24 de diciembre de 2015

LOS DOS BEBÉS

En el vientre de una mujer embarazada se encontraban dos bebés. Uno pregunta al otro:
—Tú crees en la vida después del parto?
—Claro que sí. Algo debe existir después del parto. Tal vez estemos aquí porque necesitamos prepararnos para lo que seremos más tarde.
—¡Tonterías! No hay vida después del parto. ¿Cómo sería esa vida?
—No lo sé pero seguramente... habrá más luz que aquí. Tal vez caminemos con nuestros propios pies y nos alimentemos por la boca.
—¡Eso es absurdo! ¡Caminar es imposible! ¿Y comer por la boca? ¡Eso es ridículo! El cordón umbilical es por donde nos alimentamos. Yo te digo una cosa: la vida después del parto está excluida. El cordón umbilical es demasiado corto.
—Pues yo creo que debe haber algo. Y tal vez sea sólo un poco distinto a lo que estamos acostumbrados a tener aquí.
—Pero nadie ha vuelto nunca del más allá, después del parto. El parto es el final de la vida. Y a fin de cuentas, la vida no es más que una angustiosa existencia en la oscuridad que no lleva a nada.
—Bueno, yo no sé exactamente cómo será después del parto, pero seguro que veremos a mamá y ella nos cuidará.
—¿Mamá? ¿Tú crees en mamá? ¿Y dónde crees tú que está ella?
—¿Dónde? ¡En todo nuestro alrededor! En ella y a través de ella es como vivimos. Sin ella todo este mundo no existiría.
—¡Pues yo no me lo creo! Nunca he visto a mamá, por lo tanto, es lógico que no exista.
—Bueno, pero a veces, cuando estamos en silencio, tú puedes oírla cantando o sentir cómo acaricia nuestro mundo. ¿Sabes?... Yo pienso que hay una vida real que nos espera y que ahora solamente estamos preparándonos para ella.
 
  • REFLEXIÓN: Diríamos que esto se parece mucho a lo que tanto elucubramos acerca de lo que nos espera más allá de la vida, y la eterna discusión de si creemos o no en aquello que no vemos. Cada cual que piense y medite.

20 de diciembre de 2015

HUELLAS EN LA ARENA

Una noche tuve un sueño... soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y, en mi sueño, fueron pasando escenas de mi vida.
Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran las mías y las otras del Señor.
Cuando la última escena pasó delante mío, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas en la arena.
Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles de mi vida. Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor: 
—Señor, Tú me dijiste, cuando resolví seguirte, que andarías conmigo, a lo largo del camino, pero durante los peores momentos de mi vida, había en la arena sólo un par de pisadas. No comprendo por qué Tú me dejaste en las horas en que yo más te necesitaba. 
Entonces, Él, clavando en mí su mirada infinita, me contestó: 
—Mi querido hijo. Yo te he amado y jamás te abandonaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue, justamente allí, donde yo te llevé en mis brazos. Las pisadas que viste en la arena eran las mías marcadas por el peso de tu propio cansancio.
 
  • REFLEXIÓN: Nuestro Dios no nos abandona, siempre está atento a nuestras necesidades, para acogernos en sus brazos, y aunque a veces no notemos su presencia, siempre está ahí, a nuestro lado en los momentos difíciles.

8 de diciembre de 2015

LA VACA PACÍFICA

Está en la naturaleza del tigre ser agresivo como en la de la vaca ser pacífica. Un tigre iba siguiendo sigilosamente a una vaca para saltar sobre ella y devorarla en el momento oportuno, pero ésta se dio cuenta, se volvió y dijo:
—Amigo tigre, sé que me vas a matar.
—Así es, vaca, porque está en mi naturaleza matar.
—Pero te pido un favor. Tú eres un tigre orgulloso y no puedes defraudarte a ti mismo. Sé que me lo concederás. Tengo que dar de mamar a mi ternero, porque ya es la hora para ello y me está esperando en el establo. Le daré de mamar y te prometo que volveré.
El tigre vaciló unos instantes. Pensó: «Un hombre se puede defraudar a sí mismo, pero un tigre como yo, no». Repuso:
—Vaca, ve a alimentar a tu ternerito.
La vaca fue al establo, alimentó a su cría y le explicó que tenía que volver y entregar su cuerpo, como había prometido al tigre. El ternero no quería que se fuera, pero la vaca le explicó:
—Mi muy querido hijo, si también las vacas comenzamos a faltar a nuestras promesas, ¿qué será del mundo?
Le dio un lametón al ternero y se fue a buscar al tigre. Al verlo, le dijo:
—Sé que está en tu naturaleza matar, amigo mío. Así que aquí me tienes. Ahora este cuerpo te pertenece.
El tigre se quedó pensativo. Después de unos instantes, afirmó:
—Querida vaca, eres estupenda. Has cumplido tu promesa, incluso teniendo que abandonar a tu hijo y dar tu cuerpo. Ahora comprendo por qué eres tan pacífica: porque eres fiel a ti misma. No te comeré, al contrario, me has hecho sentir tanto afecto por ti que mi naturaleza ha cambiado. Te consideraré a partir de hoy mi hermana, y a tu ternero mi familia. Así que vete en paz.
 
  • REFLEXIÓN: Incluso el más fiero puede transformar su naturaleza y modificar sus pensamientos malvados. Un ser humano debería tener más aptitudes que un tigre, aunque también tendría que ser menos fiero que éste y no siempre lo es. El tigre y la vaca consiguieron respetarse a sí mismos, pero el ser humano no siempre lo hace. No siempre valora sus promesas y su lealtad. El hombre no siempre es como es, pero podría empezar a ser como quisiera ser. El andamiaje de nuestra psicología puede «desaprenderse» para mejorarse; pero no hay milagros, cambia el que se hace la firme resolución de cambiar y pone los medios oportunos para ello.

