Un califa de Bagdad llamado Al-Mamun poseía un hermoso caballo árabe del que estaba encaprichado el jefe de una tribu, llamado Omah, que le ofreció un gran número de camellos a cambio; pero Al-Mamun no quería desprenderse de su animal. Aquello encolerizó a Omah de tal manera que decidió hacerse con el caballo fraudulentamente.
Sabiendo que Al-Mamun solía pasear con su caballo por un determinado camino, Omah se tendió juntó a dicho camino disfrazado de mendigo y simulando estar muy enfermo. Y como Al-Mamun era un hombre de buenos sentimientos, al ver al mendigo sintió lástima de él, desmontó y se ofreció a llevarlo a un hospital.
—Por desgracia, –se lamentó el mendigo–, llevo días sin comer y no tengo fuerzas para levantarme.
Entonces Al-Mamun lo alzó del suelo con mucho cuidado y lo montó en su caballo, con la idea de montar él a continuación. Pero, en cuanto el falso mendigo se vio sobre la silla, salió huyendo al galope, con Al-Mamun corriendo detrás de él para alcanzarlo y gritándole que se detuviera. Una vez que Omah se distanció lo suficiente de su perseguidor, se detuvo y comenzó a hacer caracolear al caballo.
—¡Está bien, me has robado mi caballo! –gritó Al-Mamun– ¡Ahora sólo tengo una cosa que pedirte!—¿De qué se trata? –preguntó Omah también a gritos.
—¡Que no cuentes a nadie cómo te hiciste con mi caballo!
—¿Y por qué no he de hacerlo?
—¡Porque quizá un día puede haber un hombre realmente enfermo tendido junto al camino y, si la gente se ha enterado de tu engaño, tal vez pase de largo y no le preste ayuda!
- REFLEXIÓN: Así somos las personas en determinadas ocasiones... nos dejamos llevar por comentarios y prejuicios que pueden disuadirnos de ayudar a alguien que tal vez lo necesite realmente, sólo porque alguien alguna vez engañó a otra persona en circunstancias parecidas. No dejes pasar la ocasión de prestar tu ayuda desinteresada olvidando prejuicios.