26 de diciembre de 2013

EL ÁRBOL, LAS RAÍCES Y EL SUELO

En medio del bosque se alzaba un árbol gigantesco, el más magnífico en muchos kilómetros a la redonda. Un día las raíces le dijeron al árbol:
—Es un hecho que todo el que te ve admira tu majestad y tu belleza. Tienes las hojas más lustrosas, las más hermosas flores y los frutos más dulces de todos los árboles del bosque. Con razón encomian tu esplendor, porque eres el más grande de todos los árboles. Pero, ¿no has pensado nunca en nosotras, tus raíces? Aunque nadie nos ve ni nos alaba, nosotras te damos la fuerza para que mantengas la cabeza erguida por encima de todos los árboles compañeros tuyos. Nosotras carecemos de forma y de belleza, sin embargo somos responsables de tu magnificencia. No poseemos ningún perfume propio, pero te procuramos la fragancia que exhalan tus polícromas flores. Aunque parecemos estériles, te proporcionamos la savia que produce tus abundantes frutos. En otras palabras, todo lo que eres es nuestro, querido árbol, porque un árbol es bueno en la medida en que lo son tus raíces.
Aquí terció el suelo:
—Querido árbol y queridas raíces, ¿no os percatáis de que es el suelo –el menos conocido y alabado– el que en realidad os da todo lo que tenéis y hace que seáis lo que sois? Sin mí no habría árbol ni raíces. Yo os sostengo a ambos con mis amorosos brazos. En mis abrazos encontráis alimento, seguridad y fuerza. Yo soy el único que os mantiene firmes. Os doy agua y vitalidad. Todos vosotros, raíces, tronco, ramas, hojas, flores y frutos, habéis nacido de mí. Todo lo que sois me debe su calidad a mí, el suelo.
 
  • REFLEXIÓN: “Ningún hombre es una isla”. Este conocido dicho refleja el hecho de que todos dependemos unos de otros, de nuestra familia, nuestra cultura y nuestra sociedad, que nos proporcionan un medio en el que podemos florecer y desarrollarnos. Nadie es hijo de su propio esfuerzo, somos obra de las circunstancias de nuestra vida. Por último destacar que para que un cambio sea efectivo, hemos de trabajar por cambiar el suelo en el que estamos arraigados, no basta con cambiar las apariencias externas.

10 de diciembre de 2013

LA ESCUDILLA DEL MENDIGO

Chandrakant era un mendigo indio que se tenía por el último de todos. «No valgo para nada», solía repetirse a sí mismo. «Soy un inútil, un parásito. Nadie me quiere ni nadie me querrá jamás».
La única cosa que de veras llamaba suya era su sucia y vieja escudilla de pedir, que jamás se apartaba de su lado y que constantemente ponía delante de todo el que creía que probablemente le daría dinero.
A veces lo hacía tímidamente, del todo consciente de su insuficiencia. Otras veces la ponía descarada y hasta rencorosamente delante de ciertas personas, especialmente si sentía envidia de ellas. Esto lo sentía con frecuencia, por lo cual experimentaba satisfacción más que vergüenza en aceptar la caridad.
A menudo entraba en las tiendas, pidiendo a dueños y clientes indistintamente que le dieran una limosna.
Un día entró en una tienda de objetos curiosos y puso su pesada y vieja escudilla de mendigo ante las narices del propietario:
—Por favor, se lo ruego. Tenga compasión de mí. Sólo lo preciso para un pedazo de pan. Tengo hambre. Tenga piedad de mí.
El dueño se quedó mirando la sucia escudilla del mendigo. Por último se la cogió a Chandrakant, diciendo:
—Deja que examine más de cerca esa sucia escudilla tuya.
—Por favor, señor, –exclamó el mendigo–, déjemela... es lo único que tengo...
—Sólo un minuto –le interrumpió el propietario de la tienda–. Eres tú un extraño mendigo. Tienes tú más que yo.
—Por favor, señor, no se burle de mí. Sólo deseo...
—Lo digo en serio. Tú no eres un pobre. Esa escudilla tuya tan grande... ¿Por qué no la vendes? Es de puro oro macizo.
 
  • REFLEXIÓN: Tenemos una pobre imagen de nosotros mismos, somos más conscientes de las limitaciones. La mayoría de los problemas emocionales y psicológicos proceden de una pobre imagen propia, porque realmente no nos valoramos. Tenemos que hacer un esfuerzo por recobrar el respeto, la estima y la confianza propias, y creer en nuestro valor intrínseco, descubriendo las fuerzas y talentos ocultos, para poder descubrir y erradicar cualquier complejo de inferioridad y otros mecanismos de frustración que actúan en la psique. Si nos sentimos inferiores siempre desempeñaremos ese papel, debemos mejorar la percepción que tenemos de nosotros mismos, nos sentiremos mejor y actuaremos más afirmativamente.

27 de noviembre de 2013

EL CAMINO INTRANSITADO

Oculta entre las montañas en una región lejana había una aldea. A la entrada había tres caminos, y donde se bifurcaban había tres señales. Una decía: «Al mar»; otra: «A la ciudad», y la tercera: «A ningún sitio».
Desde que se tenía memoria, la gente sólo había ido por los dos primeros caminos. Nadie se había atrevido a seguir el camino que llevaba «A ningún sitio». Estaba desierto e intransitado.
Juanita, una chica de la aldea, no dejaba de hacer la misma pregunta a los aldeanos:
—¿A dónde va el camino que lleva a ningún sitio?
Invariablemente recibía la misma respuesta:
—A ningún sitio.
Los aldeanos temían por la seguridad de la pequeña y le dijeron:
—No tomes nunca ese camino. Es muy peligroso. Nadie ha tenido jamás el valor de seguirlo.
Pero Juanita pensaba para sí: «Si hay un camino, debe conducir a algún sitio».
Un día, Juanita se escabulló de la aldea y tomó furtivamente el camino prohibido. Caminó y caminó atravesando colinas y valles, corrientes y cascadas, bosques y desiertos. Seguía adelante sin cesar, hasta que comenzó a pensar que los aldeanos estaban en lo cierto. El camino no conducía realmente a ningún sitio.
De pronto un día divisó un perro, y se dijo: «Si hay un perro, debe haber una casa o al menos alguna persona cerca».
Entre el miedo y la esperanza, siguió al perro. La condujo a un sendero hasta una casa oculta entre una frondosa arboleda. En la casa vivía una anciana. ¿Quién era? ¿Un hada o un espíritu benévolo? ¡Quién sabe!
—Ven, pequeña –le dijo la anciana a Juanita–. Entra en mi casa. Es hermosa y está llena de tesoros. Durante muchos, muchísimos años he estado esperando que alguien me visitara.
Le enseñó a Juanita su mansión llena de raros y preciosos tesoros.
—Coge todo lo que quieras, pequeña –le dijo–. Todo lo que poseo es tuyo sólo con que lo pidas. Es tu recompensa por haber tenido el valor de tomar el camino que lleva a ningún sitio. Durante todos estos años he estado esperando, pero nunca nadie se atrevió antes a hacer el viaje.
Cargada de oro y de joyas, Juanita se despidió de la bondadosa anciana. El perro la llevó hasta el camino, y ella se volvió a la aldea.
Mientras, los aldeanos habían sospechado que Juanita les había desobedecido y que había tomado el camino prohibido. Ansiosos e inquietos, estaban convencidos de que alguna terrible desgracia le había ocurrido y que no volverían a verla. Se quedaron asombrados al verla llegar por el camino con su preciosa carga de tesoros. Confiadamente les contó la verdad sobre el viaje, mientras ellos escuchaban maravillados y atónitos. Pronto un tropel de aldeanos tomó el camino hacia ningún sitio, ambicionando la recompensa que les esperaba. Caminaron durante días y noches sin detenerse a descansar hasta que llegaron a ningún sitio. No encontraron el pequeño perro, ni la casa, ni a la amable anciana. Se volvieron a la aldea llenos de amargura y contrariedad, maldiciendo a Juanita y acusándola de mentirosa y falsa.
Juanita movió la cabeza y dijo tranquilamente:
—Es cierto que allí hay un tesoro que se puede encontrar, pero sólo para los que se atreven a tomar el camino que conduce a ningún sitio.
 