27 de noviembre de 2015

LAS ÚLTIMAS MALETAS

—Niños, ¿os falta todavía mucho? Nosotros vamos metiendo ya las cosas en el coche.
—¡Dejad espacio para las maletas que faltan!
—¡Cómo! ¿Todavía faltan más? Y entonces, ¿de quién son estas dos maletas que están aquí al lado de la puerta?
—Esas maletas también son nuestras, las hemos bajado antes. Pero aún nos hace falta llevar algo más.
—Pero, ¿a dónde pensáis que vais? ¡Si sólo salimos para quince días! ¿Qué más tenéis que llevaros?
—Aún no hemos bajado nuestra ropa.
—Y entonces, ¿qué hay en estas maletas?
—En una están nuestros ositos de peluche y en la otra van nuestras películas y libros favoritos.
—¿Os dais cuenta de que no podemos viajar con todo eso? No vamos a tener sitio en el coche ¡Y aún os falta la ropa, que es lo más importante! Las dos maletas que ya habéis bajado se van a quedar aquí, no nos las llevaremos.
—¿Ah, no? Pues sin nuestros ositos de peluche no nos vamos.
—Tenéis que elegir, todo no cabe en el coche. Y desde luego, a nosotros nos parece más importante que llevéis la ropa y que dejéis aquí los peluches.
—Pues a nosotros no ¿Cómo vamos a dejar a los ositos solos en esta casa vacía? Tendrán miedo.
—Pero como son muchos se harán compañía. Además, en el viaje se van a aburrir porque vamos lejos y hace calor, y a los osos no les gusta el calor. Lo mejor es que elijáis a uno de ellos para que a la vuelta les cuente a los otros lo que ha visto.
—Bueno, pero que podamos llevarnos al osito más grande.
—De acuerdo. Y como estaréis todo el día de paseo con el osito para que lo vea todo, las películas y libros sobran. ¡Ya vais a ver qué paisajes tan bonitos vamos a conocer!
—Bueno, si es así...
—Ya subo yo para ayudaros a hacer la maleta que os falta, porque si no me temo que vais a meter también los abrigos de invierno...
 
  • REFLEXIÓN: En la vida hay que saber priorizar, saber qué es lo que consideramos más importante llevar en nuestro interior para ofrecérselo a los demás. Debemos evaluar lo vivido de vez en cuando y reflexionar sobre lo que hemos podido meter en nuestra personal “maleta” de vivencias.

11 de noviembre de 2015

LA DISCUSIÓN

En el bosque habitaban el rey de los cuervos y el rey de los búhos, cada uno con su respectiva legión de cuervos y búhos. Siempre habían compartido la paz del bosque, pero cierto día los dos reyes se encontraron y empezaron a intercambiar impresiones. El rey de los cuervos preguntó:
—¿Por qué tú y tu legión de búhos trabajáis por la noche?
El búho, sorprendido, replicó:
—Sois vosotros los que trabajáis por la noche. Nosotros lo hacemos de día. Así que no mientas.
Y los dos reyes se enzarzaron en una discusión, convencidos ambos de que trabajaban de día. La discusión adquirió tal carácter de violencia, que la legión de cuervos y la de búhos se disponían a entrar en combate. Pero cuando la situación estaba llegando a su momento más crítico, apareció por allí un apacible cisne que, al enterarse de la disputa, dijo:
—Calmaos todos, queridos compañeros. –Y dirigiéndose a los reyes, añadió–: No debéis en absoluto pelear, porque los dos tenéis razón. Desde vuestra perspectiva, los dos trabajáis de día.
 
  • REFLEXIÓN: Muchas relaciones se destruyen o deterioran porque los que las forman no saben tener una perspectiva más amplia. La estrechez de miras y el aferramiento a las propias opiniones dinamitan muchas relaciones. La terquedad, el apego a los puntos de vista y la tendencia a imponerlos generan innecesarias disputas.

9 de octubre de 2015

EL DOMADOR

El discípulo preguntó al Maestro:
—Maestro: ¿cuál es el oficio más difícil que existe? ¿Acaso pescador? ¿Minero? ¿Astronauta?
El Maestro llevó su mano al hombro del joven y le dijo:
—El oficio más difícil del mundo es el de domador.
Sonó una carcajada ruidosa y el discípulo preguntó:
—¿Por qué crees que el oficio de domador es el más difícil?
—Porque todas las personas tenemos que ser domadores. No importa la edad; tampoco la condición.
El discípulo intervino de nuevo, algo guasón:
—Tiene gracia lo que dices. ¿Acaso el mundo es un circo?
El maestro meneó lentamente la cabeza en sentido negativo y contestó:
—No. El mundo no es un circo. Pero cada ser humano tiene que ser domador... de sí mismo. Su propio ser es la jaula. Las fieras son sus instintos, sus pasiones, sus apetitos, los sentimientos mal encauzados, su orgullo, su egoísmo, su necedad...
El discípulo le miraba atentamente y él prosiguió:
—Para ser persona, auténtica persona, el ser humano, hombre o mujer, niño, adolescente, joven, adulto o anciano tiene que olvidarse de su miedo e ir adquiriendo las cualidades que definen al buen domador...
—¿Y qué cualidades son ésas, Maestro?
—Esas cualidades son: valor, arrojo, decisión, verdad, conocimiento de la situación, dominio de sí mismo, respeto, confianza, razón, precaución, paciencia, atención, ilusión, sensatez...
El joven de nuevo le interrumpió:
—¿Sabes que jamás lo había pensado?
—¡Claro! Tu te imaginabas que los domadores sólo están en el circo y que con pericia, buen entrenamiento, una fusta y haciendo restallar un látigo se desvelaba todo el misterio de la doma y el control. Pero esa no es la realidad. Las fieras que se exhiben en el circo son demasiado mansas comparadas con las fieras que hay en la jaula de nuestro interior. El domador de su propio ser ha de estar siempre alerta e insistir una y otra vez; de lo contrario, al mínimo descuido, será devorado por sus propias fieras: fieras agresivas, exigentes, insaciables...
—Tiene que ser difícil ser domador. Pero, dime, ¿cómo se aprende a ser un buen domador? –dijo el joven intrigado. A lo que el Maestro contestó:
—Métete en tu propia jaula y busca la respuesta en tu propio interior.
 
