Hace muchos años, todos los animales vivían en paz juntos en la selva. Un aciago día llegó un hombre a ella con un extraño instrumento y mató a un ciervo. Al día siguiente volvió y mató a un tigre. Desde entonces el hombre siguió matando, capturando y enjaulando a los animales, uno tras otro, hasta que finalmente estos celebraron una reunión para discutir el modo de defenderse de la crueldad del hombre.
El primero en tomar la palabra fue el elefante, porque era mucho más grande y más imponente que todas las demás criaturas.
—Mi táctica es atemorizar a la gente –dijo–. Cuando veo hombres, cargo contra ellos agitando mis orejas y levantando mis grandes colmillos amenazadores, pisoteándolo todo a mi paso y haciendo temblar la tierra.
Después del elefante habló el tigre.
—Yo creo que el ataque es la mejor forma de defensa –rugió–. Antes de que el hombre sepa lo que pasa, me encaramo y salto sobre él, sirviéndome de mis poderosas mandíbulas y de mis agudas garras para defenderme.
A continuación habló el ciervo con un tímido susurro:
—Mi seguridad está en la velocidad con que puedo correr. Apenas percibo el olor a hombre, echó a correr como el viento hasta desaparecer. Así nunca me puede atrapar.
—Yo detesto al hombre –silbó la serpiente–. Mi método es el más astuto de todos. Permanezco oculta en la hierba y soy feliz estando allí quieta y silenciosa durante horas sin fin. Cuando se aproxima un hombre, mi corazón grita venganza y le muerdo, hundiendo mis venenosos dientes en su carne y disfrutando con el dolor que le causo.
La tortuga parpadeó soñolienta y dijo:
—Mi método es muy simple. Me limito a retirarme hasta que pasa el peligro. Me he construido una concha espesa y protectora, que llevo siempre a mi espalda. Apenas diviso a un ser humano, me oculto dentro de mi concha, donde no puedo ver ni oír nada. Me siento muy segura allí adentro.
El perro meneó su cola, sonrió y dijo:
—Amigos, si tenéis un poco de paciencia conmigo, os diré por qué creo que estáis todos equivocados. Hemos de aceptar que existan los seres humanos, que vengan aquí y que sean superiores a nosotros. Constituyen una gran amenaza para nosotros, y es insensato pensar que podemos luchar contra ellos, asustarlos, huir de ellos o destruirlos. Por nuestro propio bien, aprendamos a obedecerles, a ser aliados y amigos suyos. Yo he decidido dejarme domesticar por ellos. Permaneceré en sus casas y les serviré; y aunque pierda mi libertad, al menos dispondré de un lugar caliente para dormir, de comida y de tranquilidad. Debemos ser prácticos en estas cosas, amigos míos.
El camaleón fue el último en hablar. Alzó su cabeza y miró con arrogancia a cuantos le rodeaban para decir:
—Sois unos necios hablando de atemorizarles, de atacarles, de escapar y de haceros amigos suyos. No necesitáis hacer ninguna de esas cosas si adoptáis mi método. Yo me limito a cambiar de color según la ocasión. No me importa cuántas veces tengo que cambiar. No me molesta mi aspecto o cuántas identidades tengo. Lo único que realmente importa es si deseas o no salvar tu piel.
REFLEXIÓN: Todos nos enfrentamos con dificultades, oposiciones y conflictos, y según nuestro carácter y temperamento optamos por diferentes estrategias para afrontar estos retos. No es posible aplicar una única estrategia a cada situación. Cada nuevo reto puede requerir una actitud diferente; sin embargo, cualquiera que sea la actitud que adoptemos, hemos de intentar ser constructivos, dignos, compasivos y racionales. Ahora eso sí, a diferencia del camaleón de la historia, lo único que no debemos cambiar, bajo ningún concepto, es nuestra identidad, lo que nos hace únicos.