27 de mayo de 2012

EL LEÓN Y EL MONO

El león convocó a todos los animales para proponerles su voluntad de hacer la paz con los humanos después de tantos años de conflictos y persecuciones.
Los animales aceptaron con entusiasmo esta propuesta y decidieron que fuese el mono, por su parecido con los humanos, quién asumiese la responsabilidad de comunicarles esta voluntad y de comenzar el diálogo.
Sin demora, el mono se puso en camino y llegó a los campos cultivados. Allí encontró árboles llenos de apetitosa fruta... y no pudo resistirse, subió a ellos y comió toda la que pudo.
Así lo encontraron los humanos y tuvo que huir y esconderse.
Los humanos, enfadados, penetraron en el bosque para castigar a los animales. El mono, demasiado pesado después de todo lo que había comido, no llegó a tiempo para prevenirles. Vio a los otros animales huir a toda prisa, gritando.
“Por mi culpa”, pensó, y decidió no volver nunca más con ellos.
Se quedó solo en un lugar apartado. Allí pasó un tiempo, cada vez más triste, hasta que un día vio venir al león. Tuvo miedo y subió a lo más alto de su árbol, pero el león le dijo:
—No temas, no he venido a comerte, sino a invitarte a nuestra fiesta.
El mono no había olvidado la fecha de la fiesta anual de todos los animales, era su momento preferido, pero no se sentía con fuerzas para participar, así que dijo:
—Después del mal que os he hecho no creo que pueda celebrar más con vosotros esta fiesta. Me da miedo y vergüenza volver al poblado.
Pero el león respondió:
—Sabes que la condición para celebrar la fiesta es que estemos todos. Si no, ¿qué fiesta es? Tú eres un animal como nosotros, pero estás lejos y solo... Nos faltas. Si vienes, la fiesta será completa.
El mono se dejó convencer, bajó del árbol y juntos regresaron al poblado.
 
  • REFLEXIÓN: Esta historia nos hace reflexionar sobre el valor del perdón. Pensemos en la generosa explicación del león para reintegrar al mono en la comunidad de los animales. Tenemos que pensar también en nuestra actitud cuando nos equivocamos, si somos capaces de ceder, olvidar frustraciones y aceptar el perdón que el otro nos ofrece.

11 de mayo de 2012

EL RETRATO

Sydney Smith era una especie de celebridad en la ciudad donde vivía. Un día decidió encargar a un artista local que pintara su retrato. El artista hizo un esbozo previo y se lo presentó a Sydney para su aprobación. Era de un parecido perfecto, pero Sydney se sintió molesto.
—¡Esto no es precisamente lo que yo quería! –dijo–. Ha hecho mi cara demasiado redonda. Tiene que hacerlo de nuevo.
El pintor hizo otro esbozo, pero Sydney no estaba aún satisfecho.
—Mis espaldas no parecen bastante anchas –dijo–. Hágalo otra vez; pero ahora cambie algo las espaldas.
El artista hizo otro boceto con el rostro enjuto y las espaldas anchas.
Sydney movió la cabeza impaciente.
—Aún no está bien –dijo–. Me parece que la forma del mentón está mal, y los ojos son demasiado pequeños. Tampoco me gusta la nariz.
El pintor hizo un boceto tras otro, hasta que por fin Sydney se sintió satisfecho.
—Bueno –dijo–. Finalmente comienzo a gustarme.
Cuando tuvo el retrato en casa, invitó a todos sus amigos y parientes a que fueran a verlo. Todos se echaron a reír.
—¡Qué artista tan horrible! –dijeron–. No se parece en nada a ti. ¡Cómo ha podido dibujarte de esa manera! No ha captado ninguna de tus cualidades: la bondad de tu rostro, el destello de tu mirada... Eres mucho más atractivo de lo que aparentas en el cuadro que te ha hecho.
Cuando se hubieron ido, Sydney miró el retrato avergonzado y confuso. Lo envolvió en un papel oscuro y se lo devolvió al artista.
—He cambiado de parecer –dijo–. Deseo que haga el retrato de nuevo; pero esta vez hágalo como el boceto original que me mostró. Ése es el que más me gusta.
 
  • REFLEXIÓN: A veces nuestro yo ideal es muy diferente de nuestro yo real. Necesitamos aprender a vernos y aceptarnos como realmente somos. Los que están cerca de nosotros nos quieren por lo que somos, no por lo que a nosotros nos gustaría ser. Una pobre imagen de sí mismo puede falsear nuestro modo de presentarnos a los otros. Necesitamos confiar en la gente para aceptarnos como realmente somos.