  • REFLEXIÓN: Cada persona tiene que aprender a conocerse a sí misma, adivinar sus peores defectos para poder controlarlos y sus mejores cualidades para poder potenciarlas. Si no buscamos dentro de nosotros jamás aprenderemos qué es lo que debemos mejorar de nuestro carácter y qué debemos tratar de controlar.

21 de septiembre de 2015

CUANDO CAEN LAS HOJAS

—Jardinero –llamó la niña desde la valla del jardín– ¿por qué hay árboles que pierden su vestido de hojas en invierno, mientras otros se cubren del frío con las mismas hojas del verano?
—¿Por qué te lavas la cara cada mañana en el manantial? ¿Por qué arreglas tu lazo ante el espejo cada día cuando el sol se asoma por tu ventana?
El jardinero guardó silencio mientras la niña le observaba con una mirada inocente de extrañeza.
—El agua con la que lavas tu cara por las mañanas es diferente cada día –continuó el jardinero–. Y el lazo con el que adornas tus cabellos es el mismo cada día.
—No entiendo, señor.
El jardinero se acercó a la valla y, señalando los árboles del jardín, le dijo a la niña:
—No existe árbol que no pierda sus hojas. Unos desnudan sus ramas bostezando cada otoño, y otros dejan caer sus hojas poco a poco a lo largo del año, mientras hacen salir hojas nuevas que ocupan el lugar de las anteriores. Por eso a ti te parece que no cambian su ropaje verde.
—¿Y no sería más fácil tener siempre las mismas hojas, sin tener que hacer el esfuerzo de cambiarlas cada vez? –preguntó la niña mientras miraba un roble cercano.
—¿Acaso no te hace tu madre vestidos nuevos cada primavera para que estés más hermosa y puedas dejar de ponerte los viejos?
—Sí –respondió la niña mirándole a los ojos.
—Y cuando un vestido se te queda viejo, ¿qué hace tu madre con él?
—Lo convierte en trapos o en retales, para hacer colchas para mi cama.
—Pues, mira bien. Con las hojas viejas, los árboles hacen una colcha de retales a su alrededor, alimentando el suelo del que luego tomarán su sustento, y dando vida a otras plantas y animales.
Un gesto de alegre asombro se dibujó en la cara de la niña.
—¡Cuánto saben los árboles, jardinero!
Un estremecimiento recorrió la espalda del hombre, al contemplar los ojos inocentes de la niña.
—Sé, pues, sabia como los árboles, y cuando la vida te pida que dejes caer las viejas hojas de tu mente y de tu corazón, no dudes en hacerlo, para que tu alma pueda disponer de un vestido nuevo cada primavera.
 
  • REFLEXIÓN: Debemos aprender a ser como los árboles; ser sabios es saber desprendernos de aquellas ideas o prejuicios que nos perjudican a nosotros mismos y a los demás y no nos dejan renovarnos y evolucionar.

14 de septiembre de 2015

EL VENDEDOR DE GLOBOS

Eran las fiestas del pueblo. Un pueblo cualquiera, ni muy grande, ni muy chico. Habían venido vendedores ambulantes. Y entre los vendedores había llegado un vendedor de globos. Eran las diez de la mañana y no había vendido ningún globo. Claro, los chicos andaban escasos de dinero y entonces lo que preferían era comprar una chocolatina, cualquier cosa pero no un globo, que es de lo más inútil.
Entonces al hombre se le ocurrió una idea: sacrificar un globo. Agarró un globo rojo que tenía, y lo soltó. No faltó un chico que le dijera a su mamá:
—¡Mira! ¡Un globo!
—Ah, sí, se le habrá escapado al señor.
Al ratito el hombre soltó un globo verde y enseguida un globo blanco, que se empezaron a perseguir por el cielo. Y claro: ya todo el mundo empezó a señalarlos. Después soltó los globos más lindos que tenía: dos azules con uno amarillo al centro. Entonces, frente a todos esos globos que empezaban a subir hacia el cielo, pasando entre las ramas, todos los niños, empezaron a rodear al vendedor de globos y a pedir:
—¡Ah, yo quiero un globo, mamá...!
Bueno, la cuestión es que el tipo vendió todo el resto de los globos. Sacrificó cinco, pero vendió decenas.
Entre los niños había un niño negrito. El niño estaba triste, descalcito, con el pantaloncito roto, miraba a los otros chicos con lágrimas en los ojos. Y entonces el señor de los globos se dio cuenta del niño y le preguntó:
—Muchacho... ¿quieres un globo?
El chico al momento le respondió:
—Ah, no... 
—¿Cómo no?... Mira, te lo regalo. Elige el globo que más te guste y te lo regalo.
—No.
—Pero, ¿no quieres un globo?
—No.
—¿Entonces qué te pasa?
Y el chico se anima al verlo tan bueno y le dice al vendedor:
—Señor, si usted suelta ese globo negro que está ahí, ¿subirá tan alto como los otros globos?
Porque la cuestión no era tener o no tener un globo, sino ser o no ser como los demás.
Entonces el señor se emociona tanto que desata el globo negro y se lo entrega al niño diciendo:
—Haz la prueba.
El chico soltó el globo, y cuando vio cómo subía, empezó a saltar y cantar, feliz de que el globo negro también había subido a los cielos.
Entonces el hombre quedó tan impresionado que acercándose, le acaricia la cabeza, y le dice:
—Te voy a decir un secreto. Lo que hace subir para arriba al globo no es ni el color ni la forma, es lo que tiene dentro. Pero para que un globo suba al cielo hay que traer gas del cielo. Si yo lo lleno con gas del cielo entonces... subirá, subirá, subirá hasta el infinito.
 
