29 de junio de 2016

ESFUERZO

Un día, una pequeña abertura apareció en un capullo de gusano. Un hombre se sentó y observó a la mariposa por varias horas y cómo ella se esforzaba para que su cuerpo pasara a través de aquel pequeño espacio. De momento parecía que se había dado por vencida, pues no se veía ningún movimiento, y no parecía hacer ningún progreso. Parecía que había hecho más de lo que podía, y aun así, no conseguía salir. Entonces el hombre decidió ayudarla.
Tomó una tijera y con ella cortó el capullo para que la mariposa pudiese salir. La mariposa salió con una gran facilidad. Pero su cuerpo estaba atrofiado, muy pequeño y con las alas pegadas al cuerpo. El hombre continuó observando a la mariposa porque esperaba que en cualquier momento sus alas se fortalecieran, se abrieran con fuerza y fueran capaces de soportar su peso afirmándose con el tiempo.
Pero nada pasó.
En realidad, la mariposa pasó el resto de su vida arrastrándose con el cuerpo atrofiado y con las alas maltratadas y encogidas. Nunca fue capaz de volar. 
Lo que el hombre, en su gentileza y deseo de ayudar, no comprendía era que el capullo apretado y el esfuerzo necesario para salir por el pequeño agujero era el modo en que Dios hacía que el fluido del cuerpo de la mariposa fuese hacia sus alas de modo que estuviera lista para volar una vez que hubiese salido del capullo. 
 
  • REFLEXIÓN: Es el esfuerzo lo que justamente necesitamos en nuestras vidas. Sin esfuerzo nada que sea valioso se consigue. Si pasáramos por la vida sin ningún esfuerzo, sin ningún obstáculo, quedaríamos "incapacitados", "inválidos". No seríamos tan fuertes como podemos ser. Nunca podríamos volar. Por eso, cuando quieras ayudar a alguien, lo primero que tienes que hacer es respetar el espacio y el tiempo que la persona necesita para poder desarrollarse libremente. Es bueno ayudar, pero dejando que a quien ayudamos vaya desplegando sus alas, vaya formándose, vaya tomándose su tiempo para madurar y luchar por su propia vida.

23 de junio de 2016

SIN MEMORIA

Cuenta una vieja historia china que había una vez un hombre llamado Huan Zi, que había perdido completamente la memoria. Por la tarde, olvidaba lo que le habían dicho por la mañana; a la mañana siguiente, no recordaba lo que había hecho el día anterior. Cuando iba a algún sitio, no se acordaba dónde estaba y se olvidaba del camino de regreso. Había olvidado hasta como caminar o cuando sentarse.
Su familia estaba muy preocupada. No sabía qué hacer. Sufrían porque no los reconocía. Y aunque a Huan Zi se le veía en paz y feliz en su situación, estaban seriamente preocupados por él. Acudieron a adivinos y sanadores de todo tipo. De nada sirvió. El diagnóstico de los más prestigiosos médicos de la época, solía coincidir en que existía cierta desarmonía irrecuperable entre el hígado, los pulmones y el bazo, con afectación de los riñones y el corazón. Se declararon incapaces de curarle.
Un gran filósofo y erudito se ofreció para sanarlo. La mujer y los hijos de Huan Zi le prometieron pagarle lo que les pidiese, a cambio de su curación. El filósofo les dijo:
—No se puede remediar ni con hierbas, ni conjuros, ni con invocaciones, ni recurriendo a las medicinas ordinarias. Es un problema de su mente. Intentaré modificarla, cambiar sus pensamientos. Haré unas pruebas.
Acto seguido hizo que lo desnudaran y el enfermo reclamó la ropa; lo tuvo sin comer y exigió comida; lo dejó a oscuras y pidió la luz. Estas pruebas resultaban muy positivas. El filósofo dijo a la familia:
—Se puede curar la enfermedad. Sin embargo, mi método es caro y secreto.
Tras pactar el precio a cobrar, despidió a todos y se quedó en la casa a solas con el enfermo durante siete días.
Nadie supo qué hizo aquel hombre sabio, ni qué técnicas utilizó, pero lo cierto es que, en la mañana del séptimo día, Huan Zi tenía su mente curada.
Cuando la familia llegó a casa, llamados por el sanador, al verlos Huan Zi se puso a gritar, muy furioso, contra su hijo y contra su mujer. Quiso golpearles con un palo, y salió corriendo detrás del que le había curado, de forma que hubo de ser sujetado por sus vecinos que lo calmaron y le preguntaron por la causa de su gran enfado. 
Huan Zi les explicó: 
—Antes, con mi memoria perdida, estaba feliz, nada me preocupada, ni tan siquiera la existencia del cielo y la tierra. Estaba conmigo mismo, libre y vacío de todo lo demás. Ahora, al recobrarme, han regresado todas mis viejas preocupaciones, todas mis inquietudes, todos mis desasosiegos. Surgen en mi mente todos los logros y pérdidas, éxitos y fracasos, penas y alegrías, amores y odios. Ha desaparecido el silencio de mi mente. He dejado de ver las personas y las cosas como son, como están ahí, sin juzgarlas. Mi mente no se calla, ni un solo momento. 
Y, ya calmado, con lágrimas en los ojos, gritaba: 
—¡Quiero volver a vivir como antes, quiero mi memoria perdida, que alguien me ayude!
 
  • REFLEXIÓN: Un poco triste pero cierto que a veces nos gustaría no tener memoria para no recordar las cosas malas que nos suceden, vivir libres de los recuerdos tristes o angustiosos que en algún momento cargamos como piedras en nuestra espalda. Pero lo malo de perder la memoria es que se irían los malos recuerdos, pero también aquellos que nos hicieron disfrutar o nos proporcionaron un trocito de felicidad. Así que lo mejor será vivir con la memoria intacta, procurando que lo negativo no nos hiera demasiado y lo positivo permanezca siempre fresco en el recuerdo.

15 de junio de 2016

LA OVEJA PERDIDA

Una oveja descubrió un agujero en la cerca y se escabulló a través de él. Estaba feliz de haber escapado por fin. Anduvo errando mucho tiempo y acabó desorientándose.
Entonces se dio cuenta que estaba siendo observada y perseguida por un lobo. Echó a correr y a correr... pero el lobo seguía persiguiéndola. Hasta que llegó el pastor y la rescató, salvándola y conduciéndola de nuevo, con todo cariño, al redil.
Y a pesar de que todo el mundo le instaba a lo contrario, el pastor se negó a reparar el agujero de la cerca.
 
  • REFLEXIÓN: Cada uno tenemos que descubrir por nosotros mismos nuestros errores. Nadie puede andar el camino por nosotros, debemos descubrirlo nosotros, con sus buenos tramos y con sus obstáculos. Y así ir aprendiendo de los errores, de aquellas cosas que nos producen daño o sufrimiento, para en lo sucesivo y en la medida de lo posible, intentar evitar dichas circunstancias o situaciones.