. Que le habían visto junto al niño, y junto a la anciana y también junto al parado.
Y hay quien dice que Dios era incluso el mismo herido, el mismo niño, la anciana, y el mismo parado que pedía ayuda.
- REFLEXIÓN: ¿Dónde buscamos nosotros a Dios? Buscamos a Dios donde no está, porque sin duda él está en cada persona que sufre y lo necesita, justo aquellos a quienes nosotros tantas veces despreciamos. Buscamos a Dios en la oración, en la intimidad y Dios siempre está en las personas, en todo aquel que nos rodea y puede necesitarnos.