  • REFLEXIÓN: Lo importante en la vida es lo que llevamos en nuestro interior, no importa que tengamos unas cualidades u otras, unas habilidades u otras; todos somos igual de importantes y válidos; lo que tenemos que hacer es intentar llenar nuestro interior de buenos pensamientos y acciones para poder elevarnos a lo más alto. Lo primordial en cada persona es lo que tiene en su interior, lo que realmente es.

9 de julio de 2015

LA MÁSCARA

Una princesa inteligente y hermosa, hija única del emperador de China, vivía en la corte del más poderoso señor. Cuando le tocó casarse, de acuerdo con su padre, decidió escoger marido entre todos sus súbditos. Quería el hombre más hermoso, más valiente y más extraordinario de todo el Imperio.
Se enviaron mensajeros a todos los rincones del país. Los jóvenes que creyeran reunir las cualidades requeridas podían presentarse en palacio un día señalado.
En una lejana provincia vivía un hombre muy hábil. No  era hermoso, sus rasgos duros revelaban claramente que era cruel y malvado. Era un ladrón y un asesino. Pero se le ocurrió una idea feliz.
Encargó al mejor fabricante de máscaras de China una que expresara la máxima belleza y bondad. En aquellos tiempos el arte de hacer máscaras estaba en su apogeo y el ladrón mismo quedó asombrado del resultado. En vez del rostro cruel y duro del asesino, sus rasgos eran los de un hombre a la vez dulce y noble. Expresaban poder y dignidad, fortaleza y honradez, amor y caridad. No le resultó difícil quedar seleccionado.
Al verlo, la princesa quedó impresionada. Sin dudarlo, lo escogió. Pero delicada como era, no quería obligar a nadie a ser su esposo a la fuerza. Lo llamó aparte.
Nuestro bandido enmascarado se encontró frente a un dilema. ¿Qué hacer? Decir no a la princesa era denunciarse a sí mismo y ser ejecutado. Si se casaba, sucedería lo mismo al ser descubierto. Maldijo el día en que se le ocurrió lo de la máscara. Pero una idea le vino a la mente: pedir un plazo de un año para reflexionar. A la princesa esto le agradó sobremanera.
¡Qué situación la del bandido! No podía escapar. Conocido en todas partes como el hombre más hermoso del Imperio, le tocó representar el papel de su personaje. Debía cuidar cada palabra que pronunciara, mostrarse lleno de elegancia y delicadeza, ser valiente. Aprendió la bondad y la generosidad que todos leían en su rostro. Comenzó a ser compasivo y piadoso, consolaba a los tristes... Pero veía bien claro la diferencia entre su máscara y su verdadero corazón malvado. ¡Imposible olvidar quién era en realidad! ¡Cuánta lucha y tensión, pues había que ser prudente! ¡Cuánta energía tenía que desplegar para desempeñar su papel de impostor! Su corazón se consumía de resentimiento. Cuando la gente agradecía su proceder o recibía alabanzas se sentía incómodo, pues no se le ocultaban sus íntimos sentimientos. Se horrorizaba de lo fácil que resultaba engañar a la gente.
El peor momento fue el de volver a ver a la princesa. Decidió decirle toda la verdad y asumir las consecuencias: las que fuesen. Se echó por tierra, la saludó y lloró contándole su engaño:
—Soy un bandido y me hice esa máscara tan sólo por contemplar el interior de este palacio; para ver a la princesa, famosa entre todas las mujeres del imperio. ¡Cuánto siento haber retrasado sus planes todo un año!
Se enfadó mucho la princesa, pero sintió mucha curiosidad ¿qué tipo de hombre se ocultaba bajo tal máscara? Le dijo entonces:
—Me engañaste, pero te pediré un favor y te dejaré libre. Quítate la máscara, déjame ver tu verdadero rostro y luego desaparecerás.
Temblando de miedo, el bandido se quitó la máscara. Al verlo, la princesa se enfadó y se enfureció:
—¿Por qué me has engañado? ¿Por qué llevas una máscara que reproduce exactamente tu verdadero rostro?
El impostor, confuso, negaba con la cabeza. La princesa le alcanzó un espejo. ¡Era cierto! Su rostro se había identificado con su máscara. Un año entero de lucha y sufrimiento por ser como su máscara lo había transfigurado. Había llegado a convertirse en lo que intentaba ser.
El final de la historia se parece a la de todos los cuentos. Se casaron y el bandido transformado fue el mejor y el más justo emperador de China que los siglos conocieron.
 
  • REFLEXIÓN: Esforzarse en ser mejores cada día hace que poco a poco en nuestro interior se obre el milagro de la transformación. Si verdaderamente queremos ser mejores llegaremos realmente a serlo.

