2 de junio de 2014

UN MATRIMONIO FELIZ

Dios observaba que aquel matrimonio se llevaba muy bien desde hacía muchos años y quiso hacerles un regalo. Envió al pájaro del bosque para que, volando sobre ellos, les hiciese llegar un pedacito del arcoíris. Y les dijo: 
—«La hondura de vuestro amor ha llegado hasta mí. Vuestra presencia será curativa para todo el poblado. Los enfermos quedarán sanos cuando os presentéis juntos ante ellos».
En efecto, así fue: cada vez que alguien caía enfermo llamaban a esta pareja que se presentaba ante el enfermo con su arcoíris y la enfermedad desaparecía.
Pero un día en que la mujer había ido a por agua al pozo, que estaban bien lejos, llegaron unos enviados gritando que el hijo del jefe estaba enfermo. El hombre intentó explicarles que faltaba su mujer, que sin ella su presencia no era eficaz, pero los enviados tenían orden del jefe de volver cuanto antes y forzaron al hombre a ir solo ante el enfermo. Pudo llevarse el pedacito de arcoíris, pero por mucho que quiso, el niño no mejoró. El jefe se enfadó, dijo que era un impostor y lo metió en la cárcel. Al rato, informada por las vecinas de lo que había pasado, también la mujer llegó a casa del jefe y pidió ver a su marido, pero el jefe se opuso y quiso que primero curase a su hijo. Ante él se presentó con el pedacito de arcoíris, pero tampoco ella consiguió nada, así que siguió el mismo camino que su marido y terminó en la cárcel.
El arcoíris, después de que el jefe intentase sin éxito hacerlo funcionar con todas las palabras mágicas que sabía, fue pintado de negro y enterrado para siempre.
En la cárcel, el hombre y su mujer se dijeron que a pesar del maltrato del jefe y de no tener el arcoíris seguían deseando el bien del niño y siguieron pidiendo por él. Esta vez el niño mejoró.
El jefe, al ver lo sucedido, les dejó salir, les pidió perdón y les hizo muchos regalos. Pero ellos estaban asombrados: ¿Cómo era posible que el niño se hubiese curado sin que ellos tuviesen el arcoíris?
Y Dios les respondió:
—«El arcoíris no tenía ningún poder, era simplemente un regalo, un signo visible de lo que de verdad cura, que es vuestro amor».
 
  • REFLEXIÓN: Muchas veces nos aferramos a ciertos objetos que nos sirven de amuletos y a los que dotamos con falsos poderes. En este caso el arcoíris no tenía ningún poder real, el verdadero poder curativo lo ejerció el amor. Y es que hay personas que realmente ayudan a otros solamente ofreciendo cariño, afecto, comprensión, cercanía. ¿Cuántas personas conocemos que nos impresionan por la calidad de su amor?