30 de junio de 2017

DOS LOCOS

Se cuenta que en una ocasión dos locos decidieron escaparse del manicomio; para lograr su propósito tenían que saltar unas diez paredes que protegían el hospital psiquiátrico. Para ellos eso no sería problema alguno, estaban resueltos a escaparse.
Al emprender la travesía se desarrolla la siguiente acción: Juan le pregunta a Pedro al saltar la primera pared si estaba cansado, a lo que Pedro respondió que no. 
Juan insistió en su pregunta y le recordó que, en caso afirmativo podrían volverse.
—No has escuchado que te dije que no, estoy dispuesto a escaparme de aquí, no soporto más seguir encerrado –contestó Pedro.
Al escuchar la respuesta Juan prosiguió el camino. 
La misma escena se repite cada vez que saltan una pared, mientras ambos siguen firmes su viaje hacia la libertad. 
Cuando sólo les falta una pared para alcanzar la libertad se desarrolla nuevamente el mismo diálogo:
—Pedro ¿estás cansado? –le pregunta Juan a su compañero.
—Sí, ahora sí –contestó Pedro sudoroso.
—¡Ah pues entonces vamos a volvernos! –le gritó Juan. 
A lo que Pedro, sin reparo alguno, contestó:
—Sí, vamos a volvernos, porque estoy muy cansado y falta mucho por llegar aún.
Y de esa manera, ambos locos decidieron dar marcha atrás y recorrer el largo camino porque se sentían cansados, sin pensar que sólo les faltaba un pequeño esfuerzo más para alcanzar la libertad.
 
  • REFLEXIÓN: El cuento parece simple, pero encierra una gran enseñanza. Cuántas veces hemos emprendido una carrera para alcanzar alguna meta. Durante la misma hemos puesto todo nuestro esfuerzo y empeño en lograrla, sin embargo, cuando aparecen los obstáculos en el camino y casi se nos agotan las fuerzas, entonces decidimos dar marcha atrás y echar por la borda todo el trabajo que hemos realizado sin pensar que sólo con un esfuerzo más lo lograríamos. Reflexionemos sobre el valor de la constancia, la tenacidad, el esfuerzo mantenido y la fidelidad a un objetivo propuesto.

16 de junio de 2017

VERSE A UNO MISMO

—Cuando mires a tus compañeros, procura mirarte a ti mismo –dijo el maestro al discípulo.
—Pero, ¿no es esa una actitud egoísta? –cuestionó el discípulo–. Si nos preocupamos por nosotros mismos, jamás veremos lo que los otros tienen de bueno para ofrecer.
—Ojalá siempre consiguiéramos ver las cosas buenas que están a nuestro alrededor –contestó el maestro–, pero, en verdad, cuando miramos al prójimo estamos sólo buscando defectos. Intentamos descubrir su maldad, porque deseamos que sea peor que nosotros. Nunca lo perdonamos si nos hiere, porque creemos que jamás seríamos perdonados por él. Conseguimos herirlo con palabras duras afirmando que decimos la verdad, cuando apenas estamos intentando ocultarla de nosotros mismos y por último fingimos que somos importantes para que nadie pueda ver nuestra verdadera fragilidad. Por eso, siempre que estés juzgando a tu hermano, ten conciencia de que eres tú quien está en el tribunal.
Y tras este comentario el discípulo quedó pensando en sí mismo y cuántas veces había juzgado en los demás sus propios defectos.
 
  • REFLEXIÓN: ¿Somos realmente así?... Nos creemos en el derecho de criticar a todo el mundo, e incluso, a veces, tenemos la arrogancia de hacer ver a otros cuántos defectos tienen según nuestro juicio, pero casi nunca reparamos en pensar que lo que más criticamos de otros es justo lo que solemos hacer nosotros.

1 de junio de 2017

EL ALMENDRO Y LA ABUBILLA

Alto y triunfante, muy erguido y apuntando hacia el cielo, un almendro sobresalía en el huerto. Se sentía feliz cuando los pajarillos, con sus vivaces colores, o los gorriones elegantes y señoriales correteaban sobre sus ramas. Hospedaba con gozo jilgueros, ruiseñores, y otros pájaros cantores.
Pero un día una abubilla se posó sobre una de sus ramas. El pájaro apoyó su oreja sobre la corteza del árbol y percibió el hormigueo de las minúsculas pero voraces larvas que abundaban debajo de la corteza. Enfiló su largo pico encorvado en el tronco del almendro, y comenzó a extraer las larvas y a devorarlas.
El almendro cayó en una negra tristeza. Ese pájaro escuálido, que hurgaba con el pico en su corteza y arruinaba su perfecto tronco, era verdaderamente insoportable.
El soberbio almendro hizo todo lo posible para echar a la abubilla que, por fin, un día se fue. Desde ese momento las pequeñas larvas pudieron engordar y engordar en paz, y lentamente invadieron todo el tronco. 
Una noche, un solo golpe de viento fue suficiente para quebrar al orgulloso árbol.
 
  • REFLEXIÓN: A veces las ayudas que necesitamos son dolorosas y molestas. Si alguien "mete el pico debajo de nuestra piel", mostrándonos nuestros defectos y faltas, nos enojamos, y tratamos de sacudírnoslo. Es una actitud de autosuficiencia que nos lleva a querer resolver nuestros problemas sin ayuda, y nunca seremos lo suficientemente objetivos para ver lo que nos resistimos a ver, lo suficientemente humildes para reconocer nuestros errores y disculparnos por ellos, ni lo suficientemente atinados para encontrar el mejor remedio a nuestros males. Hay que tener valentía para mostrar nuestras debilidades y miserias a quien, siendo juicioso y prudente, nos ayuda en nuestro proceso de crecimiento. El proceso de "limpieza" y "curación" de heridas puede ser doloroso y cansado, pero no por ello podemos dejar de hacerlo, pues si dejamos crecer nuestras miserias humanas y defectos, terminaremos como el árbol del cuento, invadidos por completo, corroídos por dentro, muertos en vida y listos para derrumbarnos estrepitosamente ante los vientos de las dificultades cotidianas.