30 de junio de 2015

EL HOMBRE AZUL

En una ciudad azul, donde todo era azul, debajo de un árbol azul, descansaba sobre el césped azul, un hombre azul todo vestido de azul.
El hombre azul se desperezó y abrió sus ojos azules al cielo azul. De pronto vio recostado a su lado a un hombre verde, vestido de verde.
El hombre azul, entre sorprendido y asombrado le preguntó:
—¿Y usted qué hace aquí?
—¿Yo? –contestó el hombre verde–. Me escapé de otro cuento porque allí me aburría.
 
  • REFLEXIÓN: Lo importante no es que cambiemos de manera de pensar o de percibir. Lo importante, es que seamos conscientes de que podemos cambiar, porque esa capacidad es parte de nosotros, siempre la tenemos y la podemos usar para adecuarnos al medio en el que estamos o a la realidad que vivimos en la actualidad. Lo fundamental es la capacidad de cambiar y no el cambio en sí.

12 de junio de 2015

TODOS CONTRA EL HOMBRE

Hace muchos años, todos los animales vivían en paz juntos en la selva. Un aciago día llegó un hombre a ella con un extraño instrumento y mató a un ciervo. Al día siguiente volvió y mató a un tigre. Desde entonces el hombre siguió matando, capturando y enjaulando a los animales, uno tras otro, hasta que finalmente estos celebraron una reunión para discutir el modo de defenderse de la crueldad del hombre.
El primero en tomar la palabra fue el elefante, porque era mucho más grande y más imponente que todas las demás criaturas.
—Mi táctica es atemorizar a la gente –dijo–. Cuando veo hombres, cargo contra ellos agitando mis orejas y levantando mis grandes colmillos amenazadores, pisoteándolo todo a mi paso y haciendo temblar la tierra.
Después del elefante habló el tigre.
—Yo creo que el ataque es la mejor forma de defensa –rugió–. Antes de que el hombre sepa lo que pasa, me encaramo y salto sobre él, sirviéndome de mis poderosas mandíbulas y de mis agudas garras para defenderme.
A continuación habló el ciervo con un tímido susurro:
—Mi seguridad está en la velocidad con que puedo correr. Apenas percibo el olor a hombre, echó a correr como el viento hasta desaparecer. Así nunca me puede atrapar.
—Yo detesto al hombre –silbó la serpiente–. Mi método es el más astuto de todos. Permanezco oculta en la hierba y soy feliz estando allí quieta y silenciosa durante horas sin fin. Cuando se aproxima un hombre, mi corazón grita venganza y le muerdo, hundiendo mis venenosos dientes en su carne y disfrutando con el dolor que le causo.
La tortuga parpadeó soñolienta y dijo:
—Mi método es muy simple. Me limito a retirarme hasta que pasa el peligro. Me he construido una concha espesa y protectora, que llevo siempre a mi espalda. Apenas diviso a un ser humano, me oculto dentro de mi concha, donde no puedo ver ni oír nada. Me siento muy segura allí adentro.
El perro meneó su cola, sonrió y dijo:
—Amigos, si tenéis un poco de paciencia conmigo, os diré por qué creo que estáis todos equivocados. Hemos de aceptar que existan los seres humanos, que vengan aquí y que sean superiores a nosotros. Constituyen una gran amenaza para nosotros, y es insensato pensar que podemos luchar contra ellos, asustarlos, huir de ellos o destruirlos. Por nuestro propio bien, aprendamos a obedecerles, a ser aliados y amigos suyos. Yo he decidido dejarme domesticar por ellos. Permaneceré en sus casas y les serviré; y aunque pierda mi libertad, al menos dispondré de un lugar caliente para dormir, de comida y de tranquilidad. Debemos ser prácticos en estas cosas, amigos míos.
El camaleón fue el último en hablar. Alzó su cabeza y miró con arrogancia a cuantos le rodeaban para decir:
—Sois unos necios hablando de atemorizarles, de atacarles, de escapar y de haceros amigos suyos. No necesitáis hacer ninguna de esas cosas si adoptáis mi método. Yo me limito a cambiar de color según la ocasión. No me importa cuántas veces tengo que cambiar. No me molesta mi aspecto o cuántas identidades tengo. Lo único que realmente importa es si deseas o no salvar tu piel.
 
  • REFLEXIÓN: Todos nos enfrentamos con dificultades, oposiciones y conflictos, y según nuestro carácter y temperamento optamos por diferentes estrategias para afrontar estos retos. No es posible aplicar una única estrategia a cada situación. Cada nuevo reto puede requerir una actitud diferente; sin embargo, cualquiera que sea la actitud que adoptemos, hemos de intentar ser constructivos, dignos, compasivos y racionales. Ahora eso sí, a diferencia del camaleón de la historia, lo único que no debemos cambiar, bajo ningún concepto, es nuestra identidad, lo que nos hace únicos.

1 de junio de 2015

¡NO PUEDO HACERLO, PAPÁ!

Un día, David y su padre estaban cavando en un huerto que había detrás de su casa, cuando tropezaron con una gran piedra.
—Tenemos que quitarla –dijo su padre.
—Yo lo haré –dijo David, deseando ser útil.
Empujó y jadeó hasta quedar sin aliento.
—No puedo hacerlo –dijo, admitiendo su derrota.
—Yo creo que puedes –respondió su padre–. Si intentas todo lo que crees que puedes.
David lo intentó de nuevo hasta que le dolieron los brazos y estuvo a punto de llorar.
—No puedo hacerlo –repuso–. De verdad que no puedo, papá. Lo he intentado con todas mis fuerzas y no se ha movido ni una pizca.
—¿Has hecho realmente todo lo que te parece que puedes hacer? –preguntó amablemente su padre. David asintió con un gesto; pero su padre movió la cabeza.
—No, hay una cosa que has olvidado hacer. Si lo haces, conseguirás mover la piedra.
—¿Qué es lo que he olvidado? –preguntó David confuso. Su padre sonrió.
—Tengo razón entonces –afirmó–. Podías haberme pedido que te ayudara; pero no lo hiciste.
—Papá, ¿quieres ayudarme? –preguntó David.
El padre y el hijo aunaron sus fuerzas y comenzaron a empujar. Lentamente, la piedra se movió hasta dejar libre el huerto. David se reía encantado.
—¡Lo hemos logrado, papá! –dijo.
 