  • REFLEXIÓN: No hay logros sin riesgos. No se puede tachar de fracasado a quien osa seguir un camino que otros no han practicado. Los verdaderos fracasados son los que no lo intentaron. Cuando un pionero triunfa, se le recuerda como un descubridor; los que no triunfan son recordados como locos y fracasados por los que no se atreven a viajar por caminos intransitados.

11 de noviembre de 2013

PELEA DE COLORES

En cierta ocasión, los colores comenzaron a pelearse. Cada uno quería ser el más importante.
El verde alegaba que era el color de la vida y la esperanza y el más repartido en la naturaleza.
El azul reivindicaba ser el color del agua y del cielo, del mar y de la paz.
El amarillo decía ser el color de la alegría, del sol y de la vitalidad.
El naranja pretendía ser el color de la salud, de la vitamina y de la fuerza. Sólo había que pensar en las naranjas, mangos, zanahorias y calabazas.
El rojo subrayaba su fuerza y valor, su pasión y su fuego.
El púrpura subrayó que era el color de la nobleza y del poder.
El añil hacía notar que era el color del silencio, de la reflexión, de la oración y del pensamiento profundo.
La lluvia observó la disputa e intervino con su fuerza.
Los colores se acurrucaron entre sí y se fundieron en uno.
Cuando cesó la lluvia se desplegaron en forma de arcoíris y todos y cada uno de ellos lució su belleza y se dieron cuenta de la belleza del conjunto.
 
  • REFLEXIÓN: Nadie es una isla... nadie puede vivir aislado de todo y de todos por muy importante o imprescindible que se sienta. Es en la unidad donde mejor se puede observar la diversidad, lo que nos diferencia de los demás, donde cada cual puede mostrar aquello que más le caracteriza o mejor sabe hacer, pero siempre poniéndolo al servicio del conjunto.

20 de octubre de 2013

LAS GOLONDRINAS

Los días se hacían más cortos y más fríos. Las golondrinas sentían el impulso de marcharse en busca de países más cálidos, donde hubiera más sol. Decidieron dejar este paisaje ahora desolado, donde las flores se ajaban y los árboles se quedaban sin hojas.
—¿Irse adónde? –preguntó una de las golondrinas más sabias–. ¿Por qué tenemos que dejar este lugar?
—Porque hemos de encontrar un sitio más caliente donde poder anidar –contestaron a coro algunas de sus amigas.
Pero la golondrina sabia no terminaba de convencerse:
—¿A qué distancia está ese país cálido del que habláis? ¿Y cuánto creéis que nos llevará llegar allí?
Las otras no podían decirlo con seguridad, pero insistían en que debían irse lo más pronto posible, antes de que fuera demasiado tarde.
—No esperaréis a que deje este hermoso nido que he construido sólo para ir en busca de una remota posibilidad de encontrar un sitio mejor –prosiguió la sabia y reflexiva golondrina, exponiendo su estrategia de una manera racional y rehusando dejarse influir por los instintos de sus amigas.
—Bien, evidentemente no podemos convencerte –dijo una de ellas–, pero nosotras nos vamos inmediatamente. Interiormente, todas sentimos la llamada, y nuestros corazones siguen diciéndonos que nos vayamos. Me temo que debemos dejarte aquí, si no quieres venir y unirte a nosotras.
La golondrina razonable se negó a partir. Cuando las demás se hubieron ido, siguió convencida de que había hecho lo mejor. Hubiera sido una locura confiar meramente en sentimientos interiores sin ninguna prueba positiva. Además, ella podía hacer más caliente su confortable nido, y enseguida comenzó a recoger más plumas y trozos de algodón para protegerlo contra los riesgos del frío.
Orgullosa de su restaurado nido, se instaló para resistir la entrada del invierno, creyendo aún que las otras habían sido unas necias al marcharse sin saber concretamente adónde iban. El refuerzo de protección la mantendría seguramente a salvo. Y así se demostró, a pesar de que los días se hacían más cortos y las noches se volvían más frías. Entonces, de repente, comenzó a nevar; pero nuestra razonable y sensata golondrina permaneció caliente en su confortable nido. Convencida, por último, de que estaba a salvo de los zarpazos del invierno, se preguntaba si sus amigas habrían tenido tanta suerte en su fatigoso e imprevisto viaje a lo desconocido.
Mas, como todo estaba cubierto de nieve, el alimento comenzó a escasear. Era imposible encontrar una migaja ni un gusano. Se fue debilitando, volviéndose cada vez más lánguida, hasta que al fin se vio reducida sólo a las plumas y los huesos. Juntamente cuando la nieve comenzaba a derretirse y asomaban los primeros brotes, la vida de la golondrina se extinguió finalmente.
Sus necias e irracionales amigas, que no habían sabido hacer nada mejor que obedecer a la voz interior de su instinto, volvieron pocas semanas después. Una vez más les esperaban días felices; en cambio, su razonable amiga, contraída y mustia, yacía muerta en su confortable nido.
 
  • REFLEXIÓN: Todos tenemos la necesidad de discernir en la vida, de buscar cuál es nuestra vocación. Debemos confiar en nuestros instintos interiores, nuestros sentimientos y aceptarnos como realmente somos. Por otro lado hay que reflexionar sobre los peligros de “racionalizar” todo lo que no encaja dentro de nuestras categorías racionales y, a pesar de todo, ofrece sentido. También hay que aprender a leer los signos de los tiempos que a veces exigen que dejemos nuestros “cómodos nidos”, los intereses creados y el pequeño mundo de nuestro ego.

