25 de enero de 2013

EL PRÍNCIPE Y LAS HORMIGAS

Érase una vez un rey con grandes posesiones; vivía en un palacio suntuoso. Su hijo, el príncipe, gozaba para sí de una hermosa colección de caballos blancos para pasear por sus tierras. Salió un día a pasear montado en su caballo blanco preferido. De pronto vio un hormiguero. Se bajó y dedicó un tiempo a observar con detenimiento e interés la vida de las hormigas.
Le sorprendió y dolió ver cómo las hormigas se afanaban presurosas por acaparar y almacenar comida para el invierno. Comían, transportaban, se molestaban con sus desproporcionados cargamentos.
Reflexionó por largo tiempo. Y volvió a su palacio.
—Requiero su permiso para hacerme hormiga –dijo sin vacilar y con decisión firme a su padre, que oía sorprendido.
—¿Qué me pides? Reflexiona. Tú, príncipe, lleno de esperanzas y seguridades... ¿convertirte en hormiga?
—Lo tengo decidido, padre; sólo necesito tu permiso.
Después de largo intercambio de razonamientos y porfías el príncipe obtuvo lo que deseaba.
Convertido en hormiga, marchó a vivir al hormiguero que a él le había llamado tan hondamente la atención. Empezó a vivir con las hormigas; trabajaba como ellas, participaba en las distintas actividades del hormiguero...
Muy pronto quiso presentar a las hormigas sus ideas: ideas de participación sosegada y reflexiva, de convivencia, de interés mutuo... expresiones de amistad.
Las hormigas no comprendían el alcance de aquellas ideas a las que estaban desacostumbradas. Ellas siempre habían trabajado así: cada una lo que podía, con afán de almacenar, sin preocuparse de la vida de las demás.
En consecuencia, algunas desatendieron el mensaje, otras lo desconsideraron; algunas lo despreciaron; y también hubo hormigas que combatieron estas ideas extrañas.
La hormiga-príncipe ocupó mucho tiempo en presentar estas ideas. No tenía prisa, quería “convencer” con el ejemplo.
De pronto un día un grupo reducido de hormigas se reunieron en asamblea secreta durante la noche y decidieron prescindir de aquella hormiga extraña, loca, que con sus enseñanzas perturbaba la vida normal que siempre habían vivido. Su mensaje exigía comportamientos nuevos y no estaban dispuestas a ceder en sus posiciones. La decisión la pusieron en práctica de inmediato.
Agarraron a la hormiga-príncipe con sus patas, la increparon con violencia, la sacaron del hormiguero a empujones y una vez fuera entre voces y picotazos, la patearon sin piedad. Ninguna otra hormiga la defendió y murió abandonada en las afueras del hormiguero.
Las hormigas más representativas del grupo convocaron a una fiesta de victoria: sus criterios se habían impuesto sobre el mensaje de la hormiga-príncipe que había venido de lejos a compartir y enseñar.
 
  • REFLEXIÓN: Cuando alguien nos plantea cambiar nuestros comportamientos por otros más solidarios lo que suele ocurrir es que, de entrada, los rechazamos. No nos gusta que nadie cambie nuestras estructuras, nuestras formas de actuar. Preferimos imponer nuestro criterio antes de aprender a compartir y a evolucionar.

5 de enero de 2013

LOS NIÑOS ESTABAN SOLOS

Los niños estaban solos, su madre se había marchado por la mañana temprano y los había dejado al cuidado de Marina, una joven de dieciocho años a la que a veces contrataba por unas horas para hacerse cargo de ellos a cambio de algo de dinero.
Desde que el padre había muerto, los tiempos eran demasiado duros como para arriesgar el trabajo faltando cada vez que la abuela se enfermaba o se ausentaba de la ciudad.
Cuando el novio de la jovencita llamó para invitarla a un paseo en su coche nuevo, Marina no dudó demasiado. Después de todo, los niños estaban durmiendo como cada tarde, y no se despertarían hasta las cinco, para entonces ella ya habría vuelto del paseo.
Apenas escuchó la bocina cogió su bolso y descolgó el teléfono. Tomó la precaución de cerrar la puerta del cuarto y se guardó la llave en el bolsillo. Ella no quería arriesgarse a que Pancho, el pequeño de los niños, se despertara y bajara las escaleras para buscarla, porque después de todo tenía sólo seis años y en un descuido podía tropezar y lastimarse. Además, pensó, si eso sucediera, ¿cómo le explicaría a su madre que el niño no la había encontrado?
Quizá fue un cortocircuito en el televisor encendido o en alguna de las luces de la sala, o tal vez una chispa del hogar de leña; el caso es que cuando las cortinas empezaron a arder el fuego rápidamente alcanzó la escalera de madera que conducía a los dormitorios.
La tos del bebé debido al humo que se filtraba por debajo de la puerta lo despertó. Sin pensar, Pancho saltó de la cama y forcejeó con el picaporte para abrir la puerta pero no pudo.
De todos modos, si lo hubiera conseguido, él y su hermanito de meses hubieran sido devorados por las llamas en pocos minutos.
Pancho gritó llamando a Marina, pero nadie contestó su llamada de auxilio. Así que corrió al teléfono que había en el cuarto (él sabía como marcar el número de su mamá), pero no había línea.
Pancho se dio cuenta que debía sacar a su hermanito de allí. Intentó abrir la ventana que daba a la cornisa, pero era imposible para sus pequeñas manos destrabar el seguro y aunque lo hubiera conseguido aún debía soltar la malla de alambre que sus padres habían instalado como protección.
Cuando los bomberos terminaron de apagar el incendio, el tema de conversación de todos era el mismo: “¿Cómo pudo ese niño tan pequeño romper el vidrio y luego el enrejado con el perchero?” Otros decían “¿Cómo pudo cargar al bebé en la mochila?” “¿Cómo pudo caminar por la cornisa con semejante peso y bajar por el árbol?” “¿Cómo pudo salvar su vida y la de su hermano?”.
El viejo jefe de bomberos, hombre sabio y respetado, les dio la respuesta:
—Pancho estaba solo... No tenía a nadie que le dijera que no iba a poder.
 
  • REFLEXIÓN: Cuando estamos en una situación apurada somos capaces de ver pronto una posible solución al problema que nos preocupa, quizá la tensión hace que nuestra mente funcione más deprisa para encontrar una solución. Pero yendo más lejos, yo diría que ante cualquier problemática debemos intentar buscar siempre posibles alternativas, no dejándonos desesperar diciendo que no vamos a poder, que quizá sea imposible. Hay esperanza para salir de cualquier situación, siempre que queramos encontrar la salida.