  • REFLEXIÓN: Con frecuencia nos parece que tenemos que llevar nuestra carga solos, creemos que nuestras buenas obras nos pertenecen solamente a nosotros, pero en realidad podemos y debemos dejarnos ayudar por los demás. A veces los demás sólo esperan que les pidamos ayuda para compartir nuestro peso o vencer los obstáculos.

16 de mayo de 2015

UN ESPÍRITU CONTENTADIZO

Un dios hindú estaba tan harto de las continuas peticiones de su devoto que un día se apareció a él y le dijo:
—He decidido concederte las tres cosas que desees pedirme. Después no volveré a concederte nada más.
Lleno de gozo, el devoto hizo su primera petición sin pensárselo dos veces. Pidió que muriera su mujer para poder casarse con una mejor. Y su petición fue inmediatamente atendida. Pero cuando sus amigos y parientes se reunieron para el funeral y comenzaron a recordar las buenas cualidades de su difunta esposa, el devoto cayó en la cuenta de que había sido un tanto precipitado. Ahora reconocía que había sido absolutamente ciego a las virtudes de su mujer. ¿Acaso era fácil encontrar otra mujer tan buena como ella?
De manera que pidió al Señor que la volviera a la vida. Con lo cual sólo le quedaba una petición que hacer. Y estaba decidido a no cometer un nuevo error, porque esta vez no tendría posibilidad de enmendarlo. Y se puso a pedir consejo a los demás. Algunos de sus amigos le aconsejaron que pidiese la inmortalidad. Pero ¿de qué servía la inmortalidad –le dijeron otros– si no tenía salud? ¿Y de qué servía la salud si no tenía dinero? ¿Y de qué servía el dinero si no tenía amigos?
Pasaban los años y no podía determinar qué era lo que debía pedir: ¿vida, salud, riquezas, poder, amor...? Al fin suplicó al dios:
—Por favor, aconséjame lo que debo pedir.
La deidad se rió al ver los apuros del pobre hombre y le dijo:
—Pide ser capaz de contentarte con todo lo que la vida te ofrezca, sea lo que sea.
 
  • REFLEXIÓN: Muchas veces somos infelices porque nunca estamos satisfechos con aquello que la vida nos da; siempre aspiramos a más y más, y se nos pasa la vida pensando en todo aquello que no tenemos y que nos gustaría tener, sin darnos cuenta de lo felices que somos con lo que ya poseemos. Debemos aprender a valorar la vida sin más.

3 de mayo de 2015

EL ASNO SE HA IDO

Una noche, un viajero llegó a una pequeña ciudad, acompañado de un siervo y un asno cargado de mercancías. 
Delante de una posada, le dijo a su servidor:
—¡Vigila atentamente al asno, que yo voy a tomarme un vaso de leche!
Al entrar en la posada, vio a un grupo de sufís cantando y bailando juntos. Le invitaron a entrar en el círculo y le propusieron bailar con un típico canto de la tierra llamado: “El asno se ha ido”. Feliz de poder tomar parte en una actividad tan relajante, de buen grado aceptó la propuesta, se unió al grupo y empezó a bailar imaginando que el asno simbolizaba el ego del que hay que liberarse. Se puso a cantar y bailar con tal entusiasmo que hasta entró en trance.
Al cabo de un rato, cuando quiso reanudar su camino, se dio cuenta de que su asno había desaparecido. Furioso, reconvino a su servidor:
—Pero ¿qué has hecho, inútil y descuidado? ¡Te ordené que vigilaras el asno!
—He venido a avisarle de que querían robárselo –repuso el siervo apenado–, pero como le vi en el colmo de la felicidad cantando “El asno se ha ido. El asno se ha ido”... supuse que no le importaba y no quise insistir.
 
  • REFLEXIÓN: Así son los malentendidos, que a veces nos hacen perder hasta lo que más apreciamos por no aclarar las cosas cuando es necesario.