6 de octubre de 2013

LA CARAVANA

Una caravana del desierto marchaba penosamente por un terreno árido, polvoriento y pedregoso. Todos sus componentes tenían fe absoluta en su guía, y confiadamente dejaban en sus manos todas las decisiones. Especialmente les complacía cuando, debido al intenso calor del día, decidía que viajarían sólo de noche y que dormirían durante el día.
Una noche, en una jornada particularmente agotadora, el guía exclamó de pronto:
—¡Alto! Nos detendremos aquí un momento. Como veis, estamos cruzando en este momento un terreno muy pedregoso. Quiero que os agachéis y cojáis todas las piedras y guijarros que podáis. Si llenáis vuestras bolsas de ellas, podréis llevároslas a casa. Ea, deprisa –prosiguió, dando palmadas–, sólo tenéis cinco minutos antes de reemprender la marcha.
Los viajeros, que únicamente deseaban un prolongado descanso y otro dulce sueño, creyeron que su guía se había vuelto loco.
—¿Piedras? –dijeron–. ¿Qué se cree que somos? ¿Un atajo de camellos o de mulos?.
Solamente algunos de ellos hicieron lo que el guía había sugerido, metiendo unos cuantos puñados de piedras en sus bolsas.
—Bueno, basta –dijo el guía–. En camino de nuevo.
Mientras continuaban su pesado camino durante el resto de la noche, todos se encontraban demasiado cansados para molestarse en hablar; pero todos seguían preguntándose qué podrían significar las extrañas órdenes de su guía.
Cuando el sol se alzó sobre el horizonte, la caravana se detuvo de nuevo y plantaron todas las tiendas. Los pocos viajeros que habían cogido algunas piedras pudieron ahora verlas por primera vez. Con exclamaciones de asombro, comenzaron a gritar:
—¡Santo Dios! Son todas de diferentes colores. Todas brillan y resplandecen. Realmente son piedras preciosas y gemas.
Pero esta sensación de júbilo pronto dio paso a otra de depresión y abatimiento:
—¡Ojalá hubiéramos tenido la cordura de seguir las órdenes del guía y hubiéramos cogido todas las piedras que hubiéramos podido!.
 
  • REFLEXIÓN: Tener conciencia de que la vida es un viaje, aceptando las fatigas y sufrimientos. Confiar en los guías que aparecen en el viaje de la vida. Ir por la vida con alegría, paz y esperanza, ya que no caminamos solos, sino como pueblo, guiándonos y apoyándonos unos a otros. Debemos seguir adelante, no renunciar. No podemos acampar donde nos guste, valor del sacrificio.

19 de septiembre de 2013

EL PÁJARO EN EL POZO

Había una vez un pájaro de brillante plumaje y fuertes alas, que se pasaba los días volando sobre las copas de los árboles encantado de su libertad.
Un día se cayó a un pozo fuera de uso. El pozo era tenebroso y profundo; pero estaba seco, y el pájaro quedó ileso. Fue bajando y bajando hasta tocar el fondo, donde permanecía sin hacer nada para intentar escapar, limitándose a compadecerse.
—Ciertamente voy a morir aquí abajo -gemía-. ¡Qué pájaro tan pobre e infeliz soy! ¿Qué es lo que he hecho para merecer tal suerte?”
Cuanto más consideraba su apurada situación, más se convencía de que otro tenía la culpa de que él se encontrara en el fondo del pozo.
—Yo no tengo la culpa. La culpa es primeramente del estúpido que cavó el pozo -dijo-. Alguien debería haber tapado la boca, y entonces no habría caído dentro. ¿Por qué no me avisó nadie del peligro de volar demasiado bajo por encima de los pozos abiertos? Yo no tengo la culpa de todo eso.
Comenzó a gritar pidiendo ayuda a los transeúntes.
—¡Ayuda... ayuda... ayuuuuuuda! Por favor, ayudadme. Ayudadme a salir de aquí.
La gente miraba dentro del pozo.
—Tienes alas; puedes volar -dijeron-. ¿Por qué no intentas ayudarte tú mismo?
—Si intento volar aquí abajo me lesionaré -gemía el pájaro-. Podría rozarme las alas contra las paredes del pozo. Yo no tengo la culpa de encontrarme metido aquí abajo. Tenéis que hacer algo para sacarme.
La gente le gritaba:
—Hay mucho espacio para volar si tienes cuidado. Tus alas son magníficas. No estás herido. Puedes escapar si realmente quieres.
El pájaro rehusaba intentarlo. Se acurrucaba en el fondo quejándose y lamentándose con cuantos le escuchaban.
—Nadie se preocupa por mí, ese es el problema. La gente no tiene corazón y es cruel; no les interesa ayudar a una pobre criatura como yo.
Las quejas del pájaro le granjearon tanta simpatía que, sin apenas darse cuenta de lo que ocurría, comenzó a alegrarse de vivir en el pozo.
Cada vez pensaba menos en escapar, hasta que por fin ni se le ocurrió intentarlo. Sus alas se ajaron, de modo que, aunque hubiera deseado volar a la libertad, no lo habría conseguido. Ahora, ni él ni nadie podían ayudarle.
De esta manera, compadecido por todos y compadeciéndose a sí mismo, el pájaro vivió el resto de su vida atrapado e infeliz en el fondo del pozo.
 
  • REFLEXIÓN: A menudo nos parece más seguro y más cómodo permanecer atrapados. Por otro lado hay una gran diferencia entre ser ayudado y ser rescatado, y es que podemos buscar ayuda y ánimo en los demás, pero sólo nosotros podemos rescatarnos a nosotros mismos, por esto es primordial confiar en nuestras propias posibilidades. También ocurre que el deseo de ser compadecidos y de sentirnos el centro de la atención de los demás, nos entumece e impide que desarrollemos plenamente nuestro potencial.

12 de agosto de 2013

¿QUÉ PASA SEÑOR TOILER?

El señor Toiler era muy trabajador y ambicioso. Orgulloso de su riqueza y de sus posesiones, la ambición que le impulsaba era llenar por fin su almacén hasta arriba. Sólo cuando estuviera lleno hasta rebosar de sacos de trigo, latas de azúcar, bidones de aceite, latas y cajas de alimentos se sentiría realmente satisfecho.
Cada día se anima a sí mismo a trabajar aún más:
 “Tendré lleno mi almacén pronto sólo con que trabaje duro y no afloje la marcha”.
Por fin, llegó el gran día. Al señor Toiler le fue absolutamente imposible meter nada más en su almacén. Incluso le resultó difícil cerrar la puerta del local.
Pensando en un retiro bien merecido, no pudo, sin embargo, dormir en toda la noche, esperando impaciente inspeccionar de nuevo su almacén por la mañana. Por eso le pareció fácil levantarse incluso antes de lo habitual, y salió deprisa de su casa.
Al llegar a la puerta del almacén, metió nervioso la llave en la cerradura, abriendo al fin la puerta de golpe. Horrorizado, se encontró con que el almacén estaba medio vacío.
“¿Qué le ha ocurrido a mi almacén?”, gimió el señor Toiler. “¡Los ladrones deben haber entrado durante la noche, robando la mitad de mis existencias!”.
Irritado, comenzó a examinar todo lo que quedaba, comprobándolo con la lista original para descubrir lo que había desaparecido. Sin embargo, todo parecía estar allí. No pudo comprobar la desaparición de un solo artículo. ¿Cómo podía entonces estar medio vacío el almacén si todas las existencias seguían allí?
“Bueno, no hay nada que hacer”, concluyó, “excepto trabajar aún más hasta que mi almacén esté lleno de nuevo hasta los topes”.
Durante muchos meses más el señor Toiler siguió trabajando aún con mayor ardor que antes, hasta que las puertas del almacén apenas se pudieron cerrar de nuevo. Después de otra noche de insomnio, volvió apresuradamente para hacer una inspección triunfal; pero, con mayor espanto aún que en la primera ocasión comprobó que faltaba la mitad de las existencias. Una vez más contó todo lo que quedaba comparándolo con la lista original. Cosa extraña; todo parecía intacto y no podía sospechar ciertamente de los ladrones. No quedaba más que hacer que trabajar todavía más y el señor Toiler consiguió por tercera vez llenar su almacén. Mas por tercera vez lo encontró de nuevo a la mañana siguiente lleno sólo a medias. El señor Toiler estaba lejos de caer en la cuenta de que sus riquezas no disminuían, sino que su almacén se ampliaba, dejando siempre espacio para un mayor suministro.
 
