Un emperador le dijo a un sabio:
—Tu Dios es un ladrón: necesitó, para crear a la mujer, robarle una costilla a Adán, cuando estaba dormido.
Y como al sabio le costaba responder, la hija de éste tomó la palabra y replicó:
—Traigo una queja emperador: resulta que unos ladrones se introdujeron en casa durante la noche y robaron un colgante de madera, dejando en su lugar un colgante de oro.
Y el Emperador contestó:
—¡Así tuviera yo cada noche visitas semejantes!
—Pues bien -contestó entonces el sabio- eso fue lo que hizo nuestro Dios: le quitó al primer hombre una simple costilla, pero a cambio le dio una hermosa mujer.
- REFLEXIÓN: A veces tenemos que sacrificar un bien menor en pos de algo mejor. Hay que aprender a ser generoso para saber sacrificar esas pequeñas cosas y así poder obtener otras mucho más importantes y que probablemente nos hagan más felices tanto a nosotros como a los que nos rodean.