8 de abril de 2015

CUANDO EL NOGAL TRAE FRUTO

Había una vez una pareja de reyes jóvenes que acababan de celebrar su boda. Todo el reino estaba contento con el acontecimiento. Eran felices.
El rey y la reina se querían mucho y deseaban ardientemente tener un hijo. Al año de la boda llegó el primer niño.
El rey dijo a su esposa:
—Por el nacimiento de nuestro hijo déjame plantar un nogal. Así crecerán los dos fuertes y hermosos. Será el signo de que la vida es un crecer y madurar.
El matrimonio tuyo tres hijos. A cada nacimiento el rey plantada un nogal en el jardín de palacio. Con cada árbol expresaba un deseo especial para cada hijo.
Cuando nació el primero, dijo el rey:
—Deseo que sea fuerte, que tenga poder y grandeza, como el nogal.
Nació el segundo y habló así el rey:
—Que permanezca siempre lleno de actividad, con esperanza y alegría, como las hojas verdes del nogal.
Ante el árbol del tercero, el más joven, exclamó:
—Tú debes madurar y traer siempre fruto.
Los hijos se educaron para el poder, la fuerza, la sabiduría y el entendimiento. Con cada año que cumplían también el nogal crecía. Cada hijo hizo suyo el deseo de su padre, como regla de su vida.
El mayor dijo al rey:
—Padre, yo seré un rey poderoso, extenderé el reino, tendrá más terreno y será un magnífico reino.
Su padre dijo:
—Ya lo veremos.
Bajo su reinado hubo guerras y campañas. Creció su reino. Él mismo sentía temor cuando se veía magnífico en su grandeza y fuerza. Con su poder creció su soledad. El pueblo tenía gran angustia cuando estaba ante él. Por eso estaba solo, su corazón estaba triste y se sentía desgraciado. Durante las guerras y luchas, el nogal se secaba.
Le tocó reinar al segundo hijo y también quiso llenar los deseos de su padre, por eso le dijo:
—Quieres para mí vida y alegría y la tendré.
Llevaba muchos invitados a palacio para celebrar fiestas todos los días. Corría el vino, se reía mucho y se bailaba. Sin embargo, después de la fiesta se quedaba triste y solo. El dinero de la corte menguaba poco a poco. El heredero se consumía solo, disgustado y enfermo. También las hojas verdes de su nogal se marchitaban y se morían.
Le tocó reinar al más joven de los tres, pero no sabía cómo iba a llenar el deseo de su padre. Pensaba mucho sobre ello, se sentaba bajo el nogal y le preguntaba:
—¿Traeré buenos frutos? ¿Cómo puedo lograrlo?
Así, sentado debajo del nogal miraba hacia la magnífica copa del árbol y escuchaba el murmullo de las hojas para averiguar qué le decían.
—¿Qué me ha dado el árbol? Mis raíces se agarran profundas en la tierra, me dan fuerza y me alimentan. Tengo fiesta cuando la tempestad quiere arrastrarme y lo venzo. Alimento mi tronco con su agua, y también las hojas y el fruto... Tranquilizaré al rey, aprenderé a escuchar y mirar, y seguramente comprenderé los secretos que ahora no entiendo.
Al mismo tiempo supo que el árbol crecía hacia arriba. Le oía hablar y escuchó con atención lo que decía:
—Yo me extiendo en la tierra, amo la luz y el aire. Recibo cuanto necesito para la vida.
El joven supo de pronto que sólo puede madurar el fruto con la fuerza de la tierra y la bendición del cielo actuando juntas. Él también quería traer buen fruto. Se enderezó de un salto para empezar con lo que se proponía. Mucha gente necesitaba ayuda. Iba a ellos, les hablaba, curaba a los enfermos, llevaba pan a los hambrientos, consolaba a los que estaban tristes. Sobre todo tenía sus puertas abiertas a las gentes de su reino y éstas le decían:
—Nuestro príncipe vive entre nosotros, nos quiere mucho y bien.
Con frecuencia, después de trabajar mucho por su pueblo, estaba cansado. Entonces se sentaba debajo de su nogal y miraba hacia arriba. Entre las ramas del árbol veía el cielo, del que recibía fuerza y bendición para su trabajo.
Otras gentes siguieron su ejemplo, y una vida de ayuda y bienestar se extendió por todo el país. Cada vez que el príncipe iba a su nogal descubría un nuevo fruto en él. El nogal florecía, traía mucho fruto y nunca se marchitó. La gente descubrió pronto ese milagro y decía:
—Como el príncipe, su nogal trae todo el año buen fruto.
 
  • REFLEXIÓN: Cada persona tiene una misión en la vida que debe cumplir, una causa por la que debe luchar, pero sobre todo tiene que reflexionar sobre los frutos que va a ofrecer a la sociedad: si su vida va a ser o no ejemplo de bondad y ayuda para los demás, si su forma de ser anima, alienta y consuela a otros, o por el contrario sólo vive para sí mismo.

14 de marzo de 2015

EL FANTASMA DEL ORO

Al pasar un barbero bajo un árbol embrujado, oyó una voz que le decía:
—“¿Te gustaría tener los siete tarros de oro?”
El barbero miró en torno suyo y no vio a nadie. Pero su codicia se había despertado y respondió anhelante:
—Sí, me gustaría mucho.
—“Entonces ve a tu casa en seguida”, -dijo la voz-, “y allí los encontrarás”.
El barbero fue corriendo a su casa. Y en efecto: allí estaban los siete tarros, todos ellos llenos de oro, excepto uno que sólo estaba medio lleno. Entonces el barbero no pudo soportar la idea de que un tarro no estuviera lleno del todo. Sintió un violento deseo de llenarlo; de lo contrario, no sería feliz.
Fundió todas las joyas de la familia en monedas de oro y las echó en el tarro. Pero éste seguía igual que antes: medio lleno. ¡Aquello le exasperó! Se puso a ahorrar y a economizar como un loco, hasta el punto de hacer pasar hambre a su familia. Todo inútil. Por mucho oro que introdujera en el tarro, éste seguía estando medio lleno.
De modo que un día pidió al Rey que le aumentara su sueldo. El sueldo le fue doblado y reanudó su lucha por llenar el tarro. Incluso llegó a mendigar. Y el tarro engullía cada moneda de oro que en él se introducía, pero seguía estando obstinadamente a medio llenar.
El Rey cayó en la cuenta del miserable y famélico aspecto del barbero. Y le preguntó:
—¿Qué es lo que te ocurre? Cuando tu sueldo era menor, parecías tan feliz y satisfecho. Y ahora que te ha sido doblado el sueldo, estás destrozado y abatido. ¿No será que tienes en tu poder los siete tarros de oro?
El barbero quedó estupefacto:
—¿Quién os lo ha contado, Majestad? –preguntó.
El Rey se rió.
—Es que es obvio que tienes los síntomas de la persona a quien el fantasma ha ofrecido los siete tarros. Una vez me los ofreció a mí y yo le pregunté si el oro podía ser gastado o era únicamente para ser atesorado; y él se esfumó sin decir una palabra. Aquel oro no podía ser gastado. Lo único que ocasiona es el vehemente impulso de amontonar cada vez más. Anda, ve y devuélveselo al fantasma ahora mismo y volverás a ser feliz.
 
