Alto y triunfante, muy erguido y apuntando hacia el cielo, un almendro sobresalía en el huerto. Se sentía feliz cuando los pajarillos, con sus vivaces colores, o los gorriones elegantes y señoriales correteaban sobre sus ramas. Hospedaba con gozo jilgueros, ruiseñores, y otros pájaros cantores.
Pero un día una abubilla se posó sobre una de sus ramas. El pájaro apoyó su oreja sobre la corteza del árbol y percibió el hormigueo de las minúsculas pero voraces larvas que abundaban debajo de la corteza. Enfiló su largo pico encorvado en el tronco del almendro, y comenzó a extraer las larvas y a devorarlas.
El almendro cayó en una negra tristeza. Ese pájaro escuálido, que hurgaba con el pico en su corteza y arruinaba su perfecto tronco, era verdaderamente insoportable.
El soberbio almendro hizo todo lo posible para echar a la abubilla que, por fin, un día se fue. Desde ese momento las pequeñas larvas pudieron engordar y engordar en paz, y lentamente invadieron todo el tronco.
Una noche, un solo golpe de viento fue suficiente para quebrar al orgulloso árbol.
- REFLEXIÓN: A veces las ayudas que necesitamos son dolorosas y molestas. Si alguien "mete el pico debajo de nuestra piel", mostrándonos nuestros defectos y faltas, nos enojamos, y tratamos de sacudírnoslo. Es una actitud de autosuficiencia que nos lleva a querer resolver nuestros problemas sin ayuda, y nunca seremos lo suficientemente objetivos para ver lo que nos resistimos a ver, lo suficientemente humildes para reconocer nuestros errores y disculparnos por ellos, ni lo suficientemente atinados para encontrar el mejor remedio a nuestros males. Hay que tener valentía para mostrar nuestras debilidades y miserias a quien, siendo juicioso y prudente, nos ayuda en nuestro proceso de crecimiento. El proceso de "limpieza" y "curación" de heridas puede ser doloroso y cansado, pero no por ello podemos dejar de hacerlo, pues si dejamos crecer nuestras miserias humanas y defectos, terminaremos como el árbol del cuento, invadidos por completo, corroídos por dentro, muertos en vida y listos para derrumbarnos estrepitosamente ante los vientos de las dificultades cotidianas.