8 de febrero de 2013

EL FRASCO DE PERFUME

David y Esteban se habían graduado juntos en la misma universidad y habían conseguido una beca como investigadores. Iban a trabajar ahora para la misma compañía de perfumes de fama internacional.
Durante mucho tiempo su ambición había sido descubrir una nueva fórmula e inventar un perfume tan raro y exquisito que habría de maravillar al mundo. Por fin, después de muchos años, pudieron exclamar: “¡Eureka! ¡Al fin lo hemos encontrado!”.
 —¿Qué vamos a hacer ahora? –preguntó David–. Creo que lo mejor es que llevemos una muestra al jefe inmediatamente.
—No –dijo Esteban–. Aún no. Lo conservaremos para nosotros un poco más. Estoy seguro de que podremos encontrar un mercado muy lucrativo para él en un futuro no muy lejano.
Los dos estuvieron de acuerdo en esperar por el momento. Su secreto no se divulgaría, y sólo se permitiría que usaran sus mujeres el nuevo y maravilloso invento.
David se apresuró a ir a casa; pero cuando estaba aún en el coche mirando con ansiedad la pequeña muestra del nuevo perfume, murmuró para sí mismo:
—No puedo arriesgarme a dejarlo en un frasco como éste. Comenzará a evaporarse. Tengo que encontrar algo mejor.
Paró el coche, entró en una farmacia y compró un envase mucho más seguro. Luego fue a casa y ofreció aquel maravilloso presente a su mujer, Raquel.
—Mira, lo que te he traído, querida –murmuró–. ¡Al fin lo hemos conseguido! Hemos inventado el perfume más maravilloso que jamás ha existido. Y mi muestra es toda para ti. Aquí tienes. Ponte un poco. Serás la envidia de todos. Pero por un tiempo no hemos de mencionar su procedencia. Creemos que podremos obtener inmensas ganancias si procedemos cuidadosamente.
Raquel estaba encantada y siempre que se presentaba la ocasión usaba el nuevo y maravilloso perfume, deleitando a sus familiares y amigos, que no podían menos de sentir envidia y estaban muy intrigados por conocer el nombre de la tiendo en que podrían procurárselo también ellos. Al final, cuando hubo terminado el perfume, Raquel tiró el frasco sin ceremonias, sabiendo que David pronto le traería otra muestra.
Mientras, ¿qué había hecho Esteban? También él se apresuró a ir a casa con la muestra; pero en lugar de dar algo a su esposa, decidió que no se podía desperdiciar ni una gota de aquel nuevo y fantástico invento. Fue a un anticuario y compró un raro frasco Ming. Naturalmente, era muy caro; pero lo dio por bien empleado, y con muchísimo cuidado vertió en él el precioso perfume.
Al día siguiente, sin dejar que nadie lo oliera ni siquiera mirar el contenido del frasco ahora inestimable, encargó una vitrina en la que exhibirlo. Su mujer y sus amigos estaban entusiasmados con el hermoso objeto exhibido, pero Esteban se negó a dejar que nadie lo tocara. Colocó un letrero que decía: «NO TOCAR». Cuando uno de sus hijos extendía la mano hacia él, gritaba: “¡No lo toques! ¿Es que no sabes leer? ¡No lo toques nunca!”.
Pronto la vida de Esteban quedó enteramente dominada por el famoso frasco. Él era el único que sabía lo que contenía, y constantemente lo contemplaba en privado. De la mañana a la noche estaba absorto. Todo comenzó a girar alrededor de este frasco. Incluso dejó de trabajar en el laboratorio de perfumes a fin de disponer de más tiempo para mirar el objeto de su alegría y orgullo.
Pasaron los meses y los años, y Esteban cada vez estaba más absorto ante su vitrina. Cuando, finalmente, murió, su mujer la abrió y sacó el frasco Ming. Quitó la tapa para ver si había algo dentro, pero no encontró nada. El inestimable frasco estaba vacío.

  • REFLEXIÓN: Lo importante en la vida es disfrutar de las cosas del presente, y no confundir los medios con los fines. David eligió un envase funcional, un frasco que sirviera para su propósito, no era más que un medio para contener el perfume, que era lo auténticamente valioso, al acabarse éste prescindió sin más del frasco. Estaban, al contrario, buscó un envase precioso y se prendó de él, siendo el frasco más esencial que el contenido. Esto puede se aplicable a cualquier ley, estructura, sistema de creencias u organización que tienen un valor relativo y temporal, y deben ser medios para conseguir la felicidad del hombre, nunca fines. No debemos ser adoradores de ídolos.