  • REFLEXIÓN: Tenemos que reflexionar sobre los peligros de la preocupación exclusiva por la prosperidad material, de la opresión del consumismo y la ilusión de que el progreso debe ser inevitable. También podemos pensar en la ambición, en la obsesión de nuestra sociedad actual por adquirir posesiones materiales siempre mayores. La finalidad no debe ser “el tener y el poseer”, sino “el ser y el disfrutar”. Pensemos en las ventajas de una vida de moderación; estar contento con lo que se tiene en lugar de suspirar por más.

18 de julio de 2013

¡¡ POR FAVOR, AYÚDENME !!

Un pez fue arrojado a la playa por una fuerte ola. Por más que lo intentó, no pudo volver al agua. Desesperadamente se puso a pedir ayuda:
—¡Por favor, ayúdenme! Me falta la respiración. ¡Por favor, que alguien me devuelva al agua!
Pasaba por allí un hombre rico, que oyó los gritos del pez.
—Me gustaría ayudarte –dijo–, pero voy al banco y ando mal de tiempo. Lo siento. Te ruego que me perdones.
El pez siguió haciendo esfuerzos y gritando, hasta que atrajo la atención de un turista que pasaba por allí.
—Me gustaría ayudarte –dijo el turista–, pero no sé cómo hacerlo. ¡Si al menos tuviera algo para empujarte hacia el mar! Pero no llevo nada. Estoy de vacaciones, ¿sabes?
—Use un palo o una rama, o sencillamente cójame en la mano. Por favor, se lo ruego, devuélvame al mar –dijo el pez.
El turista miró perplejo.
—Supongo que podría hacerlo; pero, pensándolo bien, quizá sea mejor que te ayudes a ti mismo. Estoy seguro de que encontrarás el modo de arreglártelas si lo intentas. Después de todo, “el que la sigue, la consigue”.
Sacó una foto del pez moribundo y se fue.
Una mujer que pasaba por allí oyó los gritos del pez. Él le pidió que le ayudara:
—Me estoy muriendo. Por favor, devuélvame al agua. Por favor, deprisa. No sobreviviré mucho más.
La mujer lo miró compasiva; pero dijo:
—Antes de ayudarte, necesito conocer tu caso. Dime todo lo que ha pasado para que te encuentres en esta situación.
El pez se lo contó todo sobre él, su familia, su vida pasada, sus intereses y sus creencias. La mujer escuchó atentamente; entonces dijo:
—Antes de devolverte al mar, quiero que reflexiones cuidadosamente primero sobre cómo has llegado a encontrarte aquí. Has de estar seguro de que una vez que te devuelva al mar, nunca volverás a ponerte en esta situación.
Para entonces, el pez había muerto. La mujer meneó la cabeza y se fue.
Pasó por allí un anciano y vio el pez muerto.
—¡Qué cruel es el mar! –dijo indiferente–. De nada sirve preocuparse del pez, porque ¿qué se puede hacer? Así es la vida. No es culpa de nadie.
La playa quedó en silencio y desierta un buen rato. Creció la marea y una ola piadosa levantó el cuerpo del pez y lo devolvió al mar. El turista volvió a pasar, vio al pez en el agua y dijo:
—¡Lo ves! ¡Tenía yo razón! Cuando uno quiere ayudarse a sí mismo de veras, siempre hay un medio. Ese pez ha vuelto al mar.
 
  • REFLEXIÓN: Necesitamos desarrollar en nosotros mismos y en los demás la conciencia de las injusticias, la opresión y explotación de la sociedad moderna. Esto significa examinar nuestra conciencia y preguntarnos por las razones que nos damos para no hacer nada. Se nos pide que no nos mostremos indiferentes con los necesitados. No es nuestra proximidad física ni compartir nuestros bienes o valores lo que nos hace buenos prójimos, sino nuestra respuesta a los gritos de los que están necesitados.

27 de junio de 2013

SE BUSCAN PROFESORES

Los animales que vivían en el bosque decidieron que había llegado la hora de abrir una escuela para sus pequeños.
Los que tenían a su cargo la proyectada escuela pusieron un anuncio en los periódicos locales que decía:
«Se necesitan profesores para escuela nueva. Entrevistas el domingo por la mañana. Sólo se admiten solicitudes de quienes tengan títulos adecuados».
El domingo por la mañana los presuntos profesores esperaban fuera de la sala de entrevistas.
El primero en aparecer ante el comité seleccionador fue un gorrión. Tímidamente dijo:
—Deseo solicitar el puesto de profesor de canto.
La comisión comenzó a preguntar al pequeño gorrión.
—¿Sabe cantar? –le preguntaron–. ¿Es un cantor con experiencia?
—Desde luego; canto muy bien. Llevo cantando desde el día que nací –contestó el gorrión.
Dicho esto comenzó a cantar una armoniosa y delicada melodía. De repente, la comisión le interrumpió.
—No nos interesa lo bien que sepa cantar. Lo que queremos saber es dónde ha aprendido y los títulos y diplomas que posee. No podemos tomar en cuenta su petición a menos que posea títulos adecuados.
El gorrión se quedó desconcertado.
—Yo sé cantar, como han oído; pero no poseo diplomas ni títulos –dijo.
—En tal caso, no podemos admitirle –dijo bruscamente la comisión–. No nos interesan profesores sin título.
El siguiente candidato entrevistado fue un delfín.
—Deseo ser empleado como preceptor de natación en su nueva escuela –dijo.
—¿Dónde ha aprendido a nadar? –preguntó la comisión–. Es de suponer que tendrá un título o certificado de alguna institución de natación.
El delfín movió la cabeza apesadumbrado.
—Lo siento –dijo–. Soy un excelente nadador y un profesor amable y benévolo, pero no poseo títulos.
La comisión le despidió sin escucharle más.
—No tenemos en cuenta las solicitudes de quienes no poseen títulos –dijeron.
Uno tras otros, fueron entrevistados el resto de los solicitantes. Las abejas dijeron:
—Deseamos solicitar el puesto para la sección de trabajos manuales de su escuela. Nuestras colmenas son una maravilla de formas intrincadas y un primor. Somos pacientes y laboriosas. Seríamos buenas profesoras de manualidades.
Pero al enterarse de que no poseían título alguno, la comisión las rechazó.
Un ciervo solicitó dar clases de carreras, y un mono pidió el puesto de preceptor de gimnasia. Una araña quería enseñar a los pequeños a hilar. Todos ellos fueron rechazados por carecer de los necesarios requisitos.
Al final la comisión decidió que no era posible abrir una nueva escuela por falta de personal bien instruido y titulado.
 
