24 de diciembre de 2015

LOS DOS BEBÉS

En el vientre de una mujer embarazada se encontraban dos bebés. Uno pregunta al otro:
—Tú crees en la vida después del parto?
—Claro que sí. Algo debe existir después del parto. Tal vez estemos aquí porque necesitamos prepararnos para lo que seremos más tarde.
—¡Tonterías! No hay vida después del parto. ¿Cómo sería esa vida?
—No lo sé pero seguramente... habrá más luz que aquí. Tal vez caminemos con nuestros propios pies y nos alimentemos por la boca.
—¡Eso es absurdo! ¡Caminar es imposible! ¿Y comer por la boca? ¡Eso es ridículo! El cordón umbilical es por donde nos alimentamos. Yo te digo una cosa: la vida después del parto está excluida. El cordón umbilical es demasiado corto.
—Pues yo creo que debe haber algo. Y tal vez sea sólo un poco distinto a lo que estamos acostumbrados a tener aquí.
—Pero nadie ha vuelto nunca del más allá, después del parto. El parto es el final de la vida. Y a fin de cuentas, la vida no es más que una angustiosa existencia en la oscuridad que no lleva a nada.
—Bueno, yo no sé exactamente cómo será después del parto, pero seguro que veremos a mamá y ella nos cuidará.
—¿Mamá? ¿Tú crees en mamá? ¿Y dónde crees tú que está ella?
—¿Dónde? ¡En todo nuestro alrededor! En ella y a través de ella es como vivimos. Sin ella todo este mundo no existiría.
—¡Pues yo no me lo creo! Nunca he visto a mamá, por lo tanto, es lógico que no exista.
—Bueno, pero a veces, cuando estamos en silencio, tú puedes oírla cantando o sentir cómo acaricia nuestro mundo. ¿Sabes?... Yo pienso que hay una vida real que nos espera y que ahora solamente estamos preparándonos para ella.
 
  • REFLEXIÓN: Diríamos que esto se parece mucho a lo que tanto elucubramos acerca de lo que nos espera más allá de la vida, y la eterna discusión de si creemos o no en aquello que no vemos. Cada cual que piense y medite.

20 de diciembre de 2015

HUELLAS EN LA ARENA

Una noche tuve un sueño... soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y, en mi sueño, fueron pasando escenas de mi vida.
Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran las mías y las otras del Señor.
Cuando la última escena pasó delante mío, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas en la arena.
Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles de mi vida. Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor: 
—Señor, Tú me dijiste, cuando resolví seguirte, que andarías conmigo, a lo largo del camino, pero durante los peores momentos de mi vida, había en la arena sólo un par de pisadas. No comprendo por qué Tú me dejaste en las horas en que yo más te necesitaba. 
Entonces, Él, clavando en mí su mirada infinita, me contestó: 
—Mi querido hijo. Yo te he amado y jamás te abandonaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue, justamente allí, donde yo te llevé en mis brazos. Las pisadas que viste en la arena eran las mías marcadas por el peso de tu propio cansancio.
 
  • REFLEXIÓN: Nuestro Dios no nos abandona, siempre está atento a nuestras necesidades, para acogernos en sus brazos, y aunque a veces no notemos su presencia, siempre está ahí, a nuestro lado en los momentos difíciles.

8 de diciembre de 2015

LA VACA PACÍFICA

Está en la naturaleza del tigre ser agresivo como en la de la vaca ser pacífica. Un tigre iba siguiendo sigilosamente a una vaca para saltar sobre ella y devorarla en el momento oportuno, pero ésta se dio cuenta, se volvió y dijo:
—Amigo tigre, sé que me vas a matar.
—Así es, vaca, porque está en mi naturaleza matar.
—Pero te pido un favor. Tú eres un tigre orgulloso y no puedes defraudarte a ti mismo. Sé que me lo concederás. Tengo que dar de mamar a mi ternero, porque ya es la hora para ello y me está esperando en el establo. Le daré de mamar y te prometo que volveré.
El tigre vaciló unos instantes. Pensó: «Un hombre se puede defraudar a sí mismo, pero un tigre como yo, no». Repuso:
—Vaca, ve a alimentar a tu ternerito.
La vaca fue al establo, alimentó a su cría y le explicó que tenía que volver y entregar su cuerpo, como había prometido al tigre. El ternero no quería que se fuera, pero la vaca le explicó:
—Mi muy querido hijo, si también las vacas comenzamos a faltar a nuestras promesas, ¿qué será del mundo?
Le dio un lametón al ternero y se fue a buscar al tigre. Al verlo, le dijo:
—Sé que está en tu naturaleza matar, amigo mío. Así que aquí me tienes. Ahora este cuerpo te pertenece.
El tigre se quedó pensativo. Después de unos instantes, afirmó:
—Querida vaca, eres estupenda. Has cumplido tu promesa, incluso teniendo que abandonar a tu hijo y dar tu cuerpo. Ahora comprendo por qué eres tan pacífica: porque eres fiel a ti misma. No te comeré, al contrario, me has hecho sentir tanto afecto por ti que mi naturaleza ha cambiado. Te consideraré a partir de hoy mi hermana, y a tu ternero mi familia. Así que vete en paz.
 
  • REFLEXIÓN: Incluso el más fiero puede transformar su naturaleza y modificar sus pensamientos malvados. Un ser humano debería tener más aptitudes que un tigre, aunque también tendría que ser menos fiero que éste y no siempre lo es. El tigre y la vaca consiguieron respetarse a sí mismos, pero el ser humano no siempre lo hace. No siempre valora sus promesas y su lealtad. El hombre no siempre es como es, pero podría empezar a ser como quisiera ser. El andamiaje de nuestra psicología puede «desaprenderse» para mejorarse; pero no hay milagros, cambia el que se hace la firme resolución de cambiar y pone los medios oportunos para ello.