9 de octubre de 2015

EL DOMADOR

El discípulo preguntó al Maestro:
—Maestro: ¿cuál es el oficio más difícil que existe? ¿Acaso pescador? ¿Minero? ¿Astronauta?
El Maestro llevó su mano al hombro del joven y le dijo:
—El oficio más difícil del mundo es el de domador.
Sonó una carcajada ruidosa y el discípulo preguntó:
—¿Por qué crees que el oficio de domador es el más difícil?
—Porque todas las personas tenemos que ser domadores. No importa la edad; tampoco la condición.
El discípulo intervino de nuevo, algo guasón:
—Tiene gracia lo que dices. ¿Acaso el mundo es un circo?
El maestro meneó lentamente la cabeza en sentido negativo y contestó:
—No. El mundo no es un circo. Pero cada ser humano tiene que ser domador... de sí mismo. Su propio ser es la jaula. Las fieras son sus instintos, sus pasiones, sus apetitos, los sentimientos mal encauzados, su orgullo, su egoísmo, su necedad...
El discípulo le miraba atentamente y él prosiguió:
—Para ser persona, auténtica persona, el ser humano, hombre o mujer, niño, adolescente, joven, adulto o anciano tiene que olvidarse de su miedo e ir adquiriendo las cualidades que definen al buen domador...
—¿Y qué cualidades son ésas, Maestro?
—Esas cualidades son: valor, arrojo, decisión, verdad, conocimiento de la situación, dominio de sí mismo, respeto, confianza, razón, precaución, paciencia, atención, ilusión, sensatez...
El joven de nuevo le interrumpió:
—¿Sabes que jamás lo había pensado?
—¡Claro! Tu te imaginabas que los domadores sólo están en el circo y que con pericia, buen entrenamiento, una fusta y haciendo restallar un látigo se desvelaba todo el misterio de la doma y el control. Pero esa no es la realidad. Las fieras que se exhiben en el circo son demasiado mansas comparadas con las fieras que hay en la jaula de nuestro interior. El domador de su propio ser ha de estar siempre alerta e insistir una y otra vez; de lo contrario, al mínimo descuido, será devorado por sus propias fieras: fieras agresivas, exigentes, insaciables...
—Tiene que ser difícil ser domador. Pero, dime, ¿cómo se aprende a ser un buen domador? –dijo el joven intrigado. A lo que el Maestro contestó:
—Métete en tu propia jaula y busca la respuesta en tu propio interior.
 
  • REFLEXIÓN: Cada persona tiene que aprender a conocerse a sí misma, adivinar sus peores defectos para poder controlarlos y sus mejores cualidades para poder potenciarlas. Si no buscamos dentro de nosotros jamás aprenderemos qué es lo que debemos mejorar de nuestro carácter y qué debemos tratar de controlar.