  • REFLEXIÓN: La educación es un proceso que abarca a todo el ser humano. Supera con mucho la instrucción que se puede ofrecer en las instituciones de enseñanza. En nuestra sociedad sufrimos el síndrome de “titulitis”, conocido por no aceptar a quien no tiene un título que lo avale y lo encasille, sin pensar que hay cosas en la vida que se aprenden sin necesidad de un manual de instrucciones. Una educación muy exclusiva puede ser una educación muy pobre para la vida.

7 de junio de 2013

EL PEZ VELOZ

Había una escuela de peces pequeños, que vivían felices en el océano. Uno de ellos tenía dotes tan extraordinarias que sus amigos le dieron un apodo. Le llamaban “el veloz”.
Un día un pez enorme pasó junto a la escuela mirando a todos como un inocente transeúnte, hasta que, de pronto, se los tragó a todos. A todos excepto a “el veloz”, que se las ingenió para escapar.
“El veloz” escapó porque, al ser pequeño, era muy cauteloso siempre que veía un pez más grande que él. Era tan rápido y ágil que ponía furiosos a los peces grandes, saltando por encima de ellos y desapareciendo luego como una flecha antes de que pudieran cogerle.
“El veloz” estaba resuelto a explorar todas las bellezas del mundo subterráneo y no quería dejar que el miedo se lo impidiera. Mientras que el resto de sus amigos estaban comiendo, él proseguía valientemente sus viajes de descubrimientos solo.
Mucho tiempo después encontró otra escuela de peces pequeños exactamente igual que la suya. ¡Qué feliz se sintió de encontrar de nuevo compañía!
Ellos le escuchaban embelesados cuando les describía los espectáculos que había contemplado y los lugares que había visitado. Les habló de la triste suerte de la última escuela de la que había formado parte, y ellos admitieron que también tenían miedo de los peces grandes.
Pero “el veloz” era listo y había aprendido mucho acerca de cómo sobrevivir en sus solitarios viajes por el océano.
—Escuchadme -les dijo a los peces pequeños-. Sólo hay una manera de seguir vivos y de disfrutar de todo lo que la vida nos ofrece. Debemos unirnos y permanecer juntos. Agrupémonos de tal manera que parezcamos un pez enorme, y de esa manera infundiremos temor a todos los peces grandes y nos dejarán solos.
Los peces pequeños se agruparon en forma de un pez, con “el veloz” delante como el ojo vigilante de una criatura simulada. Viajando en formación, exploraron el mar feliz y tranquilo. A partir de entonces, los peces grandes les temían y respetaban.
 
  • REFLEXIÓN: Todos pertenecemos a grupos y somos miembros de la sociedad. A nosotros nos toca decidir si nos alineamos con los poderosos o con los impotentes. Por otro lado “protegiéndose mutuamente es como vive la gente”, este dicho nos recuerda que todos somos responsables los unos de los otros y de las estructuras sociales a las que pertenecemos.

23 de mayo de 2013

¿QUÉ GUÍA SEGUIR?

Un hombre tenía que hacer un viaje a pie a través de una formidable cadena de montañas. No conocía el camino y sentía miedo.
Se las ingenió para obtener un mapa detallado de la región, que indicaba claramente todas las rutas, senderos y caminos. Se decía:
—Este mapa me será útil; pero si pudiera viajar con un guía local, con alguien que conozca el camino de memoria, me sentiría mucho más seguro.
Como la suerte le acompañaba, el viajero encontró un habitante del lugar que llevaba el mismo destino y estaba familiarizado con la ruta. Los hombres se pusieron en camino juntos, caminando uno al lado del otro. Nuestro viajero llevaba el mapa y lo consultaba a cada giro y vuelta que daban, sintiéndose satisfecho al descubrir que su compañero seguía exactamente la ruta indicada en el mapa.
De pronto, con gran sobresalto del viajero, su guía tomó un sendero que no estaba indicado.
—Amigo, ¿a dónde nos lleva este camino? –preguntó–. Este camino no está indicado en mi mapa, y me da miedo seguirle. ¿Acaso quiere que nos perdamos y perezcamos en las montañas?
Su compañero le explicó:
—Lo que usted no sabe es que el sendero del mapa ha quedado recientemente destruido por un corrimiento de tierras y no está practicable. No se preocupe. Confíe en mí más que en el mapa. Yo le indicaré otro camino si quiere seguirme.
El viajero se negó en redondo:
—No; no le seguiré. ¿Cómo puede pedirme que le siga por una ruta que no está indicada? Estoy más seguro ateniéndome a los senderos que mi mapa me dice que use.
—Confíe en mí, amigo –insistía el guía–. Conozco estas montañas de toda la vida. He nacido aquí y aquí me he criado. Sé a dónde voy. Estará a salvo si me sigue.
Pero el viajero no se convenció.
—Lo siento; pero si insiste en tomar un camino diferente, yo seguiré el mío. Prefiero confiar en el mapa a aceptar su palabra.
El viajero y su acompañante se separaron. El viajero caminaba llevando el mapa en la mano, mientras que el otro se guiaba por la experiencia. El habitante del lugar llegó a su destino. En cuanto al viajero, nadie sabe lo que le acaeció.

  • REFLEXIÓN: Para ser un buen guía hay que haber experimentado lo que enseñamos. Los conocimientos académicos son buenos, pero no bastan. Las reglas y normas deben ser nuestras guías, no nuestros maestros. Sólo sabemos realmente lo que hemos experimentado personalmente. El pensamiento racional y lineal no es suficiente para todas las situaciones de la vida. Necesitamos también confiar en nuestras experiencias, intuiciones e inspiraciones. Por último pensar que es difícil dejarse guiar por otro, porque se tiene miedo a ceder el control propio a alguien más.

9 de mayo de 2013

LA PALOMA REAL

En cierta ocasión, mientras un consejero real deambulaba por el palacio, vio por primera vez en su vida un halcón real.
Hasta entonces, el consejero jamás había visto semejante clase de “paloma”. De modo que tomó unas tijeras y cortó con ellas las garras, las alas y el pico del halcón.
«Ahora pareces un pájaro como es debido», dijo. «Tu cuidador te ha tenido muy descuidado».
 
  • REFLEXIÓN: ¡Ay de aquellas personas que no conocen más mundo que aquel en el que viven y no tienen nada que aprender de las personas con las que hablan! Cualquier persona puede sorprendernos con su personalidad y su manera de actuar... siempre que le demos la oportunidad de mostrárnoslo.

