28 de enero de 2014

SI YO CAMBIO, CAMBIA EL MUNDO

Un maestro sufí dijo acerca de sí mismo: De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: «Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo».
A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: «Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho».
Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que yo he sido. Mi única oración es la siguiente: «Señor, dame la gracia de cambiarme a mí mismo».
Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.
 
  • REFLEXIÓN: Todo el mundo piensa en cambiar a la humanidad. Casi nadie piensa en cambiarse a sí mismo, que es lo más importante que deberíamos hacer. Mis pequeñas aportaciones son significativas para otros.

10 de enero de 2014

TIMOTEO EL AMBICIOSO

Timoteo era un hombre ambicioso. Nunca tenía suficiente dinero y posesiones. Constantemente discutía con sus vecinos sobre cuestiones monetarias.
Un día uno de sus enemigos decidió acabar con Timoteo. Con gran astucia, se presentó ante él con un pequeño pez de oro en un vaso de cristal. Le dijo:
—Timoteo, cuando este pez de oro alcance su tamaño total y muera de muerte natural, su cuerpo se convertirá en oro puro. Tú serás rico como jamás lo soñaste.
La insaciable ambición de Timoteo se impuso a su sentido común y se creyó la historia del pez de oro. Lo contemplaba de cerca con alegría y agradecimiento a su enemigo.
Se llevó el pez a su casa y lo metió en un pequeño recipiente. Lo alimentó generosamente, y, con gran contento suyo, fue creciendo y creciendo hasta que se hizo demasiado grande para el recipiente. Con gran dispendio hizo construir un depósito para el pez, y luego un pequeño lago. Constantemente soñaba con el día en que había de conseguir su oro.
Pasados muchos años, Timoteo había gastado todos sus ahorros y se había pasado los días alimentando y cuidando al pez, que continuamente crecía y creía. Deseaba que se muriera para poder, al fin, hacerse rico. Al final, en bancarrota y viejo, Timoteo se murió antes que el pez.
Nunca se dio cuenta de que su enemigo le había obsequiado con una ballena.
 
  • REFLEXIÓN: La mayoría de nosotros somos como Timoteo. Sacrificamos lo mejor que tenemos (tiempo, energías, amor y amistad) persiguiendo una riqueza que nunca conseguimos. La felicidad no consiste en tener lo que queremos, sino en querer lo que tenemos.