23 de junio de 2016

SIN MEMORIA

Cuenta una vieja historia china que había una vez un hombre llamado Huan Zi, que había perdido completamente la memoria. Por la tarde, olvidaba lo que le habían dicho por la mañana; a la mañana siguiente, no recordaba lo que había hecho el día anterior. Cuando iba a algún sitio, no se acordaba dónde estaba y se olvidaba del camino de regreso. Había olvidado hasta como caminar o cuando sentarse.
Su familia estaba muy preocupada. No sabía qué hacer. Sufrían porque no los reconocía. Y aunque a Huan Zi se le veía en paz y feliz en su situación, estaban seriamente preocupados por él. Acudieron a adivinos y sanadores de todo tipo. De nada sirvió. El diagnóstico de los más prestigiosos médicos de la época, solía coincidir en que existía cierta desarmonía irrecuperable entre el hígado, los pulmones y el bazo, con afectación de los riñones y el corazón. Se declararon incapaces de curarle.
Un gran filósofo y erudito se ofreció para sanarlo. La mujer y los hijos de Huan Zi le prometieron pagarle lo que les pidiese, a cambio de su curación. El filósofo les dijo:
—No se puede remediar ni con hierbas, ni conjuros, ni con invocaciones, ni recurriendo a las medicinas ordinarias. Es un problema de su mente. Intentaré modificarla, cambiar sus pensamientos. Haré unas pruebas.
Acto seguido hizo que lo desnudaran y el enfermo reclamó la ropa; lo tuvo sin comer y exigió comida; lo dejó a oscuras y pidió la luz. Estas pruebas resultaban muy positivas. El filósofo dijo a la familia:
—Se puede curar la enfermedad. Sin embargo, mi método es caro y secreto.
Tras pactar el precio a cobrar, despidió a todos y se quedó en la casa a solas con el enfermo durante siete días.
Nadie supo qué hizo aquel hombre sabio, ni qué técnicas utilizó, pero lo cierto es que, en la mañana del séptimo día, Huan Zi tenía su mente curada.
Cuando la familia llegó a casa, llamados por el sanador, al verlos Huan Zi se puso a gritar, muy furioso, contra su hijo y contra su mujer. Quiso golpearles con un palo, y salió corriendo detrás del que le había curado, de forma que hubo de ser sujetado por sus vecinos que lo calmaron y le preguntaron por la causa de su gran enfado. 
Huan Zi les explicó: 
—Antes, con mi memoria perdida, estaba feliz, nada me preocupada, ni tan siquiera la existencia del cielo y la tierra. Estaba conmigo mismo, libre y vacío de todo lo demás. Ahora, al recobrarme, han regresado todas mis viejas preocupaciones, todas mis inquietudes, todos mis desasosiegos. Surgen en mi mente todos los logros y pérdidas, éxitos y fracasos, penas y alegrías, amores y odios. Ha desaparecido el silencio de mi mente. He dejado de ver las personas y las cosas como son, como están ahí, sin juzgarlas. Mi mente no se calla, ni un solo momento. 
Y, ya calmado, con lágrimas en los ojos, gritaba: 
—¡Quiero volver a vivir como antes, quiero mi memoria perdida, que alguien me ayude!
 
  • REFLEXIÓN: Un poco triste pero cierto que a veces nos gustaría no tener memoria para no recordar las cosas malas que nos suceden, vivir libres de los recuerdos tristes o angustiosos que en algún momento cargamos como piedras en nuestra espalda. Pero lo malo de perder la memoria es que se irían los malos recuerdos, pero también aquellos que nos hicieron disfrutar o nos proporcionaron un trocito de felicidad. Así que lo mejor será vivir con la memoria intacta, procurando que lo negativo no nos hiera demasiado y lo positivo permanezca siempre fresco en el recuerdo.