30 de abril de 2013

EL PUENTE

Cuentan que aquel reino era muy rico y próspero. La gente vivía con más de lo que necesitaba, el lujo y el derroche era lo más común en los pueblos y ciudades de aquel lugar. Sus habitantes sólo vivían para trabajar y ganar más riquezas, para así tener más cosas que les hicieran alcanzar la felicidad, pero como nunca la alcanzaban, siempre estaban trabajando para ganar más riquezas.
Toda aquella prosperidad fue posible gracias a la inteligencia y el trabajo sin descanso, de día y de noche, de uno de los ministros del Rey, el más fiel de sus servidores. Su manera de organizar y dirigir la economía del reino hizo que este fuera el más rico de todos los reinos.
El Rey estaba muy satisfecho con él, y le apreciaba tanto, que lo quería como a uno de sus hijos. Entre otras muchas cosas, le había regalado uno de los más lujosos palacios donde vivir, y cualquier cosa que deseara, por costosa que fuera, la tenía al instante.
Pero una mañana el ministro del Rey se encontró cansado. Eran muchos los años trabajando sin descanso, día y noche, hora tras hora. Levantó la cabeza para tomar un respiro, ¡su primer respiro en la vida! Miró a través de su ventana y vio el sol saliendo por el horizonte. Era la primera vez que se fijaba en una cosa tan sencilla y tan bella.
Entonces, un rayo de aquella luz del amanecer le entró de repente por sus ojos, se paseó por sus oídos, le hizo cosquillas en la nariz, bajó hasta el corazón y de un chispazo se lo encendió iluminándolo por dentro. Hasta ahora su corazón había estado apagado, a oscuras, pero ahora, encendido por la luz de aquel misterioso rayo, el ministro vio claro por primera vez, y se dio cuenta de que estaba vacío por dentro, no había el menor rastro de felicidad.
Su corazón estaba lleno de todo menos de eso. Riqueza, comodidad, prestigio, lujo, buena posición social no eran suficientes para llenarlo, así que decidió dejarlo todo y se marchó en secreto para buscar lo que le faltaba; si no lo hacía así no le dejarían marchar.
Dejó al Rey una nota escrita explicándoselo todo, pero el Rey cuando la leyó no entendió nada. Se entristeció mucho al saber que se había ido. Lo apreciaba tanto como a un hijo, así que mandó buscarlo.
El tiempo pasaba y nadie daba con su paradero. El Rey prometió una recompensa millonaria para aquel que supiera dónde estaba. Pasó un año hasta que el Rey tuvo noticias de su querido ministro. Le informaron que estaba bien y que era muy feliz, a pesar de vivir en una humilde y sencilla cabaña en la montaña, cerca de la única aldea del Reino donde las gentes vivían sencilla y fraternalmente sin tener más de lo que necesitaban para vivir.
El Rey se llenó de alegría, mandó que prepararan su carruaje y se puso en marcha para ir a por él personalmente. Tardó tres días y tres noches en llegar al lugar donde estaba.
El ministro, al oír llegar la carroza real y todo su séquito, salió a su encuentro lleno de alegría. Después de un intenso abrazo, el Rey le pidió que volviera a su lado como Consejero del Reino, y le prometió más descanso en su trabajo.
El ministro accedió a la petición del Rey, cosa que llenó de entusiasmo al monarca. Pero le puso una pequeña condición; sólo si la cumplía, volvería con él a ocupar el puesto de Consejero. La condición era muy sencilla: que el Rey tomara una taza de café en su humilde cabaña.
El Rey accedió sin dudar y le dio su palabra, y el ministro, muy contento, le condujo hasta su cabaña. Para llegar a ella había que atravesar un puente colgante muy frágil sobre un gran precipicio. La ligera brisa del amanecer hacía que este puente se meciera de un lado a otro con suavidad.
El ministro lo cruzó alegremente hasta la otra parte, pero el Rey tuvo miedo y se detuvo, pesaba demasiado y temía por su vida, el puente colgante no resistiría su peso.
El ministro, desde la otra orilla, le dijo que se desprendiera de su pesado abrigo de piel, de su corona de oro macizo, de sus pesados collares de piedras preciosas, de sus anillos reales, de su espada y de la bolsa con su dinero, así sería ligero como un pájaro y podría cruzar el puente que les separaba.
Pero el Rey se negó en rotundo a desprenderse de todo lo que llevaba encima y arriesgar la vida en esa locura. Ante esto, el ministro le dijo:
—Entonces majestad, regresad a vuestro mundo, y a mí dejadme en el mío.
Y el Rey se marchó entristecido con todo su peso intacto, y el ministro se le quedó mirando mientras el sol del amanecer inundaba todos los rincones con sus rayos.
 
  • REFLEXIÓN: Deja todo lo que te pesa y separa de los demás, busca la humildad y las cosas sencillas de la vida que son las que realmente nos hacen felices. Aprende a desprenderte de todo lo que no son más que cosas materiales. Cuanto más ligeros de equipaje estemos, más fácil nos será atravesar el puente que nos separa de los demás.

1 de abril de 2013

LAS RANITAS EN LA NATA

Había una vez dos ranas que cayeron en un recipiente de nata. Inmediatamente se dieron cuenta de que se hundían: era imposible nadar o flotar demasiado tiempo en esa masa espesa como arenas movedizas. Al principio, las dos ranas patalearon en la nata para llegar al borde del recipiente. Pero era inútil; sólo conseguían chapotear en el mismo lugar y hundirse. Sentían que cada vez era más difícil salir a la superficie y respirar.
Una de ellas dijo en voz alta: «No puedo más. Es imposible salir de aquí. En esta materia no se puede nadar. Ya que voy a morir, no veo por qué prolongar este sufrimiento. No entiendo qué sentido tiene morir agotada por un esfuerzo estéril».
Dicho esto, dejó de patalear y se hundió con rapidez, siendo literalmente tragada por el espeso líquido blanco.
La otra rana, más persistente o quizá más tozuda se dijo: «¡No hay manera! Nada se puede hacer para avanzar en esta cosa. Sin embargo, aunque se acerque la muerte, prefiero luchar hasta mi último aliento. No quiero morir ni un segundo antes de que llegue mi hora».
Siguió pataleando y chapoteando siempre en el mismo lugar, sin avanzar ni un centímetro, durante horas y horas.
Y de pronto, de tanto patalear y batir las ancas, agitar y patalear, la nata se convirtió en mantequilla.
Sorprendida, la rana dio un salto y, patinando, llegó hasta el borde del recipiente. Desde allí, pudo regresar a casa croando alegremente.
 
  • REFLEXIÓN: A veces creemos que es inútil poner energía y esfuerzo en una causa perdida, pero la tenacidad es un buen aliado y nos ayuda a mantenernos firmes en una acción hasta que por fin, gracias al esfuerzo y la constancia, lo conseguimos. No hay nada que con esfuerzo y tenacidad no podamos conseguir, siempre que tengamos unos objetivos claros y la paciencia suficiente para poder conseguirlos. En la vida no hay que desanimarse por los obstáculos que puedan ir apareciendo. Creer que podemos conseguir algo es el primer paso para que así suceda.

14 de marzo de 2013

LA COSTILLA DE ADÁN

Un emperador le dijo a un sabio:
—Tu Dios es un ladrón: necesitó, para crear a la mujer, robarle una costilla a Adán, cuando estaba dormido.
Y como al sabio le costaba responder, la hija de éste tomó la palabra y replicó:
—Traigo una queja emperador: resulta que unos ladrones se introdujeron en casa durante la noche y robaron un colgante de madera, dejando en su lugar un colgante de oro.
Y el Emperador contestó:
—¡Así tuviera yo cada noche visitas semejantes!
—Pues bien -contestó entonces el sabio- eso fue lo que hizo nuestro Dios: le quitó al primer hombre una simple costilla, pero a cambio le dio una hermosa mujer.
 
