Horacio, el camello, miró al cielo y dijo a sus amigos camellos:
—¡Qué estrella más rara! Parece que nos hace señas, pidiendo que la sigamos.
Todos ellos vivían cerca de un oasis, donde sus vidas discurrían en paz, humildes y seguras. Tenían siempre hierba y dátiles en abundancia para comer y mucha agua para beber.
Nada había turbado jamás la plácida existencia de estos camellos; ahora, sin embargo, se daban cuenta de que su amigo estaba fascinado por aquella nueva estrella, rara y brillante. Les dejaba perplejos y se preguntaban qué podía significar.
—Recuerdo uno de mis sueños de infancia –prosiguió Horacio–. Vi una estrella que se alzaba sobre el horizonte y oí claramente que mandaba por señas que todos la siguieran en busca de una nueva vida, de un nuevo país y una nueva patria... Me pregunto si ésta podrá ser la misma.
Algunos de sus amigos se echaron entonces a reír. Los que no habían visto la estrella le tachaban de loco visionario, de soñador ingenuo. Los que la habían visto le llamaban chiflado:
—¿Cómo? ¿Seguir a la estrella? Jamás nadie lo pensó antes. ¿Adónde? ¿Cómo? ¿Por cuánto tiempo? Además, ¿por qué seguirla?
—¿Adónde? Adonde nos quiera conducir –respondió él–, y para siempre, si es preciso. Porque nos está invitando. Me siento atraído por ella irremediablemente... La seguiré, no importa lo que cueste. He tomado una decisión y nadie podrá detenerme.
La mayoría de los otros camellos le dejaron solo y se fueron a comer, beber y dormir. Sólo unos pocos se quedaron detrás. Estaban intrigados por la nueva estrella resplandeciente y por la manera de adueñarse completamente de su amigo. Uno de ellos preguntó:
—¿Tienes intención de adentrarte en el desierto, Horacio, y dejar toda la comodidad y seguridad de este hermoso oasis?
—Sí. He decidido renunciar a todo. Mirad. Está comenzando a desaparecer del horizonte. Tengo que darme prisa. Si alguno desea seguirme, sea bienvenido. Pero es peligroso retrasarse. ¡Vamos! Un minuto más y la estrella podría pasar de largo ante nosotros. Podría desaparecer y no volver nunca. Ahora o nunca; es la oportunidad de la vida.
Algunos camellos se sentían impresionados por la impaciencia y la determinación de Horacio. Resolvieron en aquel momento unirse a él:
—Nosotros también iremos. Pero danos tiempo para reunir algunas cosas para el viaje. Necesitamos mucha hierba, abundancia de agua, dátiles y cereales. Necesitamos...
—Mirad; se acaba el tiempo. La estrella comienza a alejarse. No podemos esperar un minuto más. La que nos llama a seguirla se hará cargo seguramente de nuestras necesidades. Ella mirará por nosotros durante el viaje. Yo me voy al instante. Si alguno desea seguirme, que venga. Si no, quedaos ahí y arregláoslas.
Y empezó a alejarse, adentrándose en el yermo, hostil e interminable desierto. Sus ojos permanecían fijos en la pequeña estrella resplandeciente según iba desapareciendo del horizonte del oasis.
Sólo dos camellos echaron a correr y se unieron a él antes de que fuera demasiado tarde. Los demás menearon la cabeza con un gesto de desaprobación y murmuraron:
—Están chiflados. Seguramente perecerán de hambre, de sed y de frío. ¡Y pensar que podían haberse quedado aquí con nosotros en este oasis, disfrutando de todas las cosas buenas que la vida nos brinda!
- REFLEXIÓN: Hemos de tener suficiente ilusión para perseguir nuestros sueños. Si estamos demasiado apegados a lo que tenemos, jamás seremos capaces de dar el salto a lo desconocido. La vida es una constante peregrinación, por eso debemos vaciarnos de todo y aumentar la confianza y la seguridad en que algo mejor nos va a suceder. A veces los obstáculos o los miedos nos impiden ver con claridad los objetivos que nos proponemos, pero tenemos que aliarnos con la voluntad y la esperanza de conseguir lo que creemos puede hacernos más felices.