16 de mayo de 2015

UN ESPÍRITU CONTENTADIZO

Un dios hindú estaba tan harto de las continuas peticiones de su devoto que un día se apareció a él y le dijo:
—He decidido concederte las tres cosas que desees pedirme. Después no volveré a concederte nada más.
Lleno de gozo, el devoto hizo su primera petición sin pensárselo dos veces. Pidió que muriera su mujer para poder casarse con una mejor. Y su petición fue inmediatamente atendida. Pero cuando sus amigos y parientes se reunieron para el funeral y comenzaron a recordar las buenas cualidades de su difunta esposa, el devoto cayó en la cuenta de que había sido un tanto precipitado. Ahora reconocía que había sido absolutamente ciego a las virtudes de su mujer. ¿Acaso era fácil encontrar otra mujer tan buena como ella?
De manera que pidió al Señor que la volviera a la vida. Con lo cual sólo le quedaba una petición que hacer. Y estaba decidido a no cometer un nuevo error, porque esta vez no tendría posibilidad de enmendarlo. Y se puso a pedir consejo a los demás. Algunos de sus amigos le aconsejaron que pidiese la inmortalidad. Pero ¿de qué servía la inmortalidad –le dijeron otros– si no tenía salud? ¿Y de qué servía la salud si no tenía dinero? ¿Y de qué servía el dinero si no tenía amigos?
Pasaban los años y no podía determinar qué era lo que debía pedir: ¿vida, salud, riquezas, poder, amor...? Al fin suplicó al dios:
—Por favor, aconséjame lo que debo pedir.
La deidad se rió al ver los apuros del pobre hombre y le dijo:
—Pide ser capaz de contentarte con todo lo que la vida te ofrezca, sea lo que sea.
 
  • REFLEXIÓN: Muchas veces somos infelices porque nunca estamos satisfechos con aquello que la vida nos da; siempre aspiramos a más y más, y se nos pasa la vida pensando en todo aquello que no tenemos y que nos gustaría tener, sin darnos cuenta de lo felices que somos con lo que ya poseemos. Debemos aprender a valorar la vida sin más.

3 de mayo de 2015

EL ASNO SE HA IDO

Una noche, un viajero llegó a una pequeña ciudad, acompañado de un siervo y un asno cargado de mercancías. 
Delante de una posada, le dijo a su servidor:
—¡Vigila atentamente al asno, que yo voy a tomarme un vaso de leche!
Al entrar en la posada, vio a un grupo de sufís cantando y bailando juntos. Le invitaron a entrar en el círculo y le propusieron bailar con un típico canto de la tierra llamado: “El asno se ha ido”. Feliz de poder tomar parte en una actividad tan relajante, de buen grado aceptó la propuesta, se unió al grupo y empezó a bailar imaginando que el asno simbolizaba el ego del que hay que liberarse. Se puso a cantar y bailar con tal entusiasmo que hasta entró en trance.
Al cabo de un rato, cuando quiso reanudar su camino, se dio cuenta de que su asno había desaparecido. Furioso, reconvino a su servidor:
—Pero ¿qué has hecho, inútil y descuidado? ¡Te ordené que vigilaras el asno!
—He venido a avisarle de que querían robárselo –repuso el siervo apenado–, pero como le vi en el colmo de la felicidad cantando “El asno se ha ido. El asno se ha ido”... supuse que no le importaba y no quise insistir.
 
  • REFLEXIÓN: Así son los malentendidos, que a veces nos hacen perder hasta lo que más apreciamos por no aclarar las cosas cuando es necesario.