  • REFLEXIÓN: A veces tenemos que sacrificar un bien menor en pos de algo mejor. Hay que aprender a ser generoso para saber sacrificar esas pequeñas cosas y así poder obtener otras mucho más importantes y que probablemente nos hagan más felices tanto a nosotros como a los que nos rodean.

20 de febrero de 2013

EL TOPO Y LA LUZ

El topo verificó que todas las entradas de su madriguera estaban cerradas, como hacía cada noche. Bueno, a decir verdad, en su mundo siempre era de noche porque la luz no encontraba ningún resquicio para poder entrar, todo permanecía permanentemente cerrado y él mismo no salía al exterior. De hecho, el comprobar continuamente que las entradas estuviesen cerradas cuando nadie había ni entrado ni salido obedecía más a una manía instalada en su vida por el miedo y la rutina que a una amenaza real. Tan acostumbrado estaba a no encontrarse con nadie que había perdido la capacidad de hablar, y tan oscura era su madriguera que había perdido la capacidad de ver. Sin embargo el topo no sentía haber renunciado a nada. Mudo y ciego, su único interés en la vida era encontrar la comida para seguir desplazándose en su laberinto de galerías. A eso se reducía su mundo.
Pero, para su desgracia, aquel año estaba siendo particularmente seco y la tierra se había vuelto tan dura que sus uñas ya no lograban escarbar el terreno para alcanzar la comida, que para colmo se había vuelto escasa. Así que, contra su costumbre, se vio obligado a salir al exterior, a ese mundo hostil en el que no sabía desenvolverse, y a desplazarse por la superficie para buscar tierras más húmedas. En su camino encontró de todo: hubo quien, aprovechando su ceguera, le dio un puntapié o se rió de él; pero también hubo quien, viéndole tan impedido, le ayudó, y adivinando lo que buscaba le guió a tierras mejores, donde volvió a su vida de siempre.
Nuevamente solo, el topo hizo balance de su viaje. Ya sabía que sería tratado mal (era lo que ya imaginaba antes de salir), pero no esperaba que alguien se apiadase de él, y eso también ocurrió... Este recuerdo emocionó al topo. ¿Y si el mundo no estaba tan podrido como sospechaba? ¿Y si había motivos para la esperanza? Sí, seguiría en su mundo subterráneo, pero su imagen del mundo exterior ya no iba a ser tan negativa. Es como si una voz le estuviese diciendo: «Paz, paz» y su madriguera se llenase de luz...
 
  • REFLEXIÓN: También nosotros hemos vivido momentos de oscuridad en la vida, y hemos tenido que salir fuera de nosotros para hallar la solución. Encerrándonos en nosotros mismos, nunca podremos saber que fuera de “nuestra madriguera” existe otro mundo y otras personas que seguro pueden darnos motivos para la esperanza. Siempre hay una luz de esperanza cuando creemos que nuestras puertas están cerradas.

8 de febrero de 2013

EL FRASCO DE PERFUME

David y Esteban se habían graduado juntos en la misma universidad y habían conseguido una beca como investigadores. Iban a trabajar ahora para la misma compañía de perfumes de fama internacional.
Durante mucho tiempo su ambición había sido descubrir una nueva fórmula e inventar un perfume tan raro y exquisito que habría de maravillar al mundo. Por fin, después de muchos años, pudieron exclamar: “¡Eureka! ¡Al fin lo hemos encontrado!”.
 —¿Qué vamos a hacer ahora? –preguntó David–. Creo que lo mejor es que llevemos una muestra al jefe inmediatamente.
—No –dijo Esteban–. Aún no. Lo conservaremos para nosotros un poco más. Estoy seguro de que podremos encontrar un mercado muy lucrativo para él en un futuro no muy lejano.
Los dos estuvieron de acuerdo en esperar por el momento. Su secreto no se divulgaría, y sólo se permitiría que usaran sus mujeres el nuevo y maravilloso invento.
David se apresuró a ir a casa; pero cuando estaba aún en el coche mirando con ansiedad la pequeña muestra del nuevo perfume, murmuró para sí mismo:
—No puedo arriesgarme a dejarlo en un frasco como éste. Comenzará a evaporarse. Tengo que encontrar algo mejor.
Paró el coche, entró en una farmacia y compró un envase mucho más seguro. Luego fue a casa y ofreció aquel maravilloso presente a su mujer, Raquel.
—Mira, lo que te he traído, querida –murmuró–. ¡Al fin lo hemos conseguido! Hemos inventado el perfume más maravilloso que jamás ha existido. Y mi muestra es toda para ti. Aquí tienes. Ponte un poco. Serás la envidia de todos. Pero por un tiempo no hemos de mencionar su procedencia. Creemos que podremos obtener inmensas ganancias si procedemos cuidadosamente.
Raquel estaba encantada y siempre que se presentaba la ocasión usaba el nuevo y maravilloso perfume, deleitando a sus familiares y amigos, que no podían menos de sentir envidia y estaban muy intrigados por conocer el nombre de la tiendo en que podrían procurárselo también ellos. Al final, cuando hubo terminado el perfume, Raquel tiró el frasco sin ceremonias, sabiendo que David pronto le traería otra muestra.
Mientras, ¿qué había hecho Esteban? También él se apresuró a ir a casa con la muestra; pero en lugar de dar algo a su esposa, decidió que no se podía desperdiciar ni una gota de aquel nuevo y fantástico invento. Fue a un anticuario y compró un raro frasco Ming. Naturalmente, era muy caro; pero lo dio por bien empleado, y con muchísimo cuidado vertió en él el precioso perfume.
Al día siguiente, sin dejar que nadie lo oliera ni siquiera mirar el contenido del frasco ahora inestimable, encargó una vitrina en la que exhibirlo. Su mujer y sus amigos estaban entusiasmados con el hermoso objeto exhibido, pero Esteban se negó a dejar que nadie lo tocara. Colocó un letrero que decía: «NO TOCAR». Cuando uno de sus hijos extendía la mano hacia él, gritaba: “¡No lo toques! ¿Es que no sabes leer? ¡No lo toques nunca!”.
Pronto la vida de Esteban quedó enteramente dominada por el famoso frasco. Él era el único que sabía lo que contenía, y constantemente lo contemplaba en privado. De la mañana a la noche estaba absorto. Todo comenzó a girar alrededor de este frasco. Incluso dejó de trabajar en el laboratorio de perfumes a fin de disponer de más tiempo para mirar el objeto de su alegría y orgullo.
Pasaron los meses y los años, y Esteban cada vez estaba más absorto ante su vitrina. Cuando, finalmente, murió, su mujer la abrió y sacó el frasco Ming. Quitó la tapa para ver si había algo dentro, pero no encontró nada. El inestimable frasco estaba vacío.

