5 de octubre de 2016

LA VIOLETA Y EL CARDO

Cuentan de un santo que, al amanecer, comenzaba a hacer oración y para orar se ponía en una mano un cardo y en la otra una violeta.
Un día preguntaron al santo cuál era la razón de tal práctica. Y el santo contestó:
—El cardo me recuerda el orgullo. La violeta, la humildad.
—¿Por qué? –le volvieron a preguntar.
El santo respondió:
—El cardo es grande y se eleva altivo. No da frutos, tan sólo pinchos que se clavan como flechas hirientes cuando intentamos acercarnos a él. La violeta, en cambio, es una flor pequeña, sencilla, insignificante, pero muy olorosa. Lo mismo que la humildad: no se ve, pero se nota en el decir y en el obrar.
 
  • REFLEXIÓN: Todos deberíamos tener en cuenta al actuar estas dos posibles actitudes que pueden ayudar o destruir a una persona. Cada día tenemos que hacer el esfuerzo de no olvidar el disminuir nuestro orgullo para que pueda crecer la humildad.