  • REFLEXIÓN: Atesorar cosas no nos hace más felices, al contrario, nos hace suspicaces, ruines, codiciosos y egoístas, y nos merma la capacidad de disfrutar de la vida y de lo que tenemos en el momento actual. El dinero, el poder, los bienes materiales no son más que fantasmas que nos vuelven infelices si no sabemos gastarlos de forma prudente y sensata. Con frecuencia descubrimos que las personas que menos tienen, que viven con lo justo, son realmente las más felices y las que menos están atadas a nada.

10 de febrero de 2015

LA CAMISA DEL HOMBRE FELIZ

Había una vez un rey que habiendo alcanzado un notable nivel de prosperidad y abundancia en los confines de reino, se sentía triste y desdichado. Su mayor deseo era el de encontrar a tan sólo un hombre sobre la Tierra que afirmara ser verdaderamente feliz. Una vez que lo hubiera encontrado pensaba pedirle su camisa para vestirse con ella. Albergaba la primitiva creencia de que vestido con la misma prenda del hombre feliz, de alguna forma experimentaría también su misma felicidad.
Lo primero que decidió fue llamar a todos los representantes de las escuelas y de las religiones del reino a fin de formularles una pregunta clave: ¿Es usted verdaderamente feliz? En caso de que alguno de ellos afirmase tal supuesto, el rey estaba dispuesto a entregar lo que fuese y vestir su camisa.
Uno a uno fue entrevistado personalmente por el monarca que, tras meses de trabajo, comprobó desanimado cómo ninguno de aquellos personajes se consideraba verdaderamente feliz.
El rey y su servidumbre viajaron entonces por todo el país, preguntando a infinidad de hombres y mujeres si conocían a alguien que se considerase feliz. Mucho camino recorrieron sin encontrar a nadie que afirmase tal posibilidad, hasta que, triste y desalentado, pensando que no había felicidad plena en ninguna parte, el rey ordenó el regreso a palacio.
Fue entonces cuando un anciano súbdito le relató que había oído hablar de una persona feliz que vivía próxima a los grandes bosques. El rey abrió sus ojos y pleno de esperanza envió a sus más fieles emisarios, colmados de oro y alhajas, en busca de aquel hombre tan raro, con el fin de conseguir y traer de vuelta su camisa a cambio de lo que pidiese.
Después de algunos días de viaje, los enviados encontraron por fin a este hombre que, según se decía, irradiaba paz y alegría. Tras saludarlo ceremoniosamente en nombre del rey, le preguntaron si se consideraba una persona verdaderamente feliz.
Aquel ser contestó:
—Yo soy el hombre más feliz del mundo.
Todos los presentes pudieron comprobar cómo su rostro, en verdad, reflejaba una intensa paz y sus ojos irradiaban una gran luz.
Así pues, le presentaron los cofres cargados de oro y alhajas, diciendo:
—Todo este incalculable tesoro te lo ofrece nuestro rey si tú le regalas tu camisa.
El hombre, mirándolos con estupor y sorpresa, les dijo:
—Muy gustoso te daría mi camisa, pero ya hace tiempo que no tengo.
La noticia de que el único hombre feliz que encontraron los mensajeros no tenía camisa dio al marajá motivo para reflexionar. Durante tres días y tres noches permaneció solitario. Y al cuarto día, hizo repartir entre el pueblo gran parte de sus riquezas... Y cuenta la leyenda que a partir de ese día se sintió de nuevo sano y feliz.
 
  • REFLEXIÓN: La escasez no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos y necesidades. Debemos aprender a «soltar» para evitar el ansia y el desasosiego. Para ser felices debemos desprendernos de las cosas materiales. Sólo llegaremos a rozar la felicidad si somos capaces de no atarnos a las cosas y bienes de este mundo.

22 de enero de 2015

EL ZORRO MUTILADO

Un hombre que paseaba por el bosque vio un zorro que había perdido sus patas, por lo que el hombre se preguntaba cómo podría sobrevivir. Entonces vio llegar a un tigre que llevaba una presa en su boca. El tigre ya se había hartado y dejó el resto de la carne para el zorro.
Al día siguiente Dios volvió a alimentar al zorro por medio del mismo tigre. Él comenzó a maravillarse de la inmensa bondad de Dios y se dijo a sí mismo: «Voy también yo a quedarme en un rincón, confiando plenamente en el Señor, y éste me dará cuanto necesito».
Así lo hizo durante muchos días; pero no sucedía nada y el pobre hombre estaba casi a las puertas de la muerte cuando oyó una voz que le decía:
«¡Oh tú, que te hallas en la senda del error, abre tus ojos a la verdad! Sigue el ejemplo del tigre y deja ya de imitar al pobre zorro mutilado».
 
  • REFLEXIÓN: No está mal dedicarse a la contemplación y esperar que la providencia nos resuelva la vida, pero es mejor ser activos, enfrentar de cara aquello que tenemos o podemos hacer y ponernos manos a la obra. Nada sucede solo si tú no estás dispuesto a luchar, a esforzarte y a comprometerte.