  • REFLEXIÓN: Lo importante en la vida es disfrutar de las cosas del presente, y no confundir los medios con los fines. David eligió un envase funcional, un frasco que sirviera para su propósito, no era más que un medio para contener el perfume, que era lo auténticamente valioso, al acabarse éste prescindió sin más del frasco. Estaban, al contrario, buscó un envase precioso y se prendó de él, siendo el frasco más esencial que el contenido. Esto puede se aplicable a cualquier ley, estructura, sistema de creencias u organización que tienen un valor relativo y temporal, y deben ser medios para conseguir la felicidad del hombre, nunca fines. No debemos ser adoradores de ídolos.

25 de enero de 2013

EL PRÍNCIPE Y LAS HORMIGAS

Érase una vez un rey con grandes posesiones; vivía en un palacio suntuoso. Su hijo, el príncipe, gozaba para sí de una hermosa colección de caballos blancos para pasear por sus tierras. Salió un día a pasear montado en su caballo blanco preferido. De pronto vio un hormiguero. Se bajó y dedicó un tiempo a observar con detenimiento e interés la vida de las hormigas.
Le sorprendió y dolió ver cómo las hormigas se afanaban presurosas por acaparar y almacenar comida para el invierno. Comían, transportaban, se molestaban con sus desproporcionados cargamentos.
Reflexionó por largo tiempo. Y volvió a su palacio.
—Requiero su permiso para hacerme hormiga –dijo sin vacilar y con decisión firme a su padre, que oía sorprendido.
—¿Qué me pides? Reflexiona. Tú, príncipe, lleno de esperanzas y seguridades... ¿convertirte en hormiga?
—Lo tengo decidido, padre; sólo necesito tu permiso.
Después de largo intercambio de razonamientos y porfías el príncipe obtuvo lo que deseaba.
Convertido en hormiga, marchó a vivir al hormiguero que a él le había llamado tan hondamente la atención. Empezó a vivir con las hormigas; trabajaba como ellas, participaba en las distintas actividades del hormiguero...
Muy pronto quiso presentar a las hormigas sus ideas: ideas de participación sosegada y reflexiva, de convivencia, de interés mutuo... expresiones de amistad.
Las hormigas no comprendían el alcance de aquellas ideas a las que estaban desacostumbradas. Ellas siempre habían trabajado así: cada una lo que podía, con afán de almacenar, sin preocuparse de la vida de las demás.
En consecuencia, algunas desatendieron el mensaje, otras lo desconsideraron; algunas lo despreciaron; y también hubo hormigas que combatieron estas ideas extrañas.
La hormiga-príncipe ocupó mucho tiempo en presentar estas ideas. No tenía prisa, quería “convencer” con el ejemplo.
De pronto un día un grupo reducido de hormigas se reunieron en asamblea secreta durante la noche y decidieron prescindir de aquella hormiga extraña, loca, que con sus enseñanzas perturbaba la vida normal que siempre habían vivido. Su mensaje exigía comportamientos nuevos y no estaban dispuestas a ceder en sus posiciones. La decisión la pusieron en práctica de inmediato.
Agarraron a la hormiga-príncipe con sus patas, la increparon con violencia, la sacaron del hormiguero a empujones y una vez fuera entre voces y picotazos, la patearon sin piedad. Ninguna otra hormiga la defendió y murió abandonada en las afueras del hormiguero.
Las hormigas más representativas del grupo convocaron a una fiesta de victoria: sus criterios se habían impuesto sobre el mensaje de la hormiga-príncipe que había venido de lejos a compartir y enseñar.
 
  • REFLEXIÓN: Cuando alguien nos plantea cambiar nuestros comportamientos por otros más solidarios lo que suele ocurrir es que, de entrada, los rechazamos. No nos gusta que nadie cambie nuestras estructuras, nuestras formas de actuar. Preferimos imponer nuestro criterio antes de aprender a compartir y a evolucionar.

5 de enero de 2013

LOS NIÑOS ESTABAN SOLOS

Los niños estaban solos, su madre se había marchado por la mañana temprano y los había dejado al cuidado de Marina, una joven de dieciocho años a la que a veces contrataba por unas horas para hacerse cargo de ellos a cambio de algo de dinero.
Desde que el padre había muerto, los tiempos eran demasiado duros como para arriesgar el trabajo faltando cada vez que la abuela se enfermaba o se ausentaba de la ciudad.
Cuando el novio de la jovencita llamó para invitarla a un paseo en su coche nuevo, Marina no dudó demasiado. Después de todo, los niños estaban durmiendo como cada tarde, y no se despertarían hasta las cinco, para entonces ella ya habría vuelto del paseo.
Apenas escuchó la bocina cogió su bolso y descolgó el teléfono. Tomó la precaución de cerrar la puerta del cuarto y se guardó la llave en el bolsillo. Ella no quería arriesgarse a que Pancho, el pequeño de los niños, se despertara y bajara las escaleras para buscarla, porque después de todo tenía sólo seis años y en un descuido podía tropezar y lastimarse. Además, pensó, si eso sucediera, ¿cómo le explicaría a su madre que el niño no la había encontrado?
Quizá fue un cortocircuito en el televisor encendido o en alguna de las luces de la sala, o tal vez una chispa del hogar de leña; el caso es que cuando las cortinas empezaron a arder el fuego rápidamente alcanzó la escalera de madera que conducía a los dormitorios.
La tos del bebé debido al humo que se filtraba por debajo de la puerta lo despertó. Sin pensar, Pancho saltó de la cama y forcejeó con el picaporte para abrir la puerta pero no pudo.
De todos modos, si lo hubiera conseguido, él y su hermanito de meses hubieran sido devorados por las llamas en pocos minutos.
Pancho gritó llamando a Marina, pero nadie contestó su llamada de auxilio. Así que corrió al teléfono que había en el cuarto (él sabía como marcar el número de su mamá), pero no había línea.
Pancho se dio cuenta que debía sacar a su hermanito de allí. Intentó abrir la ventana que daba a la cornisa, pero era imposible para sus pequeñas manos destrabar el seguro y aunque lo hubiera conseguido aún debía soltar la malla de alambre que sus padres habían instalado como protección.
Cuando los bomberos terminaron de apagar el incendio, el tema de conversación de todos era el mismo: “¿Cómo pudo ese niño tan pequeño romper el vidrio y luego el enrejado con el perchero?” Otros decían “¿Cómo pudo cargar al bebé en la mochila?” “¿Cómo pudo caminar por la cornisa con semejante peso y bajar por el árbol?” “¿Cómo pudo salvar su vida y la de su hermano?”.
El viejo jefe de bomberos, hombre sabio y respetado, les dio la respuesta:
—Pancho estaba solo... No tenía a nadie que le dijera que no iba a poder.
 
  • REFLEXIÓN: Cuando estamos en una situación apurada somos capaces de ver pronto una posible solución al problema que nos preocupa, quizá la tensión hace que nuestra mente funcione más deprisa para encontrar una solución. Pero yendo más lejos, yo diría que ante cualquier problemática debemos intentar buscar siempre posibles alternativas, no dejándonos desesperar diciendo que no vamos a poder, que quizá sea imposible. Hay esperanza para salir de cualquier situación, siempre que queramos encontrar la salida.